La reciente rebaja de la calificación crediticia de Israel por parte de Moody’s, que pasó de A1 a A2, no ha generado una respuesta significativa en los mercados financieros, indicativo de la percepción de los inversores sobre la situación económica de Israel como temporalmente afectada por el conflicto con Hamás.
Esta interpretación fue compartida por el principal asesor económico del primer ministro Benjamin Netanyahu, quien señaló la resiliencia de la economía frente a las circunstancias actuales.
A pesar del ajuste en la calificación crediticia, el primer cambio de este tipo en la historia de Israel motivado en gran parte por el conflicto militar que eleva el riesgo político del país, la moneda local, el shekel, ha mostrado una ligera apreciación pasando de 3,68 a 3,66 por dólar. Además, el índice principal de la Bolsa de Tel Aviv ha experimentado un incremento del 1% esta semana, y los precios de la deuda pública se han mantenido estables.
Avi Simhon, director del Consejo Económico Nacional, expresó en una entrevista con Reuters su opinión de que la falta de reacción de los mercados sugiere un desinterés hacia las valoraciones de Moody’s. Esta perspectiva encuentra eco en la respuesta del Gobierno israelí hacia la rebaja de Moody’s, que fue criticada por el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, por considerarla un juicio no fundamentado en análisis económico sólido.
El deterioro de las finanzas públicas, atribuido a los costos derivados del conflicto con Hamás, es visto por funcionarios israelíes como un fenómeno transitorio. Se estima que la guerra costará a Israel aproximadamente 255.000 millones de shekels (70.000 millones de dólares) hasta 2025, lo que resultará en un déficit presupuestario del 6,6% del PIB en 2024 y una relación deuda/PIB del 67% para el cierre del año en curso.
A pesar de estos desafíos, Simhon enfatizó que tales indicadores son comparativamente bajos respecto a muchas naciones europeas y mejores que durante la pandemia, periodo en el cual no se produjo una rebaja de calificación. Subrayó la naturaleza temporal de esta situación financiera, anticipando una recuperación económica post-conflicto y un descenso en la relación deuda/PIB a partir de 2025.
La economía israelí, con un crecimiento estimado del 2% para 2023 y proyecciones de entre el 0,5% y el 2% para 2024, se espera que se expanda más rápidamente en 2025. Este crecimiento se ha visto impulsado en años recientes por el sector de alta tecnología, un componente crítico de la economía que representa el 17% del producto económico, el 12% del empleo y el 56% de las exportaciones.
El gobierno israelí, que posee la mayor parte de las tierras del país, destina generalmente las ventas de estas al pago de la deuda. Este enfoque se mantiene como una estrategia fundamental en el manejo de las finanzas nacionales, según palabras de Avi Simhon.
Además, Simhon optimista sobre el déficit presupuestario para 2024, sugiere que este podría ser inferior al 6,6% siempre y cuando el conflicto se mantenga circunscrito a Gaza y no se extienda a enfrentamientos con Hezbolá en Líbano. Destacó que, a pesar de la posibilidad de un escenario más grave en caso de una guerra en el norte, la situación no se compararía con la crisis financiera experimentada durante la pandemia de COVID-19.
Israel se prepara para aprobar un presupuesto revisado para 2024, que contempla un incremento significativo en el gasto debido a la guerra. Este presupuesto ha generado controversia debido a la inclusión de fondos asignados a los aliados políticos de Netanyahu, acordados durante la formación de la coalición actual en 2022. Sin embargo, Simhon minimiza la importancia de estas asignaciones, calificándolas de “simbólicas” y sin un impacto económico significativo.
En un intento por aumentar los ingresos fiscales, el gobierno israelí planea incrementar el impuesto sobre el valor añadido (IVA) del 17% al 18% en 2025. Simhon se muestra escéptico sobre la necesidad de esta medida y sugiere que podría evitarse si el déficit es menor al previsto.
El ataque de Hamás el 7 de octubre tuvo un impacto inmediato en la economía israelí, provocando una reducción en el consumo, la inversión y las exportaciones de servicios. La paralización de actividades económicas y la movilización militar generaron un ambiente de incertidumbre, reflejado en una caída de la confianza del consumidor a niveles similares a los de la pandemia de COVID-19. Ante esta situación, el Banco de Israel decidió reducir los tipos de interés en un intento por estabilizar la economía.
Se anticipa que los datos preliminares sobre la actividad económica del cuarto trimestre muestren una contracción significativa, evidencia del impacto del conflicto en la economía nacional. La paralización en sectores clave como la construcción, debido a la ausencia de trabajadores palestinos, y la disminución del gasto en ocio reflejan los desafíos a los que se enfrenta Israel para recuperar su dinamismo económico anterior al conflicto.