En las últimas semanas, China ha enviado decenas de miles de tropas a su disputada frontera con India en Ladakh, en lo alto del Himalaya.
Parece que Pekín se está preparando para una invasión a gran escala del territorio indio.
Este despliegue se produjo mientras el gobernante chino Xi Jinping, en palabras del Diario de China del Partido Comunista, pronunciaba un “discurso a favor de la paz, el desarrollo y la cooperación” para celebrar el centenario de la fundación del Partido.
“El pueblo chino nunca ha intimidado, oprimido o subyugado al pueblo de ningún otro país, y nunca lo haremos”, dijo Xi el 1 de julio.
En mayo del año pasado, el Ejército Popular de Liberación trasladó tropas al sur de la Línea de Control Real en Ladakh, es decir, a territorio controlado por la India. Un mes después, en la noche del 15 de junio, los soldados chinos lanzaron un ataque sorpresa, matando a 20 soldados indios.
India respondió reforzando sus fuerzas y lanzando un contraataque en agosto. China aumentó entonces su número de tropas, pasando de 15.000 soldados hace un año a 50.000 en este momento. Pekín también ha llevado armas avanzadas a la zona y ha empezado a construir bases.
Ladakh no es el único punto caliente del Himalaya. Hay una invasión china en el Sikkim indio, así como incursiones en los vecinos Bután y Nepal.
La campaña de Pekín contra India ha sido multifacética. “Desde junio del año pasado, se produjo un ataque atribuido a China contra la red eléctrica de Mumbai, terroristas maoístas vinculados a China mataron a otras 20 fuerzas de seguridad indias, y fuimos testigos de un ataque destructivo contra una planta de fabricación de piezas de iPhone que parece formar parte de una operación de guerra política de Pekín para desalentar el cambio de las cadenas de suministro a la India”, dijo a Gatestone Cleo Paskal, de la Fundación para la Defensa de las Democracias.
Como resultado, muchos en India ven ahora a China bajo la peor luz posible. Como explica Paskal, “la amplitud y profundidad de la agresiva guerra sin restricciones del Partido Comunista contra la India lleva a pensar que no hay barreras para el comportamiento maligno de Pekín”.
El pueblo indio tiene razón en estar preocupado. China ha cambiado la definición de “guerra”, y uno de sus instrumentos es la enfermedad. Si el SARS-CoV-2, el agente patógeno causante del COVID-19, no empezó como un arma biológica, los dirigentes del Partido Comunista Chino lo convirtieron en una, mintiendo sobre su contagio y presionando a otros países para que aceptaran a los enfermos llegados de China.
“No es de extrañar que muchos indios piensen que su segunda oleada de coronavirus fue una liberación deliberada por parte de China para debilitarlos aún más”, señala Paskal.
Parece que Pekín está pensando incluso en utilizar armas nucleares para la próxima guerra.
El Washington Post informó que China parece estar construyendo, en un área que cubre más de 700 millas cuadradas en el desierto de Gansu, 119 silos de misiles para el misil balístico intercontinental DF-41 de diez cabezas. Si se suman a otros 26 silos que el ejército chino está construyendo en otros lugares, China podría albergar pronto desde estos emplazamientos fijos tanta potencia de fuego como el actual arsenal nuclear de Estados Unidos. Cuando se añaden los misiles chinos transportados en lanzadores móviles y submarinos, las ojivas de China podrían acabar superando a las de Estados Unidos.
Dado que Pekín ya dispone de un número suficiente de armas nucleares para disuadir a otros -China ha tenido durante mucho tiempo suficientes armas para una llamada “disuasión mínima”-, parece que los planificadores militares chinos están pensando en utilizar las armas nucleares con carácter ofensivo. Los oficiales de bandera y los líderes políticos de China han amenazado en público con utilizar su arsenal de esta manera.
En cualquier caso, Xi Jinping, en su belicoso discurso del 1 de julio, prometió “romper cabezas y derramar sangre” de aquellos que se interpongan en lo que son, en esencia, sus planes de tomar territorio bajo el control de otros.
Más significativamente, amenazó con derribar el actual sistema internacional westfaliano de Estados soberanos, establecido en 1648. “El Partido Comunista de China y el pueblo chino, con su valentía y tenacidad, proclaman solemnemente al mundo que el pueblo chino no solo es bueno para derribar el viejo mundo, sino también para construir uno nuevo”, dijo Xi.
¿Un nuevo mundo? A lo largo de este siglo, Xi ha hecho referencias indirectas a la tianxia, o “todo bajo el cielo”. Durante dos milenios, los emperadores chinos creyeron que tenían tanto el mandato del Cielo para gobernar la tianxia como la obligación de hacerlo.
Últimamente, las referencias de Xi en sus declaraciones públicas se han hecho inequívocas, y sus subordinados han dejado claro que Xi cree que todos los que están fuera de China le deben obediencia.
Xi, al tiempo que escupe un lenguaje similar al de la tianxia y palabras belicosas, ha estado preparando al pueblo chino para la guerra. El 1 de julio, habló de que los extranjeros se encontrarían con un “muro de acero construido con la carne y la sangre de 1.400 millones de chinos”.
Además, se está preparando para utilizar su nuevo y reluciente ejército. Las enmiendas a la Ley de Defensa Nacional de China, que entraron en vigor a principios de este año, transfieren poderes de los funcionarios civiles a los militares.
Las enmiendas reducen el papel del Consejo de Estado del gobierno central y transfieren poderes a la Comisión Militar Central del Partido Comunista. En concreto, el Consejo de Estado dejará de supervisar la movilización del Ejército Popular de Liberación. A lo sumo, el gobierno central se limitará a aplicar las directrices del Partido.
Es cierto que la ley podría ser una mera postura -el Partido Comunista siempre ha tenido el control-, pero la señal es, no obstante, ominosa. La nueva ley, después de todo, contempla la movilización masiva de la sociedad para la guerra.
Los cambios señalan el creciente peso del Ejército Popular dentro del Partido y ponen de relieve la militarización de las relaciones exteriores del país. China se está convirtiendo rápidamente en un Estado militar.
El 1 de julio, Xi Jinping dijo al mundo lo que va a hacer. Estamos, con toda probabilidad, en los últimos momentos de paz.