Apartar al mundo de los hidrocarburos para luchar contra el cambio climático es el mayor reto de esta generación. Es un reto que ha empujado a los principales miembros de la OCDE a adoptar estrategias de gran alcance, como el Green Deal de la UE o la futura prohibición de los nuevos coches de gasolina en el Reino Unido. Sin embargo, la demanda de petróleo y gas sigue aumentando, lo que pone a los principales países productores de hidrocarburos en el punto de mira. Así lo ejemplificó la semana pasada el ministro de Finanzas de Irak, Ali Allawi, al pedir a los productores de petróleo que se dediquen a las energías renovables.
A primera vista, esto parece contradictorio, ya que Irak sigue financiando nuevos proyectos petroleros. Sin embargo, si se observa el panorama general de la región, esta afirmación es menos sorprendente. El Golfo se enfrenta a la cruda posibilidad del “fin del petróleo”, lo que les obliga a reevaluar la base misma de sus economías. Como resultado, están brotando los primeros brotes de una carrera armamentística de la energía verde en Oriente Medio, con la declaración de Irak como emblema.
El resultado aún no está claro, pero el inmenso énfasis puesto por los principales productores de petróleo, como Arabia Saudita, o los EAU, en hacer crecer su porción del pastel del hidrógeno, es una señal evidente de que las estrategias están cambiando. Al mismo tiempo, la mayoría de los países del Golfo están invirtiendo mucho en fuentes de energía renovables propias, sobre todo la solar en esta parte del mundo tan soleada.
Los países del Golfo están atentos a los cambios de opinión política respecto a los hidrocarburos. Los más nerviosos están cada vez más asustados por el tono draconiano adoptado contra el petróleo y el gas. Los más inteligentes ven esto como una oportunidad. Una importante mesa redonda sobre el clima organizada conjuntamente por el enviado de Estados Unidos para el clima, John Kerry, y su homólogo de los Emiratos Árabes Unidos, el doctor Sultán Al Jaber, en abril, mostró la aparente voluntad que, al menos algunos en esta parte del mundo, demuestran al subirse tímidamente al tren de la energía verde.
La dirección del viaje está clara. En ese viaje, Kerry dijo que “la importancia de que una nación productora de petróleo y gas [los EAU] reúna a un grupo de naciones que mucha gente podría pensar que están improbablemente comprometidas a hacer frente a la crisis climática” era una señal inequívoca. Si los productores de petróleo árabes no se suman a la acción climática eficaz, la gente como Kerry lo sabe.
Se está llevando a cabo un gran esfuerzo diplomático para convencer a los Estados del Golfo de que sus intereses a largo plazo están mejor servidos si ayudan, y no obstaculizan, la causa climática. Algunos parecen estar apuntándose, como la ambiciosa propuesta de los EAU de acoger la COP28. La reciente declaración positiva del ministro de Finanzas de Irak sobre las energías renovables también puede considerarse un importante reconocimiento de que luchar contra la marea de la transición energética verde es una batalla que la OPEP no puede ganar.
Desde el punto de vista económico, aún quedan cuestiones importantes por resolver. Los países de la OPEP no quieren matar a la gallina de los huevos de oro. Sin embargo, estos huevos de oro pueden y están siendo utilizados para financiar un futuro más limpio. Las inversiones verdes en Oriente Medio están en auge. Este año, las inversiones en energías renovables han superado a los proyectos de energía convencional en la región por primera vez. El objetivo de Arabia Saudita es añadir 58,7 GW de capacidad renovable para 2030 y el de los Emiratos Árabes Unidos es obtener el 44% de la energía de fuentes limpias para 2050.
Estas medidas convertirán al Golfo en la segunda región del mundo con mayor crecimiento de energía verde, solo por detrás de Estados Unidos. El entusiasmo debe ser moderado, dada la preocupación por la eficiencia de los grandes proyectos de infraestructura en la región. Sin embargo, con el apoyo de gigantes de los hidrocarburos respaldados por el Estado, como ADNOC y Aramco, estos cambios de inversión tendrán un impacto duradero.
La apuesta más inteligente es que el dolor de la caída de la demanda de petróleo se compensará con una industria de energías renovables de alta tecnología en auge, financiada por los ingresos de los hidrocarburos, pero cada vez más independiente de ellos. El punto de partida será la eliminación de la elevada dependencia de los hidrocarburos en el suministro local. Lo siguiente será invertir en proyectos de hidrógeno, respaldados por grandes inversiones en energía solar o incluso eólica, necesarias para la producción de hidrógeno azul. No solo ayudará a diversificar las economías, sino que el hidrógeno puede producirse utilizando las reservas de hidrocarburos existentes que, de otro modo, podrían convertirse en activos varados.
Otro motor importante es el de mantener una posición de potencia mundial convirtiéndose en una central de energías renovables. La sustitución de su estatus de potencia petrolera puede lograrse mediante el respaldo total de la energía verde. Los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita ya han indicado movimientos en esta dirección, con miles de millones invertidos en proyectos de energía limpia en todo el mundo. El ministro de Finanzas, Ali Allawi, podría ver su deseo hecho realidad antes de lo que cree, ya que los Estados del Golfo productores de petróleo se dan cuenta cada vez más de que el dinero inteligente se está volviendo verde.