La administración del presidente Donald Trump ha ordenado una congelación total de las actividades del Departamento de Energía (DOE) mientras se realiza una revisión exhaustiva de su alineación con las prioridades presidenciales. Según un memorando de la secretaria de Energía en funciones, Ingrid Kolb, esta medida afecta subvenciones, préstamos, adquisiciones, estudios y decisiones de personal, deteniendo temporalmente el presupuesto de 50.000 millones de dólares de la agencia.
Además de cuestiones administrativas, la suspensión representa un golpe directo contra las políticas climáticas de la era Biden. La Oficina de Programas de Préstamos del DOE, que tiene compromisos por 41.200 millones de dólares con empresas de tecnología energética, está ahora paralizada. Actividades esenciales, como la limpieza de desechos nucleares y el mantenimiento de reservas estratégicas de crudo, también están en pausa.
Esta decisión sigue una directiva anterior de Trump que detuvo fondos destinados a la Ley de Reducción de la Inflación y a una ley de infraestructura bipartidista, ambas orientadas a fomentar iniciativas de energía limpia. El presidente ha reafirmado que los combustibles fósiles, y no las políticas climáticas, son la prioridad de su agenda energética.
En paralelo, el Departamento del Interior ha aplicado una congelación a los arrendamientos para proyectos eólicos y solares en tierras y aguas federales. Estas acciones forman parte del objetivo declarado de la administración Trump de “liberar” la energía estadounidense mediante la reducción de la burocracia.
Sin embargo, los críticos advierten que frenar las inversiones en tecnologías energéticas innovadoras podría comprometer la seguridad energética a largo plazo. Mientras tanto, el DOE y el sector de energía limpia permanecen en un limbo, a la espera de los resultados de esta revisión que podría redefinir el panorama energético nacional.
La estrategia energética de Trump ha generado controversia incluso entre las compañías petroleras estadounidenses, quienes destacan la aparente contradicción entre presionar a la OPEP para reducir los precios del petróleo y su enfoque de «perforar, perforar, perforar» en territorio estadounidense. No obstante, sus esfuerzos por desmantelar regulaciones y frenar la expansión de energías renovables han sido recibidos como un impulso para los desarrolladores de combustibles fósiles, despejando el camino para su crecimiento.
La administración Trump intenta equilibrar la independencia energética de Estados Unidos con las realidades del mercado global, pero su enfoque sigue generando un intenso debate sobre las implicaciones para el futuro energético del país.