Según el Ministerio de Energía de Rusia, es poco probable que el país vuelva a los niveles de producción de petróleo anteriores a la pandemia.
Antes de la pandemia, Rusia producía 560 millones de toneladas de petróleo, un ritmo de unos 11,3 millones de bpd, alcanzando niveles récord en 2019. Sin embargo, en 2020, los niveles de producción disminuyeron por primera vez en más de una década, ya que Rusia acordó recortar la producción junto con los países de la OPEP+ para ayudar a estabilizar los precios del petróleo. En virtud de este acuerdo, Rusia redujo la producción en un 9%, hasta los 10,3 millones de bpd.
El Ministerio de Energía cree que los niveles de producción aumentarán gradualmente, pero no hasta los niveles anteriores a la pandemia, alcanzando una cifra estimada de 11,1 barriles diarios en 2029, antes de caer finalmente a 9,4 millones de bpd en 2035.
Una estrategia petrolera revisada hará que Rusia maximice la monetización de las exportaciones de crudo antes de alcanzar los niveles máximos de producción entre 2027 y 2029, tras lo cual los expertos esperan una caída de la demanda a nivel mundial.
Pavel Zavalny, jefe de la comisión de energía de la Duma, explicó que “todo lo que se pueda producir debe hacerse mientras haya demanda para venderlo”.
Se espera que la combinación de la pandemia en curso y la aceleración de los esfuerzos de descarbonización conduzcan a una disminución de la demanda de combustibles fósiles en todo el mundo desarrollado en un momento anterior al previsto.
Se espera que Rusia aumente gradualmente sus niveles de producción a lo largo de 2020, pero seguirá respetando algunas restricciones de la OPEP+ hasta 2022. En última instancia, el país se centrará en mantener su actual cuota de mercado internacional.
A pesar de las perspectivas pesimistas para la próxima década del petróleo ruso, el país ha logrado diversificar sus mercados de exportación en los últimos meses, lo que presenta mayores oportunidades antes de alcanzar su máximo.
En marzo, a medida que aumentaba la demanda, las refinerías estadounidenses recibían importantes envíos de crudo ruso. Esto se debió en gran medida a las restricciones de otras opciones, incluidas las sanciones a Venezuela. Los recortes adicionales de los estados de la OPEP y de Arabia Saudita significan que las opciones de importación de Estados Unidos han sido limitadas.
En 2020, Rusia fue el tercer mayor exportador de petróleo a Estados Unidos, representando el siete por ciento de las importaciones estadounidenses de petróleo y productos refinados. En total, unos 538.000 bpd de petróleo procedieron de Rusia el año pasado.
Sin embargo, un artículo de Bloomberg del mes pasado señala cómo esta dependencia del petróleo ruso entra en conflicto con la diplomacia energética de Estados Unidos. Los legisladores de Washington se han opuesto al proyecto Nord Stream 2, un gasoducto multimillonario que pretende llevar el gas siberiano a Alemania, ya que podría aumentar la influencia de Rusia sobre los aliados de Estados Unidos. Todavía no hemos visto a Biden pronunciarse sobre el tema, pero parece que Estados Unidos depende más de Rusia para su suministro energético.
Valero y Exxon fueron los dos mayores importadores estadounidenses de petróleo ruso en 2020, representando el 50% de la cantidad total. Pero el afianzamiento de Rusia no es seguro, ya que Venezuela podría volver a ser un importante proveedor de petróleo estadounidense si se levantan las sanciones.
En definitiva, aunque el petróleo ruso no vuelva a alcanzar los niveles máximos de producción, sigue manteniendo su estatus internacional de gran productor y exportador de petróleo. La diversificación de sus mercados de exportación y la monetización de sus productos refinados demuestran que Rusia aún tiene un largo camino por recorrer antes de la eventual caída de la demanda mundial de petróleo.