Está surgiendo una “guerra tecnológica” mundial que probablemente dará forma a la seguridad económica y nacional de Estados Unidos hasta bien entrado el siglo XXI. Muchas tecnologías se han convertido en el centro de esta guerra, con ganadores y perdedores que ya están empezando a emerger. En este punto, Estados Unidos se encuentra en una clara desventaja.
Irónicamente, las semillas de este conflicto emergente fueron sembradas inadvertidamente por los Estados Unidos. El mundo ha visto el impacto de la tecnología, cómo ha llevado a la acumulación de una riqueza significativa y una capacidad militar abrumadora con alcance global. Con aproximadamente una cuarta parte del producto interno bruto mundial y del gasto militar que excede el gasto de las próximas siete naciones combinadas, Estados Unidos se convirtió en lo que algunos han llamado la “hiperpotencia” del mundo. Y otras naciones también quieren participar, lo que ha significado una creciente competencia y ahora una guerra tecnológica emergente.
Hoy en día, se están produciendo importantes cambios en el desarrollo tecnológico que podrían afectar drásticamente al orden mundial. El continuo cambio en el gasto mundial en investigación y desarrollo pone de relieve hasta qué punto se ha erosionado el dominio de Estados Unidos. En 1960, cuando se consideraba a nivel federal, industrial y académico, los Estados Unidos representaban el 69 por ciento de la I+D mundial. En 2016, Estados Unidos representaba solo el 28 por ciento de la I+D mundial. Con tal cambio, no es de extrañar que ya no se pueda asegurar el liderazgo y la superioridad de la tecnología de Estados Unidos.
Las primeras líneas de escaramuza de esta creciente guerra tecnológica se pueden ver en varias áreas clave. En la próxima generación de comunicaciones inalámbricas, la competencia 5G, que probablemente verá velocidades de Internet cien veces superiores a las actuales, es nada menos que una carrera armamentista entre China y Estados Unidos, con la seguridad nacional y las consecuencias económicas en juego. La compañía china Huawei parece estar posicionada para emerger como líder, y el reciente acuerdo entre Rusia y Huawei pone aún más de relieve esta preocupación.
Mientras que la industria biotecnológica de China representa actualmente menos del 10 por ciento de la industria biotecnológica de Estados Unidos, es probable que continúe la rápida expansión de China hacia la biología, la genómica y el diagnóstico molecular. China ha hecho grandes inversiones en la secuenciación del genoma que tienen el potencial de verlas dominar también en esta área. El primero en dominar la comprensión del genoma humano completo tendrá ventajas significativas en áreas como la medicina personalizada. El hecho de que Pekín haya definido la biotecnología como una “industria estratégica emergente” demuestra ampliamente el deseo de China de convertirse en un líder mundial en este espacio.
La inteligencia artificial (IA) y la cibernética también han surgido como componentes importantes en esta guerra tecnológica. Parece que casi ningún tema es inmune a las discusiones sobre el potencial de la inteligencia artificial, desde los robots habilitados para la IA que podrían llevar a una sociedad sin trabajadores hasta los robots asesinos en un futuro campo de batalla. En el ciberespacio, los ataques de alto perfil han puesto en tela de juicio la seguridad de Internet, la protección de los datos que residen en el ciberespacio y nuestra propia privacidad.
En otras áreas como la computación cuántica, los drones, la nanotecnología y la hipersensibilidad se libran menos escaramuzas públicas, pero no por ello menos importantes. Los ganadores obtendrán indudablemente ventajas claras sobre la competencia.
Dada esta guerra tecnológica emergente, ¿qué se puede hacer?
Primero, los aliados serán más importantes que nunca. Las asociaciones deben formarse con aliados clave para compartir y proteger las ventajas tecnológicas clave. También deben seguir fortaleciéndose las alianzas entre el gobierno, la industria y el mundo académico para garantizar el máximo beneficio de cada dólar invertido en I+D. Esto es especialmente importante dado el cambio hacia una mayor proporción de financiación de I+D por parte de las empresas en relación con la financiación federal por un margen de 2:1. La iniciativa china Belt and Road Initiative también debería ser motivo de preocupación, ya que, en su esencia, está diseñada para ampliar la influencia de China.
Segundo, la administración Trump debe desarrollar prioridades tecnológicas, y las tecnologías consideradas vitales para la seguridad económica y nacional de Estados Unidos deben recibir inversiones para estimular los avances y promover el liderazgo de Estados Unidos. El reciente llamamiento de la administración para que la industria invierta más en investigación básica, en lugar de financiación gubernamental, parece poco previsor y debería reconsiderarse a la vista de la guerra tecnológica emergente. Una reevaluación de programas tales como controles de exportación, programas para aprobar transacciones de inversión extranjera y protecciones a la propiedad intelectual también sería útil tanto para proteger como para promover la tecnología de Estados Unidos.
En tercer lugar, las cadenas mundiales de suministro, que incluirán corrientes de tecnología, deben gestionarse cuidadosamente. La perturbación de estas complejas cadenas de suministro mundiales tendrá efectos de segundo y tercer orden que serán difíciles de predecir. La prohibición de Huawei de la administración Trump probablemente perjudicará los resultados de las empresas estadounidenses y afectará negativamente a la competitividad de Estados Unidos en el espacio 5G. Del mismo modo, la decisión de Estados Unidos de detener la entrega de material, equipo y entrenamiento de los cazas F-35 a menos que Turquía cancele la compra del sistema de misiles de defensa aérea ruso S-400 parece contraproducente. También destaca que las naciones estarán preparadas para ir a otra parte si Estados Unidos no está dispuesto a compartir su tecnología, como en el caso del sistema de misiles de defensa antiaérea Patriot.
La guerra tecnológica emergente debe ser una prioridad nacional. Será un tipo diferente de conflicto, medido a lo largo de décadas y librado en laboratorios, centros de investigación y en industrias clave. El papel de los gobiernos debería consistir en apoyar e incentivar la investigación, el desarrollo y la innovación. Y prevalecer en esta guerra tecnológica emergente será esencial para mantener la seguridad económica y nacional de Estados Unidos.