Tras descomunal presión del mundo musulmán y la comunidad internacional, Israel retiró todos los detectores de metal y la infraestructura de videovigilancia del Monte del Templo de Jerusalén, donde se halla la mezquita de Al Aqsa.
Posiblemente para arrumbar la razón primera de que se instalaran los detectores –un ataque terrorista perpetrado el 14 de julio, en el que tres ciudadanos árabes israelíes mataron a dos policías israelíes drusos con armas que habían ocultado en la mezquita–, la Autoridad Palestina (AP) llamó a los musulmanes a boicotear el lugar y perpetrar una serie de días de la ira contra el Estado judío.
Clamando que los detectores de metal eran una “profanación” de la mezquita –que de hecho se levanta sobre el lugar más sagrado para el judaísmo y el tercero para el islam–, los palestinos dieron en protagonizar enfrentamientos violentos con las fuerzas israelíes de seguridad. El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, denunció a Israel y llamó a los musulmanes a “proteger” Jerusalén.
Un adolescente posteó en Facebook su intención de convertirse en un “mártir” antes de penetrar en el hogar de una familia judía en la Margen Occidental y asesinar a tres de sus miembros. Mientras este terrorista era tratado de sus heridas en un hospital israelí, la AP celebraba sus acciones y ponía en marcha un mecanismo por el cual recibirá un salario de más de 3.000 dólares mensuales por su intento de convertirse en “mártir” mediante el asesinato de judíos.
El 23 de julio, en Jordania –país que tiene confiada la custodia del Monte del Templo a través delWaqf–, un terrorista atacó a un oficial de seguridad israelí en el complejo de la embajada de Israel en Amán. En defensa propia, el oficial le disparó y mató, matando también, en el fuego cruzado, a otro jordano. Gracias a un acuerdo entre las autoridades jordanas e israelíes, se liberó al guardia, aparentemente a cambio de la promesa de que se eliminarían los detectores de metalmetal en el Monte del Templo.
Los detectores, sin embargo, no tenían nada que ver con la auténtica razón de que la atmósfera esté tan inflamada; eso es cosa de la facción Fatah del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmud Abás, y de la organización terrorista Hamás, que gobierna la Franja de Gaza, no obstante el hecho de que lo que provocó su instalación fue el ataque de los musulmanes israelíes contra los drusos israelíes. En realidad, las medidas de seguridad fueron adoptadas por Israel para proteger a todo aquel que accediera al recinto, donde solo se permite rezar a los musulmanes, mientras los cristianos y los judíos solo pueden visitarlo bajo estricta supervisión.
La prueba de que la violencia no la provocaron las medidas destinadas a impedir que terroristas introduzcan armas letales en el Monte del Templo se encuentra en el hecho de que los detectores de metal son frecuentes en las más importantes mezquitas del Medio Oriente, y en que más de 5.000 cámaras de vigilancia (y 100.000 guardias de seguridad) monitorizan a los peregrinos que acuden a La Meca, en Arabia Saudí, durante el Haj. Además, todo aquel que vista el Muro Occidental, otro lugar sagrado para los judíos, ha de pasar por un detector de metal antes de acceder al mismo. La incitación antiisraelí en curso –que se sirve de los detectores de metal como excusa para denunciar que el Estado judío está tratando de alterar el statu quo del Monte del Templo– no solo deshonra al islam, sino que daña a los palestinos a los que el mundo dice querer defender.
Ha llegado la hora de que la comunidad internacional lo reconozca y deje de permitir que los radicales usen a los palestinos como peones de su agenda, transparente para todo el mundo, incluidos todos los musulmanes: destruir a Israel mediante su deslegitimación.
© Versión original (en inglés): Gatestone Institute
© Versión en español: Revista El Medio