Se solía decir que cuando la economía estadounidense se resfriaba, el resto de la economía mundial cogía una pulmonía. Hoy en día, cuando tanto la economía estadounidense como la china se encuentran en el inicio de una significativa desaceleración económica, es necesario plantear una pregunta más seria. ¿Qué le ocurre a Estados Unidos y al resto de la economía mundial cuando tanto Estados Unidos como China, la segunda economía del mundo, se resfrían juntos?
Tras la quiebra de Lehman en 2008, China desempeñó un papel crucial para que la economía mundial se recuperara de su hasta la más profunda recesión económica de la posguerra. Lo hizo proporcionando una cantidad extraordinaria de apoyo presupuestario y de política monetaria a su economía. Esto desencadenó un boom inmobiliario y crediticio de una década de duración que convirtió a China en el principal motor de crecimiento económico de la economía mundial.
Hoy, Estados Unidos parece correr de nuevo un riesgo considerable de sucumbir a una profunda recesión económica. Este parece ser el caso especialmente cuando la Reserva Federal se ve obligada a pisar el freno de la política monetaria para recuperar el control sobre una inflación elevada de varias décadas en el contexto de la burbuja del mercado de valores, de la vivienda y del crédito.
Tal y como subraya el descenso del 20 % en los precios de las acciones desde principios de año. Parece existir el riesgo real de que la postura más dura de la política monetaria de la Reserva Federal haga estallar la burbuja de “todo” que se basaba en que los tipos de interés se mantuvieran ultra-bajos para siempre. En caso de que la burbuja de “todo” estalle, es de esperar que los hogares estadounidenses recorten drásticamente el gasto en un esfuerzo por reconstruir sus ahorros, aumentando así el riesgo de una desagradable recesión económica.
Hoy, a diferencia de 2008, la economía china no está en condiciones de acudir al rescate de la economía estadounidense. Peor aún, hay motivos para temer que, al perturbar aún más la cadena de suministro mundial, China pueda agravar el actual problema de inflación de Estados Unidos.
Incluso antes de la renovada oleada de COVID, las autoridades chinas reconocieron que su modelo de crecimiento económico se había vuelto excesivamente dependiente de los mercados crediticio e inmobiliario. Ese modelo había llevado a una situación en la que, durante la última década, el crédito del sector privado chino aumentó a un ritmo más rápido que el que precedió al estallido de las burbujas inmobiliarias de Japón y Estados Unidos en 1992 y 2006, respectivamente.
También había llevado a una situación en la que el sector inmobiliario representaba alrededor del 30 % de la economía china. Los precios de la vivienda en relación con los ingresos eran más altos en las principales ciudades chinas que en Nueva York y Londres, y se calcula que 65 millones de viviendas chinas permanecían desocupadas.
El modelo de crecimiento chino basado en el crédito y el sector inmobiliario había llegado a su fin a finales del año pasado. La tasa de crecimiento económico del país se redujo a apenas un 4 %, es decir, aproximadamente la mitad del 8 % de crecimiento medio de la última década. También quedó patente cuando China se vio afectada por una oleada de impagos en su sector inmobiliario. Entre esos impagos destaca el de Evergrande, el promotor inmobiliario más endeudado del mundo, con una deuda de unos 300.000 millones de dólares.
Ahora, el presidente de China, Xi, parece agravar los problemas económicos de su país con una política de no tolerancia de COVID. Esta política ha supuesto el cierre de cerca de 400 millones de residentes chinos, entre los que destacan los de Shangai, y se espera que siga vigente hasta el Congreso del Partido Comunista Chino de este otoño. Además de provocar la caída de la producción china, también está retrasando la reparación de una cadena de suministro mundial interrumpida y está aumentando los retrasos en los envíos.
Todo esto no augura nada bueno para la economía estadounidense y mundial. En un momento de debilidad económica, ya no pueden contar con que China desempeñe su pasado papel de principal motor del crecimiento económico mundial. Peor aún, hay buenas razones para temer que China pueda ser un lastre para el crecimiento económico mundial mientras intenta reequilibrar su economía y mientras persigue una política de tolerancia cero de COVID, que es económicamente perjudicial.