Una copia temprana del capítulo de John Bolton sobre Venezuela, de su libro, “The Room Where It Happened,” llegó a mi bandeja de entrada el miércoles por la noche. Según la cobertura mediática del libro, Bolton le cuenta a los lectores historias sobre la ignorancia voluntaria y el torpe liderazgo del presidente Trump. Claramente, Bolton piensa que es más inteligente y astuto que su antiguo jefe. Quizás él sustenta este argumento más convincentemente en otros capítulos de su libro que en el titulado “Venezuela Libre”.
Al contar la historia de la campaña de 18 meses de la administración Trump para derrocar el narcoregimen dirigido por Nicolás Maduro, Bolton expone su propia ingenuidad y la formulación de políticas de aficionados. Trata de culpar a las dudas “vacilantes” de Trump por el fracaso de una estrategia endeble y fatalmente defectuosa, que fue traída a Trump por diplomáticos de carrera y una comunidad de inteligencia desorientada que responde a los venezolanos.
En su propia versión de cómo sucedió, Bolton nunca se detuvo para evaluar el objetivo muy complejo: un régimen criminal implacable, no solo otro dictador tropical. Si alguna vez le hubiera pedido a la comunidad de inteligencia que hiciera su trabajo, podría haberse dado cuenta de que la estrategia era una artimaña servida por los manipuladores cubanos de Maduro. (O podría haber descubierto una comunidad de inteligencia saturada por la inteligencia Cubana). En cambio, Bolton y los asesores de alto nivel descartaron el uso de la fuerza, sin sopesar las opciones para representar una amenaza creíble y sin informar al comandante en jefe que buscó tales opciones expresa y repetidamente.
Trump tenía razón al tener dudas sobre una estrategia inestable y sobre Juan Guaidó, el líder respaldado por Estados Unidos que Trump consideraba débil, aunque Bolton tenía razón al preocuparse de que el matón ruso Vladimir Putin sembrara estas dudas con el objetivo de imponer su propio camino en Venezuela.
Bolton explica que Trump quería “hacer algo” en Venezuela, y le tocó encontrar algo que hacer. Estados Unidos rápidamente puso todo su peso diplomático detrás de Guaidó, el presidente de la Asamblea Nacional, como el sucesor legítimo del “usurpador” Maduro. Era una solución constitucional respaldada por una legislatura elegida democráticamente, sin duda digna de consideración.
Sin embargo, cuando Bolton decidió escribir sobre su astucia los observadores bien informados ya sabían cómo y por qué la estrategia falló. El bloque de Guaidó no solo fue irresoluto, sino que la mayoría de los líderes de la oposición habían cerrado acuerdos separados con el régimen y sus compinches. Los políticos de Washington fueron informados de este trágico defecto en su plan, pero, aparentemente, nadie se lo contó a Bolton.
El régimen de Castro, que ha pasado 60 años observando el gatillo del tío Sam, sabía en ese momento que Bolton no estaba preparando opciones militares. Al igual que todos los demás. Al principio de esta campaña, Bolton mantuvo un aluvión de tweets (de tres a cinco por día) destinados a apelar a la conciencia de los posibles rebeldes en el ejército o sembrar la discordia entre los líderes del régimen. La broma entre los venezolanos era “cada tweet está sobre la mesa”, en otras palabras, la intervencion militar no estaba.
Aparentemente, Bolton todavía no se da cuenta de que estaba enfrentándose a un enemigo que lo estaba alimentando con la desinformación suficiente para mantener una estrategia imposible. Bolton sugiere que el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, obviamente estaba reflexionando sobre su futuro, porque se le enfrentó en una batalla de Twitter. En un pasaje particularmente patético en la historia de Bolton (página 277), éste recuerda a la esposa de Guaidó diciendo: “El régimen se pregunta si la amenaza militar de los Estados Unidos es creíble, pero tienen más miedo cuando John Bolton comienza a tuitear”. ¿Bolton podría haber creído algo tan completamente ridículo?
No por casualidad, Padrino López más tarde desempeñaría un papel principal en una obra de teatro de guerrilla, en 30 de abril de 2019. Bolton explica en detalle lo cerca que estuvo la administración de Trump de inducir una rebelión contra Maduro. Todavía no se da cuenta, aparentemente porque los diplomáticos y los oficiales de inteligencia aún tienen que descubrir o admitir, que todo el episodio fue manejado por los cubanos, utilizando a los compinches del régimen y los llamados aliados de la oposición para engañar a Bolton y su equipo para que pensaran que tenían a Maduro contra las cuerdas.
Al presidente Trump nunca lo convenció Guaidó y consideró a Maduro un cliente “duro”. Sus instintos eran correctos. Buscó opciones militares para enfrentar al régimen en Venezuela; tenía razón al exigir opciones. En estas preguntas extraordinariamente importantes, Trump tenía razón y Bolton estaba equivocado. De hecho, Bolton presenta un caso sólido que respalda la frecuente queja de Trump de que el gobierno de Obama le dejó muchos problemas para limpiar. Bolton explica lo que encontró: “La creciente influencia Rusa, China, Iraní y Cubana en todo el hemisferio no había sido una prioridad” durante ocho años. Verificación de hechos: Correcto.
Roger F. Noriega fue embajador de los Estados Unidos en la Organización de los Estados Americanos y subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental de 2001 a 2005. Es miembro visitante del American Enterprise Institute, y su firma Visión Américas LLC asesora a clientes estadounidenses y extranjeros.