Henry Gao, de la Universidad de Gestión de Singapur, sostiene que el gobernante chino Xi Jinping dio marcha atrás repentinamente en su “política dinámica de cero COVID”, quizá el conjunto de medidas de control de enfermedades más draconiano del mundo, porque se creyó su propia propaganda y sobrestimó la capacidad de su régimen para gestionar las consecuencias.
Las consecuencias serán terribles. Los científicos predicen que 800 millones de personas contraerán la enfermedad en China este invierno. Algunos estiman que se infectarán 1.100 millones. Como dijo a 1945 Charles Burton, del Instituto Macdonald-Laurier, con sede en Ottawa, “hay una ola masiva de enfermedad y muerte miserable extendiéndose por toda China”.
¿Cometió Xi Jinping un error de política?
Lo más probable es que Xi no haya “decidido” nada. Una explicación mejor es que simplemente capituló ante la enfermedad.
¿Cómo?
De entrada, la política de Xi no había logrado contener la enfermedad. La Organización Mundial de la Salud cree que la actual “explosión” de casos en China no es el resultado del abandono de la política de cero-Covid, y las cifras de casos chinos filtradas tienden a apoyar la afirmación del organismo internacional.
Además, el Partido Comunista y el gobierno central chino ya no eran capaces de administrar su régimen de control de la enfermedad. En primer lugar, el pueblo chino, mediante protestas extraordinarias que comenzaron a finales de octubre, dejó claro que, después de tres años, ya no aceptaría las duras medidas de Xi.
En segundo lugar, los ayuntamientos asumieron la mayor parte del coste de la aplicación de los cierres “cero-Covid” y ya no podían permitírselos. Incluso la capital, Pekín, se estaba quedando sin efectivo para este fin.
En tercer lugar, la política de Xi estaba llevando rápidamente a la economía china a una profunda -o más profunda- contracción. Cero-Covid, a menudo aplicada mediante tácticas extremas, también estaba expulsando a las fábricas de China porque había perturbado -en algunos casos, gravemente- tanto la producción como el transporte.
Aunque estaba claro desde hacía tiempo que el enfoque de Xi era desastroso, el obstinado líder chino se aferró a él. Se reafirmó en esta política en su Informe de Trabajo, un discurso de casi dos horas que inauguró el XX Congreso Nacional del Partido Comunista el 16 de octubre.
“La posterior capitulación ante la enfermedad ha erosionado el apoyo de Xi en los altos círculos del Partido. Sus oponentes le han infligido una humillación”, Roger Garside, ex diplomático británico y autor de “China Coup: El gran salto hacia la libertad”, declaró a 19Cuarenta y Cinco.
Hay otros indicios de que Xi no es tan poderoso como hace unas semanas. La Conferencia Central de Trabajo Económico, celebrada este mes, aparentemente echó por tierra su emblemático programa de “Prosperidad Común”.
Mientras Xi ha ido perdiendo el control sobre el Partido Comunista, éste ha ido perdiendo el control sobre sus propios funcionarios. Un ejemplo: El 23 de este mes, los medios de comunicación estadounidenses y británicos informaron en detalle sobre las deliberaciones secretas de la Comisión Nacional de Salud de China.
Las revelaciones fueron estremecedoras: las actas de la comisión muestran que casi 37 millones de personas contrajeron la enfermedad el 20 de diciembre. Unos 248 millones de personas contrajeron Covid en los primeros 20 días de este mes. Bloomberg News calificó el brote de “el mayor del mundo con diferencia”. Se filtraron documentos que ahora se han publicado en Internet. Las asombrosas revelaciones sugieren que los funcionarios estaban tan disgustados que decidieron socavar el estado de su propio partido.
El Partido Comunista está aparentemente en modo pánico. La implacable propaganda está tratando de lograr lo imposible: retratar como sabia tanto la política de cero cólera como su completo y repentino abandono. “Durante tres años, China ha llevado a cabo una salvaje campaña propagandística para convencer al mundo de que su draconiano ‘zero-Covid’ era la forma más eficaz de combatir el virus”, declaró a 1945 Kerry Gershaneck, autor del reciente libro Political Warfare: Strategies for Combating China’s Plan to ‘Win Without Fighting’. “La narrativa sobre el ‘zero-Covid’ ha cambiado ahora”.
Entonces, ¿cómo escapa el Partido a las consecuencias de lo que la gente puede ver con sus propios ojos?
La estrategia del régimen, señala Gershaneck, es culpar a otros del desastre: “funcionarios de bajo nivel, fabricantes de vacunas y ‘fuerzas extranjeras’”. “A finales de diciembre, señaló, “el Ministerio de Asuntos Exteriores de China se puso en modo Guerrero Lobo una vez más para atacar a los medios de comunicación ‘occidentales’ por ‘exagerar y distorsionar’ en relación con la caótica gestión del Partido del fin de su política de cero COVID”.
El Partido, creyéndose representante de las fuerzas inevitables de la historia, no puede culparse a sí mismo. Dice al pueblo chino que siempre ha sido infalible, “grande, glorioso y correcto”. Este punto de vista ha dado lugar a sus absurdas y obviamente falsas narrativas propagandísticas, “disimulo extremo”, señala Burton. “La maquinaria propagandística trabaja horas extras”, me dijo.
“En cualquier sistema político, ya sea democrático o autocrático, cuando se abandona una política emblemática del máximo dirigente, es crucial que éste se esfuerce por mantener su autoridad presentando el cambio como si hubiera sido decidido por él”, observa Garside. “Xi Jinping no lo ha hecho”.
Así que Xi no cometió un error. Simplemente falló. La consecuencia es que aparentemente hay intensas luchas internas en la cúpula del Partido Comunista.
China, como resultado, parece inestable.