“¿La democracia finalmente está echando raíces en Irak?” La semana pasada apareció un titular sobre un reportaje acerca del país devastado por la guerra, luego de que se conociera la noticia de que el ganador de las elecciones de mayo, el clérigo chiíta Moqtada al-Sadr, había logrado formar una coalición.
La nueva coalición está dominada por chiitas e incluye la alianza Fatah (Conquista) liderada por Hadi al-Ameri, un extremista chiíta cuya organización Badr mantiene una estrecha relación con el régimen islamista iraní y luchó del lado iraní en la guerra entre Irán e Irak en la década de 1980.
El otro socio de coalición de Al-Sadr será la alianza de victoria principalmente secular liderada por el actual primer ministro iraquí Haider al-Abadi, quien mantuvo lazos estrechos con la República Islámica y con Estados Unidos, que todavía tiene entre 5.200 militares y 9.000 soldados estadounidenses en Iraq.
Al-Abadi se presentó en una plataforma cruzada sectaria y su partido incluye a algunos políticos sunitas.
La mayoría de los ganadores en su lista eran chiíes y su bloque islámico Dawa, un partido islámico chiíta, formó la columna vertebral de las coaliciones dominadas por los chiíes que gobernaron Irak desde 2006 hasta el presente.
Una mirada más de cerca de la coalición de al-Sadr revela dos cosas.
Una de ellas es que Irán ha tenido éxito una vez más en dar forma al próximo gobierno iraquí mediante un intenso “cabildeo”, según dos políticos chiítas entrevistados por Associated Press.
Este es el caso a pesar del hecho de que al-Sadr nunca mantuvo buenas relaciones con Irán y siempre se posicionó como un nacionalista iraquí.
Ya en mayo, Qassem Soleimani, el astuto comandante de la Fuerza Quds de Irán, la brigada del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Iraní (CGRI) que tiene la tarea de exportar la Revolución Islámica en todo el Oriente Medio, intervino en el proceso de construcción de la coalición en Irak y se reunió con al-Sadr y otros políticos iraquíes.
El líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Khamenei, envió luego a su hijo Mojtaba a Bagdad, donde mantuvo conversaciones secretas con los líderes de los partidos políticos chiítas en Iraq.
Las conversaciones secretas duraron diez días y fueron supervisadas por los iraníes, reveló un político chiita en Irak.
Lo segundo es que la formación del gobierno de al-Sadr, donde él mismo no será primer ministro sino que actuará como un intermediario del poder, muy probablemente tendrá repercusiones negativas en las relaciones entre Estados Unidos e Iraq.
Aunque Al-Sadr, quien se postuló para una plataforma Irak First, ha dicho que quiere que todas las tropas extranjeras salgan de Irak, la inclusión de la alianza Fatah respaldada por Irán en el nuevo gobierno probablemente deletree el final de la alianza estadounidense-iraquí.
Tanto al-Sadr como al-Ameri son conocidos por su antiamericanismo, con el ‘Ejército Mahdi de al-Sadr luchando contra el ejército estadounidense y sus aliados cara a cara durante el aumento tras la ocupación estadounidense de Irak que comenzó en marzo de 2003.
“Esta coalición es un producto del deseo de Irán de influir en las fuerzas internas en Iraq”, dijo Wathiq al-Hashimi, del Grupo Iraquí de Estudios Estratégicos, a La Voz de América.
“Pero además de la Alianza Nacional chiíta, habrá una alianza sunita y una alianza kurda, y un retorno del sectarismo entre todos los bloques y facciones armadas… Esto es lo más peligroso en Irak en este momento”, al Hashimi añadió.
Los acontecimientos recientes en Irak indican que al-Hashemi podría tener razón en su predicción. Irak podría ser una vez más escenario de una severa violencia sectaria.
El 6 de junio, una explosión mortal sacudió la ciudad de Sadr en Bagdad cuando explotaron municiones y depósitos de armas pertenecientes, según los informes, a la milicia de al-Sadr ‘Compañías de Paz’ y mataron a 18 personas.
La explosión llevó a al-Sadr y otros políticos iraquíes a pedir al nuevo gobierno que desarme a todas las milicias, pero la probabilidad de que esto realmente suceda son escasas.
La organización que agrupa a Hashd al-Shaabi de las milicias, predominantemente chiíes, apoyadas por Irán, se convirtió en una parte integral de las fuerzas de seguridad iraquíes oficiales a fines de 2016 y no hay forma de que Irán permita su desarme.
Además, al-Sadr no ha ofrecido desarmar a su propia milicia de ‘Compañías de Paz’.
Hay más.
La semana pasada, Safa Hassan, un funcionario del gobierno iraquí, fue asesinado en la provincia sureña de Babil por un grupo de pistoleros desconocidos que detuvo su automóvil y, después de llevarse al conductor, acribilló a Hassan con balas.
Al mismo tiempo, miembros de la milicia Kata’ib Hezbolá participaron en un tiroteo con la policía en Bagdad, hiriendo a tres personas.
El tiroteo comenzó después de que la policía detuvo un automóvil que transportaba combatientes de la milicia que es parte de Hashd al-Shaabi.
El enfrentamiento entre Kata’ib Hezbolá y la policía iraquí en Bagdad fue visto por algunos como el comienzo de una lucha de poder por el control del aparato de seguridad en Irak.
Otra indicación de que Irak puede caer en un retorno a la violencia sectaria, es el regreso de ISIS en el país.
Después de perder su califato, los brutales sunitas jihadistas ahora participan en la guerra de guerrillas para lograr sus objetivos.
ISIS está nuevamente tratando de establecerse en la provincia de Kirkuk, rica en petróleo, y lleva a cabo ataques diarios contra las aldeas en el oeste de Kirkuk.
Un funcionario kurdo dijo a los medios locales que se espera que los terroristas de ISIS lancen un ataque contra la ciudad de Kirkuk, que fue capturada en parte por las milicias Hashd al-Shaabi el año pasado.
Los kurdos ahora planean devolver a su milicia Peshmerga a Kirkuk para defender la ciudad y han pedido a las Fuerzas Especiales de Estados Unidos en Irak que los ayuden en la reanudación de los combates contra el Estado Islámico.
Otro indicio de que ISIS está buscando una confrontación sectaria inspirada con el nuevo gobierno central dominado por los chiitas en Irak es un ultimátum que el grupo emitió para garantizar la liberación de las mujeres sunitas encarceladas.
Después de secuestrar a seis miembros de las fuerzas de seguridad iraquíes, ISIS amenaza con matarlos a todos en un plazo de tres días, a menos que el gobierno de Bagdad libere a presas sunitas.