La declaración del primer ministro británico, Keir Starmer, de que su país reconocerá un Estado palestino, constituye otro clavo en el ataúd de la moral y la lógica de los países de Europa occidental respecto al conflicto israelí-palestino.
Aunque Starmer sostiene que esta medida contribuirá a promover la paz en Oriente Medio, conviene subrayar que en el Reino Unido existen profundas divisiones en torno a la decisión del gobierno laborista de reconocer un Estado palestino. Nigel Farage, líder del partido derechista Reform UK —que encabeza las encuestas con amplia ventaja sobre el laborismo y se perfila como próximo primer ministro— declaró que un reconocimiento británico, en las actuales circunstancias, representaría un premio para Hamás. A diferencia de Starmer y de la izquierda británica, Farage mantiene una postura coherente con la lógica y los principios morales en lo relativo al conflicto israelí-palestino, y recalcó que muchos han olvidado que el objetivo de Hamás en su ataque terrorista del 7 de octubre fue exterminar al Estado de Israel y a su población.
En cualquier caso., que desde hace tiempo se alinea con la causa palestina en este conflicto. Para cualquier persona sensata, resulta evidente por qué Starmer ha decidido intervenir ahora en el asunto de Oriente Medio. La situación interna en el Reino Unido atraviesa una crisis profunda desde hace tiempo. La ciudadanía británica está indignada con el gobierno laborista por haber perdido el control de las fronteras del país.
Mientras la inmigración ilegal alcanza niveles alarmantes, las fronteras británicas permanecen desprotegidas y el contribuyente se ve obligado a costear con su propio dinero una política de inacción promovida por el gobierno laborista, Starmer opta por desviar la atención pública y centrarse en la guerra israelí-palestino.
El primer ministro británico incluso se permitió aclarar que no establece una equivalencia moral entre Israel y Hamás, y pidió al grupo terrorista palestino liberar a todos los secuestrados y deponer las armas. No obstante, su declaración, que ha sido calificada como vergonzosa, demuestra que la izquierda británica atraviesa una crisis tanto política como moral.
De hecho, no es la primera vez que un gobierno británico interfiere en los asuntos internos de Israel, especialmente cuando el Reino Unido enfrenta crisis internas. A comienzos de julio de 2020, en pleno avance de la pandemia de COVID-19, cuando el gobierno británico había perdido por completo el control de la situación y más de 9.000 personas murieron en una sola semana, el entonces primer ministro Boris Johnson eligió ocuparse de la guerra israelí-palestino, probablemente con la esperanza de desviar la atención pública. Johnson publicó un artículo en la prensa israelí en el que instaba al gobierno de Israel a no aplicar la soberanía sobre ciertos territorios en Judea y Samaria, que según su interpretación pertenecen a los palestinos. Además, advirtió a la ciudadanía israelí que las propuestas de anexar el valle del Jordán y los principales bloques de asentamientos —zonas que, según el plan de paz de Trump, serían incorporadas a Israel— no se concretarían, y que su implementación, con el objetivo de reforzar las fronteras del país, contradecía los intereses a largo plazo de dicha propuesta.
Johnson afirmó que la anexión constituiría una violación del derecho internacional, y advirtió que el Reino Unido no reconocería cambios en las líneas de 1967 derivados de una acción unilateral de Israel, salvo aquellos que fueran acordados por ambas partes. Como se sabe, la soberanía no se aplicó finalmente debido a los Acuerdos de Abraham, pero aquella injerencia británica fue percibida por muchos en Israel como un gesto improcedente, de la misma manera que ahora lo es la declaración de Starmer, objeto de duras críticas.
En resumen, más allá de la ingenuidad de Starmer y de la izquierda británica al suponer que el reconocimiento de un Estado palestino conducirá a la paz, lo que vuelve a quedar en evidencia es el doble rasero que se aplica a la legítima defensa de Israel. En este contexto, cabe preguntarse por qué Starmer no alzó la voz cuando miles de personas fueron masacradas bajo el régimen yihadista en Siria. Tal vez sería más pertinente que el gobierno laborista del Reino Unido se concentrara en recuperar el control de sus fronteras, en lugar de promover la creación de otro Estado yihadista en Oriente Medio que pondrá en peligro a Israel y también al propio Reino Unido.