Los medios de comunicación institucionales en Israel, en su mayoría hostiles al gobierno derechista de Benjamín Netanyahu, hicieron todo lo posible durante el último fin de semana para minimizar, silenciar, hacer desaparecer o relegar a un rincón esta noticia. Y precisamente eso constituye la prueba más contundente de que se trata de una auténtica bomba informativa.
Un documento emitido por una comisión del Congreso de los Estados Unidos, integrada por miembros de los comités de Justicia y Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, determinó que la administración Biden financió, a través de entidades intermediarias, a organizaciones israelíes que actuaron para frustrar la reforma judicial, encabezaron la oposición a la política gubernamental e intentaron derrocar al gobierno mediante diversos métodos ilegítimos, incluyendo llamados a paralizar el país y promover la insubordinación dentro de las Fuerzas de Defensa de Israel.
No es un secreto que las administraciones demócratas de Barack Obama y Joe Biden han intentado influir en los resultados electorales en Israel con el objetivo de debilitar al bloque nacional. El móvil ha sido ideológico, y los medios empleados han oscilado entre gestos públicos de apoyo hacia los líderes opositores de izquierda a Netanyahu, hasta declaraciones oficiales según las cuales, si Israel desea gozar del favor de la administración estadounidense y de los beneficios que conlleva ese respaldo, debería votar por la izquierda y adoptar su política: aceptar la partición territorial, avanzar hacia el establecimiento de un Estado terrorista controlado por la Autoridad Palestina y abandonar las lecciones trágicas aprendidas tras ceder tierras al enemigo.
Aunque una injerencia de este tipo representa una línea roja, más aún tratándose de dos países aliados, el público israelí ya se ha acostumbrado a ella. La derecha optó por guardar silencio, sin alternativas, ante el temor de que señalar con el dedo a las administraciones estadounidenses implicadas o exponer públicamente sus actos provocara una reacción aún más hostil por parte de Washington. ¿Y la izquierda? Lo celebró. Consciente de sus escasas posibilidades de derrotar a la derecha mediante una contienda leal, la izquierda israelí depositó sus esperanzas en las presiones ejercidas por Obama y Biden.
La revelación que ahora surge desde el Congreso estadounidense demuestra que la injerencia a favor de la izquierda israelí fue más descarada y agresiva de lo que se suponía. Según el documento, los demócratas presionaron y amenazaron, también financiaron. De hecho, no solo transfirieron fondos a la izquierda israelí y lo hicieron mediante el mismo mecanismo con el que también financiaron a organizaciones palestinas vinculadas a Hamás y a otros grupos terroristas. Al parecer, ambas metas resultaban complementarias desde la perspectiva de las administraciones demócratas, ya que compartían un mismo objetivo: doblegar a Israel.
Aunque el documento del Congreso detalla el itinerario del dinero transferido —desde el presupuesto federal hacia fundaciones estadounidenses, y de éstas hacia entidades de izquierda en Israel—, quienes se niegan a aceptar la verdad se apresuraron a ofrecer una excusa. Alegaron que no se trata del mismo dinero, como respuesta al dictamen de la comisión. Es cierto que organismos federales como USAID transfirieron grandes sumas a fundaciones supuestamente filantrópicas en Estados Unidos, y también es cierto que esas fundaciones transfirieron cuantiosas sumas a organizaciones que trabajan activamente por el derrocamiento del gobierno derechista en Israel. Pero, ¿quién puede probar que son los mismos dólares?
¿Esta excusa insolente te resulta familiar? Es la misma que emplea la Autoridad Palestina cuando intenta “explicar” que la ayuda económica recibida de países compasivos no termina en manos del terrorismo. Los defensores de Abú Mazen aseguran que reciben importantes cantidades de dinero de gobiernos europeos, y que también pagan considerables sumas a terroristas y a sus familias, pero rechazan cualquier conexión entre ambos flujos. compartían los mismos financiadores, tanto los palestinos como la izquierda israelí y también los mismos instructores para justificar lo injustificable.