La decisión de Vladimir Putin de lanzar una invasión de Ucrania ha provocado un debate mundial sobre si Rusia debería ser expulsada de una parte antaño oscura del sistema bancario mundial, conocida como SWIFT.
Mientras que el ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba, ha hecho airados llamamientos para que se prohíba a Rusia el acceso a SWIFT, los líderes mundiales parecen estar divididos, por ahora.
El primer ministro británico, Boris Johnson, presionó para que se expulsara a Rusia de la red mundial de pagos en una convocatoria de los líderes del Grupo de los Siete (G7). Y el Primer Ministro de Australia, Scott Morrison, ha apoyado firmemente esa medida, afirmando que “se trata de garantizar que se les corte el grifo, y ese es el precio que se paga”.
Pero el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se ha mostrado hasta ahora tibio con la idea, diciendo que las sanciones de esta semana a los bancos rusos serían igual de efectivas; y el Canciller alemán, Olaf Scholz, cree que el mundo debería esperar. “Tenemos que mantener las sanciones preparadas para tiempos posteriores”.
Los que impulsan la retirada de Rusia de SWIFT argumentan que supondría un gran golpe económico para Putin y Rusia. Pero, ¿qué es exactamente SWIFT y por qué se considera que una prohibición de la red es una sanción tan grave?
¿Qué es SWIFT?
La Sociedad para las Telecomunicaciones Financieras Interbancarias Mundiales (SWIFT) es una pieza vital de la fontanería que conecta a los bancos del mundo. Es un sistema de mensajería que permite a los bancos mover el dinero de forma rápida y segura, apoyando los flujos de comercio e inversión de billones de dólares.
Con sede en Bélgica, la empresa es una cooperativa propiedad de instituciones financieras de todo el mundo, que se fundó en 1973 para sustituir a la red de télex (una red de máquinas teleimpresoras que enviaban mensajes). SWIFT dice que conecta a más de 11.000 bancos y otras empresas de más de 200 países.
Normalmente, la infraestructura de pagos es una de las partes menos atractivas de las finanzas. Es algo en lo que pocos reparamos o nos preocupamos, a no ser que se estropee. Sin embargo, SWIFT es noticia porque podría ser una poderosa arma financiera para utilizar contra Rusia por su invasión de Ucrania.
Se considera una sanción financiera especialmente dura porque se sitúa en el corazón del sistema bancario: restringir el acceso de los bancos rusos a los flujos monetarios mundiales haría mucho más difícil que las empresas rusas pudieran exportar o importar, o financiarse desde el extranjero.
Pero como ha señalado hoy el primer ministro Morrison, cualquier prohibición a Rusia tendría que producirse “con países de todo el mundo”. “Eso es algo que necesita particularmente la implicación de Estados Unidos debido a la moneda [estadounidense] que apoya en ese sistema”.
¿Por qué entonces la vacilación en expulsar a Rusia?
Una de las razones por las que algunos países europeos se muestran cautelosos es porque expulsar a Rusia del sistema bancario mundial puede suponer un coste para sus propias economías. La Comisión Europea afirma que Rusia es el quinto socio comercial de la UE (las mayores exportaciones de bienes de la UE a Rusia en 2020 fueron maquinaria y equipos de transporte, productos químicos y productos manufacturados). Una prohibición de SWIFT podría encarecer y dificultar todo esto.
También es posible que Rusia encuentre formas de eludir la prohibición de SWIFT, aunque no está claro lo eficaces que serían. El Banco Central de Rusia ha desarrollado su propia alternativa a SWIFT, denominada Sistema de Transferencia de Mensajes Financieros, aunque no es ni de lejos tan grande como la red SWIFT: el sitio web del Banco de Rusia dice que su sistema es utilizado por unos 400 bancos.
También se teme el papel que podrían desempeñar las criptomonedas para eludir cualquier sanción, en un momento en que los bancos centrales occidentales ya desconfían del aumento de los criptoactivos como alternativa al dinero respaldado por el gobierno.
Existe un precedente de SWIFT echando a algunos bancos: en 2012 expulsó a los bancos iraníes sancionados por la Unión Europea. Volvió a conectar a muchos de los bancos en 2016 tras el levantamiento de las sanciones.
Un portavoz de SWIFT destacó su neutralidad y dijo que se había creado para el “beneficio colectivo de su comunidad de más de 11.000 instituciones en 200 países”. “Cualquier decisión de imponer sanciones a países o entidades individuales corresponde exclusivamente a los organismos gubernamentales competentes y a los legisladores aplicables”, dijo el portavoz.
¿Qué otras medidas podrían tomar los líderes mundiales?
Está claro que la diplomacia ha fracasado a la hora de evitar un conflicto militar. Los países occidentales han dejado claro que no enviarán tropas, pero están ofreciendo apoyo militar, como el suministro de armas y otros equipos.
Los miembros de la OTAN también están reforzando su presencia de seguridad, con el envío de más tropas por parte de Estados Unidos a Alemania, por ejemplo. Australia suministrará material militar no letal y suministros médicos para ayudar a Ucrania a través de los canales de la OTAN. Pero también hay una gama de otras respuestas.
Hasta ahora, muchas de ellas han sido económicas. Se han impuesto sanciones comerciales, se han frenado las actividades de los bancos rusos en el extranjero y se ha prohibido el comercio de bonos del gobierno ruso. También se ha prohibido a las empresas rusas pedir préstamos en los mercados del Reino Unido. Alemania ha detenido la certificación del gasoducto Nord Stream 2, que había sido clave en los planes de Moscú para aumentar las ventas de energía a Europa.
Los individuos rusos, incluidos parlamentarios y multimillonarios cercanos a Putin, están siendo objeto de prohibiciones de viaje, órdenes de congelación de activos y otras restricciones.
La UE y Estados Unidos también intentan restringir el acceso de Rusia a la tecnología, incluidos los semiconductores, los ordenadores, los láseres y los sensores utilizados por su ejército.
La esperanza es que esta intensificación de la presión acabe por infligir un doloroso coste económico a Rusia y actúe como elemento disuasorio de nuevas acciones militares.