Cuando se trata de Siria, el presidente estadounidense Donald Trump es como el Gran Duque Viejo de York en la canción infantil. Cuando subió a sus tropas a la colina, estaban arriba, y cuando las bajó de la colina, estaban abajo. Pero cuando estaban a mitad de camino hacia la cima de la colina, no estaban ni arriba ni abajo.
La repentina decisión de Trump el 6 de octubre de permitir una tercera incursión turca en Siria no solo tomó por sorpresa a Estados Unidos y al resto del mundo, sino que ha entregado el control del planeamiento de Siria a Rusia. Por iniciativa de Rusia, Turquía ha invocado el Acuerdo de Adana de 1998 entre Turquía y Siria para legitimar su funcionamiento, ya que considera que la YPG (Unidad de Protección Popular) kurdo sirio es una rama del PKK turco y una amenaza para la seguridad y la estabilidad de Turquía.
El acuerdo alcanzado entre Rusia y Turquía en Sochi el 22 de octubre restringe el control de Turquía a una zona de 75 millas entre Tel Abyad y Ras al-Ayn a una profundidad de 20 millas, y prevé patrullas conjuntas turco-rusas. Como se ha señalado en la Asamblea General de la ONU, el plan del presidente turco Recep Erdogan es reasentar a dos millones de refugiados sirios en esta “zona segura” a un coste de 53.000 millones de dólares. No se prevén créditos para las 300.000 personas que ya han sido desplazadas por la Operación Primavera de la Paz, ni para las 167.000 expulsadas de África por la Operación Rama de Olivo.
El analista de asuntos de Oriente Medio Seth Frantzman ha escrito en el libro After ISIS sobre la desconexión de Estados Unidos. El Departamento de Estado quería trabajar con Ankara, la CIA prefería a los rebeldes y el Pentágono al YPG. Ahora que el secretario de Defensa Jim Mattis, el enviado presidencial Brett McGurk y el asesor de Seguridad Nacional John Bolton se han ido, no hay nadie que le ponga una correa a Trump.
La decisión del presidente de no oponerse a la invasión de Turquía, que Trump ha llamado “estratégicamente brillante”, fue calificada en el Washington Post por Brett McGurk de “estratégicamente atrasada”. El último movimiento, enviar las fuerzas estadounidenses que han sido retiradas a Irak de vuelta a Siria para defender los yacimientos petrolíferos de Deir ez-Zor en manos de los kurdos, fue igualmente impredecible.
La idea de asegurar los campos petroleros ha captado la atención de Trump, y como alto funcionario de la administración ha admitido en Política Exterior: “Eso es probablemente para jugar a POTUS”. El Secretario de Defensa Mark Esper ha explicado: “Aseguraremos los campos petroleros para negar su acceso a ISIS y a otros actores en la región y para asegurar que las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) [Fuerzas Democráticas Sirias lideradas por Kurdos] tengan acceso continuo”.
Ahora el presidente tiene una nueva consigna, “Mantener el petróleo”, pero esto ignora el hecho de que el régimen de Bashar Assad, respaldado por sus aliados rusos e iraníes, podría estar interesado en recuperar el control de los propios recursos de Siria.
Al mismo tiempo, en contraste directo con los planes de Trump de retirarse, hay informes de fuerzas estadounidenses que regresan al noreste de Siria para reconstruir bases militares evacuadas durante la Operación Primavera de la Paz.
Rusia ha tenido una alianza de larga data con Siria, que se remonta a 1944, y como concluye Frantzman, ha sacado provecho del caos en la región y el aumento de ISIS en su beneficio. Una serie de políticas incrementales pero consistentes han hecho que parezca más confiable que los Estados Unidos.
En las conversaciones de paz celebradas en Astana en enero de 2017, los diplomáticos rusos distribuyeron un proyecto de constitución para la República Siria (no para la República Árabe Siria), que habría constituido una base sólida para una solución. Esto incluía una garantía para la protección de la diversidad cultural, disposiciones para la diversidad religiosa e ideológica y el pluralismo político, así como la igualdad de oportunidades para las mujeres y la protección del medio ambiente. También reconoció la autonomía cultural kurda. Sin embargo, la oposición siria rechazó el proyecto.
En 2017, Rusia y el YPG disfrutaron de una estrecha cooperación para expulsar a ISIS de la región Deir ez-Zor al este del Éufrates, en el curso de la cual aviones rusos llevaron a cabo 672 misiones y bombardearon más de 1.450 objetivos. El comandante del YPG, Sipan Hemo, también recibió un premio por su heroísmo por parte de la presidencia del Estado ruso. Sin embargo, esto no impidió que Rusia hiciera la vista gorda ante la Operación Escudo del Éufrates de Turquía en 2016, y que diera luz verde a la Operación Rama de Olivo en África en 2018.
Turquía ha vetado la representación de los kurdos sirios del noreste de Siria en el comité constitucional encargado de redactar una nueva constitución siria. Sin embargo, el ministro de Asuntos Exteriores ruso Sergey Lavrov ha declarado que la cuestión kurda es mucho más amplia que la dimensión de la crisis siria, y que Rusia ha creado condiciones que le permitirían llegar a un acuerdo sobre el destino de los kurdos en Siria con calma en lugar de hacer pausas entre las acciones de combate.
Es lamentable que Trump, que ha puesto tanto énfasis en un buen trato, haya excluido a los Estados Unidos de ser parte de la solución.
El escritor es comentarista de asuntos turcos en la prensa danesa e internacional.