¡Qué maravilla! El Estado de Israel es un milagro de Dios que ha logrado reunir a los judíos de todo el mundo en una sola nación, en un solo lugar, su amada tierra de Eretz Israel.
Los judíos han sido perseguidos a lo largo de la historia y han sufrido pogromos, opresión y discriminación en todos los lugares donde se establecieron, pero nunca perdieron la esperanza de regresar a su patria, y establecer su capital en la ciudad de Jerusalén.
A lo largo de los siglos, el anhelo de regresar a su tierra natal se mantuvo vivo en el corazón de cada judío, y las oraciones por este sueño se han transmitido de generación en generación. Pero su territorio fue invadido, y sus invasores nunca amaron Jerusalén. El Holocausto trajo consigo el genocidio de seis millones de judíos, pero los sobrevivientes emprendieron el viaje a Eretz Israel para hacer realidad su sueño de regresar a casa.
El día de la fundación del Estado de Israel, los países árabes quisieron destruirlos, pero milagrosamente lograron ganar la guerra de Independencia de 1948, la Guerra de Yom Kippur y la Guerra de los Seis Días. Hoy, Israel es una potencia tecnológica y de emprendimiento que ha hecho cultivable el desierto y ha inventado la máquina que produce agua del aire.
Además, Israel es ahora una democracia vibrante, pese a los disturbios que ha sufrido por la Reforma Judicial. Los judíos han construido una nación en la que la diversidad y el respeto por las libertades individuales son pilares fundamentales. A través de su historia, han logrado superar todas las adversidades y han demostrado su determinación y capacidad de resiliencia.
En definitiva, el Estado de Israel es una maravilla y un milagro de Dios que ha sobrevivido y ha prosperado en un mundo hostil. Una nación que ha superado todas las dificultades para convertirse en una potencia innovadora, tecnológica y democrática, capaz de ser un ejemplo para todos los países del mundo.