- Los judíos no merecen un Estado propio, pero los árabes merecen muchos países propios.
- La minoría árabe que vive en la Tierra de Israel merece independencia, pero las minorías judías que viven en tierras extranjeras no merecen la independencia.
- Un estado árabe en Judea y Samaria debería ser étnicamente limpio de judíos.
Si todo esto suena paradójico para ti, obviamente no eres parte de la izquierda israelí antisionista “ilustrada”, que no tiene problema en negar a los judíos los mismos derechos que sus partidarios otorgan a los árabes.
Pero la afirmación de que a los italianos, a los japoneses y a los franceses se les permite tener su propio país pero no a los judíos es simplemente antisemitismo en su última encarnación. Hay judíos de todos los colores y razas. No solo eso, sino que cualquier persona no judía de cualquier raza o color puede convertirse en judía a través de la conversión. El judaísmo no es una raza, sino una nacionalidad y una religión. Los únicos que alguna vez llamaron a los judíos una raza fueron Hitler y los nazis. Es muy triste que la izquierda judía de hoy ha adoptado esta ideología.
¿Por qué la izquierda promueve este doble estándar contra los judíos? El nacionalismo y la religión son cambiantes y están sujetos al libre albedrío; la raza no. Por lo tanto, para hacer que el nacionalismo judío sea un tabú, la izquierda judía antisionista intenta describirlo como racista, su acusación favorita para cualquier credo con el que no esté de acuerdo.
La verdadera discriminación aquí no es contra los árabes, que disfrutan de más derechos en Israel que en cualquier país árabe, e incluso más derechos que los judíos de Israel (por ejemplo, exención de tres años de servicio nacional). La verdadera discriminación aquí es contra los judíos. La negación de los derechos nacionales judíos es antisemitismo.
El auto-odio de los izquierdistas judíos es triste, pero nada nuevo. Basta con mirar a Karl Marx y los millones de judíos comunistas que lo siguieron y su ideología genocida. Marx dijo que “el dios de los judíos es el dinero” y los comunistas judíos enviaron a miles de judíos religiosos y nacionalistas a la muerte en la Rusia soviética.
El deseo de retratar el conflicto nacional y religioso entre los judíos y los árabes como una lucha racial se hace con el fin de encajar en el amplio diálogo izquierdista que ve el racismo en todo lo que no encaja en su agenda radical.
Pero si la izquierda realmente quiere lidiar con el racismo, debe verse a sí misma. ¿Por qué el 85% de la Corte Suprema es asquenazí y secular cuando representa menos del 35% de la población? ¿Por qué los oficiales religiosos, más del 30% de los oficiales de las FDI, no están incluidos en el Estado Mayor Conjunto? En 70 años de independencia, ¿por qué un oficial religioso nunca ha sido nombrado Jefe de las FDI y por qué nunca ha habido un solo Primer Ministro sefardí? Estas son las preguntas reales sobre el racismo que deberíamos estar formulando.
Aquí hay una regla general para entender la conducta hostil de la izquierda: atacan los mismos asuntos en los que ellos mismos son más débiles para prevenir las críticas. Como dice el refrán, la ofensa es la mejor defensa. Los reclamos de racismo contra nacionalistas judíos sirven principalmente para ocultar el propio racismo de la izquierda israelí contra sus conciudadanos sefardíes y la discriminación en curso contra los judíos observantes en Israel.
Los judíos y judíos sionistas que son leales a la Torá deben dejar de defenderse contra los interminables libelos de la extrema izquierda. Debemos dejar de reaccionar y comenzar a pasar a la ofensiva. Exigir el fin de la discriminación contra los judíos observantes, exigir el fin de la coacción secular, exigir el fin del control antisionista de la televisión y la radio públicas, oponerse fuertemente a su identificación con quienes destruirían el Estado Judío y exigir el fin de el antisemitismo institucionalizado de Israel. Más pronto de lo que creemos caerá el tigre de papel izquierdista.