El líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, entre los muy pocos en el mundo árabe que respondieron a los resultados de las elecciones en Israel, advirtió rápidamente sobre los tiempos difíciles para su organización y sus socios en el eje del mal, Irán y Siria: “Nosotros estamos enfrentando una nueva etapa de cooperación sin precedentes entre Estados Unidos e Israel bajo el liderazgo de Netanyahu y Trump”.
Para Nasrallah y sus amigos, los resultados de las elecciones indican la continuación y quizás incluso la intensificación de la política agresiva y decidida de Israel, con el respaldo estadounidense y el acuerdo tácito de Moscú, con el objetivo de evitar que Irán establezca una presencia en Siria. Varios informes en los meses previos a la elección, en los que Teherán trató de influir en los resultados al provocar una conflagración en Gaza y quizás en otros frentes, insinuaban el estado de ánimo de Nasrallah y sus maestros iraníes. Esta táctica iraní, sin embargo, si de hecho hubo una, fracasó. Israel, junto con sus socios árabes, no cayeron en la trampa iraní y Teherán y Beirut no tienen más remedio que mirar el futuro con preocupación.
Esta preocupación por parte de Nasrallah y sus patrocinadores en Irán es especialmente notable si se considera el hecho de que las elecciones israelíes apenas despertaron interés en el mundo árabe, que está sumido en sus propios problemas. En las últimas semanas, la “primavera árabe” estalló nuevamente en varios países musulmanes, lo que llevó a la caída del presidente argelino Abdelaziz Bouteflika después de dos décadas de gobierno y el presidente sudanés Omar al-Bashir después de tres décadas en el poder. Junto a estos dos países, que hasta hace poco se percibían como símbolos de estabilidad después de haberse salvado hace casi una década de la primavera árabe inicial, una guerra civil sangrienta continúa en Yemen e incluso en Siria los disturbios civiles continúan a latentes a pesar de las apariencias de que ha sido contenida por el régimen de Assad.
En esta realidad de un mundo árabe fracturado que se derrumba bajo el peso de sus propios problemas, Israel es visto como una fuerza estable, creíble y poderosa, por lo que numerosos líderes regionales están optando por apoyarse en el Estado Judío en un esfuerzo por garantizar la calma y la estabilidad.
En el pasado, el mundo árabe seguía de cerca las elecciones israelíes, que siempre eran ampliamente cubiertas en la prensa árabe. Los gobernantes árabes nunca ocultaron a sus candidatos preferidos. Estos líderes tradicionalmente apoyaban a los candidatos israelíes que percibían como socios potenciales, ya sea en su lucha contra los extremistas o en los esfuerzos para promover la paz. Por ejemplo, el presidente egipcio Anwar Sadat apoyó al primer ministro Menachem Begin, su socio en la firma de los Acuerdos de Camp David, en las elecciones de 1981.
Esta vez, sin embargo, muchos en el mundo árabe asumieron que poco cambiaría a pesar del resultado de las elecciones en Israel. Además, la reelección de Netanyahu no ha provocado ningún alboroto discernible y podemos suponer que algunos líderes árabes incluso soltaron un suspiro de alivio al saber que continuaría sirviendo como primer ministro. Estos gobernantes quieren estabilidad y temen cualquier indicio de cambio. Tampoco ocultan su deseo de un liderazgo israelí que se perciba como agresivo e incluso militante hacia Irán, por no mencionar que es bien aceptado por la Casa Blanca y capaz de promover sus intereses en Washington.
Estos líderes árabes, por lo tanto, identifican una confluencia de intereses entre ellos e Israel y quieren que Israel sea estable e incluso fuerte. Este es un desarrollo de suma importancia en las relaciones árabe-israelíes. Por lo tanto, es seguro asumir que esta tendencia, que se ha desarrollado en la última década, se volverá aún más prominente con el próximo gobierno israelí.
La falta de interés del mundo árabe por la elección de Israel y, lo que es más importante, el deseo de mantener el statu quo, también demuestra la importancia y la centralidad de la cuestión palestina. Muchos de los regímenes árabes están nuevamente dispuestos a luchar y ciertamente no están dispuestos a sacrificar sus propios intereses, en nombre de los palestinos.
Esta realidad podría ayudar a impulsar las iniciativas de paz regionales e internacionales, entre las que destaca el “acuerdo del siglo” de la administración Trump, que planea presentar pronto. Muchos regímenes árabes también tienen interés en la paz y la estabilidad y posiblemente estén más dispuestos que nunca a presionar a los palestinos para que logren este objetivo.