El régimen iraní ha conseguido elegir a dedo a Ebrahim Raisi como próximo presidente. Se trata de un golpe importante para el pueblo de Irán, que lleva cuatro décadas luchando por establecer un sistema de gobierno democrático que garantice el Estado de derecho, las libertades de expresión, prensa y reunión, y el respeto de los derechos humanos en el país.
Raisi no es un político corriente. Se le conoce como “El Carnicero” por su papel en la “Comisión de la Muerte” en la década de 1980. Muchos iraníes lo desprecian de verdad por su sangriento historial.
Tras su victoria orquestada en las elecciones del mes pasado, la secretaria general de Amnistía Internacional, Agnes Callamard, hizo una importante declaración sobre sus antecedentes. Dijo: “Que Ebrahim Raisi haya llegado a la presidencia en lugar de ser investigado por los crímenes contra la humanidad de asesinato, desaparición forzada y tortura, es un sombrío recordatorio de que la impunidad reina en Irán. En 2018, nuestra organización documentó cómo Ebrahim Raisi había sido miembro de la “comisión de la muerte” que desapareció por la fuerza y ejecutó extrajudicialmente en secreto a miles de disidentes políticos en las cárceles de Evin y Gohardasht, cerca de Teherán, en 1988. Las circunstancias que rodean el destino de las víctimas y el paradero de sus cuerpos son, hasta el día de hoy, sistemáticamente ocultados por las autoridades iraníes, lo que constituye un crimen contra la humanidad en curso.”
Los crímenes contra la humanidad del presidente electo y su papel en la masacre de decenas de miles de presos políticos no deben ser ignorados ni subestimados. En cuestión de unos dos meses, casi 30.000 presos políticos, algunos de los cuales participaron en la revolución de 1979 que llevó al clero al poder, fueron ejecutados de forma precipitada.
En una de las mayores purgas masivas de disidentes de la historia, algunos presos políticos fueron alineados ante un pelotón de fusilamiento y otros fueron ejecutados en la horca. No hubo juicios y muchos no supieron que iban a ser asesinados hasta unos minutos antes de su ejecución. Los que murieron fueron enterrados en fosas comunes sin que sus familias fueran informadas de su suerte o su paradero.
Este suceso conmocionó a la nación y muchas familias siguen sin saber dónde están enterrados sus seres queridos. Entre los ejecutados había niñas, mujeres embarazadas y niños. Al parecer, las mujeres fueron violadas delante de sus maridos o hermanos. El difunto Hussein-Ali Montazeri -uno de los padres fundadores del régimen, además de activista de los derechos humanos, teólogo y sucesor designado del líder supremo, el ayatolá Jomeini, hasta los últimos momentos de su vida- escribió en sus memorias: “Muchas de las que estaban siendo arrestadas… eran niñas y las estaban ejecutando acusadas de hacer la guerra a d*os. Les dije a los funcionarios judiciales y a los funcionarios de Evin y a otros… que no debían ejecutar a las niñas. Les dije a los jueces que no escribieran sentencias de muerte para las niñas. Esto es lo que dije. Pero ellos pervirtieron mis palabras y me citaron diciendo: ‘No ejecuten a las niñas. Primero casadlas por una noche y luego ejecutadlas’”.
Lo que también resulta chocante es que Raisi se sienta orgulloso de su papel en las ejecuciones masivas. Cuando se le preguntó al respecto, dijo que en realidad debería ser aplaudido por sus acciones. “Todo lo que he hecho en el tiempo que llevo en el cargo ha sido para defender los derechos humanos. Si un jurista, un juez o un fiscal ha defendido los derechos de las personas y la seguridad de la sociedad, hay que aplaudirle y animarle por preservar la seguridad de las personas frente a las agresiones y amenazas”, dijo. Otro miembro de la llamada Comisión de la Muerte, Mostafa Pourmohammadi, se hizo eco de ese mensaje cuando se jactó de estar orgulloso de “cumplir la voluntad de d*ios” y afirmó que no había perdido el sueño por lo que hizo.
Raisi es un hombre extremadamente peligroso. También hay que tener en cuenta que era el jefe del poder judicial de Irán cuando unas 1.500 personas, entre ellas adolescentes y cientos de mujeres, fueron asesinadas y muchas más detenidas, encarceladas y torturadas durante las protestas de 2019.
Corresponde a la ONU y a Occidente abrir una investigación formal sobre las acciones de Raisi y llevarlo ante la justicia.