El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, debe considerar seriamente la posibilidad de abandonar su mal concebido plan para reactivar el acuerdo nuclear con Teherán tras la victoria electoral del nuevo presidente de línea dura de Irán, Ebrahim Raisi.
El nombramiento de Raisi, de 60 años, como octavo presidente de Irán desde la revolución de 1979, significa que, lejos de estar dispuesto a hacer más concesiones en las conversaciones nucleares, el régimen bajo su liderazgo adoptará con toda seguridad una postura mucho más agresiva e inflexible en sus relaciones con Estados Unidos y sus aliados.
El endurecimiento de la posición de Irán ya puede detectarse en el reciente aumento de los ataques contra el personal estadounidense destinado en Irak por parte de las milicias proiraníes.
Tras los últimos ataques de drones de fabricación iraní contra objetivos estadounidenses en Irak, Washington lanzó esta semana ataques aéreos contra las milicias respaldadas por Irán en la frontera sirio-iraquí, matando a cuatro miembros de la milicia Kataib Sayyid al-Shuhada, respaldada por Irán.
El Secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, dijo que la acción estadounidense tenía como objetivo enviar “un mensaje muy importante y fuerte” a Irán para evitar nuevos ataques de las milicias proiraníes, que Washington cree que se llevan a cabo a instancias de Teherán para aumentar la presión sobre Washington mientras continúan las negociaciones en Viena, destinadas a reactivar el acuerdo nuclear.
Biden ha dicho anteriormente que quiere “reforzar y ampliar” los términos del Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA), el controvertido acuerdo negociado con Irán por la anterior administración Obama.
Además de ampliar las restricciones a las actividades de enriquecimiento nuclear de Irán, que los servicios de inteligencia occidentales creen que están destinadas a la producción de cabezas nucleares, la administración de Biden ha dado a entender que le gustaría que un acuerdo renovado incluyera otros aspectos del programa militar de Irán, como el desarrollo de misiles balísticos capaces de transportar cabezas nucleares.
La perspectiva de que los negociadores estadounidenses consigan nuevas concesiones de Teherán, tras la victoria electoral de Raisi, parece ahora muy remota, ya que los partidarios de la línea dura del líder supremo del país, el ayatolá Alí Jamenei, tratan de consolidar su control del poder.
El Sr. Jamenei y sus partidarios en el Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán nunca han mostrado mucho entusiasmo por el JCPOA, que fue negociado por el presidente saliente del país, Hassan Rouhani, como medio para conseguir el levantamiento de las sanciones punitivas de Estados Unidos. Irán ni siquiera llegó a firmar el acuerdo.
En un principio, el enfoque de Rouhani logró sus objetivos después de que la administración Obama recompensara a Teherán con unos 150.000 millones de dólares por firmar el acuerdo nuclear.
Sin embargo, el acuerdo se deshizo rápidamente después de que los partidarios de la línea dura dilapidaran el dinero apoyando a grupos terroristas islamistas en todo Oriente Medio en lugar de reactivar la economía iraní.
Este fracaso hizo que el ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se retirara del acuerdo en 2018 y volviera a imponer un régimen de sanciones diseñado para ejercer la “máxima presión” sobre Teherán.
La política de Trump ha sido un éxito rotundo y ha tenido un impacto devastador en la economía iraní, ya que el valor del rial, la moneda nacional, se ha reducido a la mitad en el último año, la inflación alcanza el 50% y el país se enfrenta a un desempleo generalizado.
El último informe del Fondo Monetario Internacional es una lectura especialmente sombría para el régimen iraní, ya que muestra que las reservas de divisas del país se han desplomado de unos 140.000 millones de dólares en 2015 a solo 4.000 millones en la actualidad.
La peligrosa situación económica de Irán ha provocado, como era de esperar, protestas en todo el país por la grave mala gestión de la economía por parte del régimen.
La respuesta del régimen ha sido amañar las elecciones presidenciales para garantizar la victoria de un candidato de línea dura que mantendría la violenta represión de Teherán contra los manifestantes antigubernamentales.
Con el triunfo de Raisi, los partidarios de la línea dura se han asegurado la victoria de un hombre que reúne las condiciones perfectas para aplastar la disidencia contra el régimen.
Tras haber saltado a la fama en la década de 1980 como miembro de la tristemente célebre “Comisión de la Muerte” de Irán, que sancionó la ejecución sumaria de miles de activistas políticos, el Sr. Raisi ha dirigido más recientemente el poder judicial iraní, en cuyo cargo ha apoyado la brutal represión de los manifestantes contrarios al régimen.
Bajo su presidencia, el pueblo iraní puede esperar más de lo mismo, ya que el régimen intensifica sus esfuerzos para reforzar su control del poder.
Además, la aparición de los partidarios de la línea dura como fuerza dominante en la política iraní es una mala noticia para el gobierno de Biden, ya que hace que la probabilidad de que Teherán haga alguna concesión significativa en las conversaciones nucleares sea aún más remota.
Esta parece ser la actitud del Sr. Raisi, a juzgar por los comentarios que hizo en su primera conferencia de prensa tras su victoria electoral este mes. El nuevo líder iraní afirma que no desea reunirse con Biden y descarta la posibilidad de ampliar los términos del acuerdo nuclear. Raisi añadió que ni el programa de misiles balísticos de su país ni el apoyo de Teherán a las milicias de Oriente Medio eran objeto de negociación.
Los comentarios de Raisi significan que las esperanzas de Biden de ampliar los términos del acuerdo nuclear han desaparecido. En consecuencia, en lugar de persistir en las conversaciones nucleares de Viena, el líder estadounidense debería cortar por lo sano y poner fin a la farsa de intentar revivir el desconsiderado acuerdo nuclear con Teherán.