La multitud de personas que agitan banderas brasileñas para dar la bienvenida al primer ministro Benjamin Netanyahu son solo una de las razones para emocionarse. El presidente electo Jair Bolsonaro otorgó a Netanyahu, el primer líder extranjero que visitó oficialmente el país desde la elección de Bolsonaro, con el honor más alto de su país, un gesto que también será parte de la historia.
La principal razón por la que deberíamos estar frotándonos los ojos con asombro es la realización del sueño brasileño.
Hasta hace unos meses, este gigantesco país, con una población de más de 200 millones de personas y la octava economía más grande del mundo, era un objeto inalcanzable para la diplomacia israelí. Debido a las crecientes economías de China, India y Brasil, que los han convertido en nuevos poderes en el escenario mundial, los funcionarios israelíes consideraron imperativo que Israel se afianzara en esos países. Hace mucho tiempo que la diplomacia se estableció en China e India, entre otras razones debido a la rara capacidad de Netanyahu para forjar relaciones y comercializar a Israel.
Brasil, por su parte, quedó impenetrable.
Debido a su origen católico, a los Gobiernos tradicionalmente socialistas y a la fuerte influencia árabe, Brasil no solo fue duro con Israel sino que también trabajó para descarrilar los esfuerzos diplomáticos de Israel en toda América Latina. Hace menos de un año, la entonces presidente brasileña, Dilma Rousseff, en realidad amenazó al anterior presidente de Paraguay para que no reconozca a Jerusalén como la capital de Israel. Y esto sin mencionar el reconocimiento de un Estado palestino o el apoyo a las resoluciones contra Israel en las Naciones Unidas.
Sin embargo, desde entonces ha ocurrido un cambio histórico. Los procesos internos en Brasil llevaron al casi milagroso ascenso al poder de Bolsonaro, un político de derecha. Durante la noche, Brasil cambió de rumbo de una manera que nadie podría haber imaginado. En un instante, este país hostil se convirtió en un partidario del Estado judío. Esto es negro que se convierte en blanco, enemigo a amigo. Las puertas de Brasil se han abierto de par en par; todo lo que queda es traducir esta oportunidad en pasos prácticos.
Durante su conferencia de prensa conjunta con Netanyahu, fue preocupante que Bolsonaro eludió el tema de la reubicación de la Embajada de Brasil en Jerusalén, y solo podemos esperar que esta no sea la última palabra. En cualquier caso, no podemos dejar de ver el nuevo mundo conservador y pro israelí emergiendo a nuestro alrededor. Es un mundo nuevo y sorprendente, que ofrece una oportunidad de oro para mejorar todos los aspectos las relaciones exteriores israelíes.