Liderando un grupo de naciones, China y Rusia, están disputando el poder global de los Estados Unidos. El mundo unipolar, una vez liderado por los Estados Unidos, se está transformando lenta pero constantemente en un mundo multipolar. En ningún lugar este desarrollo se está desarrollando rápidamente como en el gran Medio Oriente donde Rusia y China están disputando el poder duro (poder político y militar) y el poder blando (poder económico) de los Estados Unidos.
En el corazón de esta hemorragia de poder americano está el desorden de los aliados americanos que han hecho de la aplicación de las estrategias americanas un ejercicio de desilusión. Desde el colapso de la Unión Soviética, los Estados Unidos han aprovechado el poder duro y blando en el gran Oriente Medio, convirtiendo a Washington en el hacedor de reyes, desde el histórico Sind hasta la histórica Babilonia. No obstante, los Estados Unidos, a pesar de su error geopolítico en el Iraq, se han visto afectados a lo largo del tiempo y el espacio por un sinfín de conflictos locales y regionales entre sus aliados, lo que hace apenas posible seguir una estrategia global en el Oriente Medio. Las conflictivas y tensas relaciones kurdas-turcas, qataríes-saudíes, Qatar-EEUU, egipcio-turcas, argelino-marroquíes, israelíes-jordanas y libanesas-israelíes han sacado el tapete estructural-cinético de la diplomacia y la estrategia estadounidenses. En otras palabras, a pesar de la miopía de las visiones estratégicas de la administración Bush, Barack y Trump en el Oriente Medio, ninguna estrategia para el Oriente Medio puede funcionar en circunstancias peligrosas, que se ven profundamente afectadas por la rivalidad, las disputas históricas y las preocupaciones de seguridad nacional.
De hecho, tras la invasión estadounidense de Irak en 2003, Rusia ha explotado al máximo la incapacidad de los Estados Unidos para forjar un reajuste de sus fuerzas aliadas en el Oriente Medio y atenuar los conflictos y tensiones de la región. Esta política rusa, nacida de la estrategia global del país de reclamar tanto un papel central en los asuntos mundiales como una esfera de influencia, fue tanto una respuesta como un crecimiento de lo que los rusos perciben como un intento deliberado de los Estados Unidos de amenazar la estabilidad mundial y controlar a Rusia. En su discurso en la conferencia de seguridad de Munich en 2007, el presidente Vladimir Putin de Rusia se quejó de la dominación estadounidense en los asuntos mundiales y de la expansión de la OTAN en el Báltico y acusó a los Estados Unidos de desestabilizar el Oriente Medio.
“El proceso de expansión de la OTAN no tiene nada que ver con la modernización de la alianza”, dijo Putin. “Tenemos el derecho de preguntar, ‘¿Contra quién se dirige esta expansión?’”. Añadió que el mundo es ahora unipolar: “Un solo centro de poder. Un solo centro de fuerza. Un solo centro de toma de decisiones. Este es el mundo de un solo amo, un soberano… cualquier nación que asuma este último rol global lo destruye desde adentro”.
Resultó que Putin ha cumplido su deseo de reclamar un papel primordial a nivel mundial. Su participación en Oriente Medio en general y en Siria en particular, ha hecho de Rusia prácticamente un punto focal para los aliados americanos que intentan proteger su seguridad nacional. Turquía, preocupada por el nacionalismo y el revanchismo kurdo, ha trabajado con Rusia para estabilizar Siria. Los kurdos, preocupados por el ataque turco en el norte de Siria, han buscado la protección rusa tanto de Turquía como del régimen sirio. El Líbano ha dado la bienvenida a un punto de apoyo ruso cerrando un acuerdo con Rosneft, la empresa petrolera estatal de Rusia, para desarrollar y operar instalaciones petroleras en la ciudad norteña de Trípoli. Además de convertirse en un actor del potencial sector energético del Líbano, Rusia está tratando de asegurar la frontera de Siria con el Líbano contrarrestando el apoyo islamista tripolitano a la oposición siria. A su vez, el Líbano busca tener a Rusia como contrapeso a la influencia iraní en el país. Preocupado por otra ola de manifestaciones populares contra los regímenes autocráticos, preocupado por la llegada de salafistas al Sinaí desde Siria, y preocupado por la participación turca en la guerra civil de Libia, Egipto ha mejorado su relación militar y política con Rusia. Además de ampliar la cooperación en la lucha contra el terrorismo, Egipto y Rusia llevaron a cabo ejercicios militares conjuntos, llamados Flecha de la Amistad-1, que duraron desde el 27 de octubre hasta el 7 de noviembre de 2019. Preocupado por el hecho de que Irán y su apoderado Hezbolá establezcan bases militares en el sur de Siria junto a la frontera con Israel, Israel firmó un acuerdo con Rusia según el cual Moscú no solo asegurará la frontera entre Israel y Siria, sino que también evitará que Irán construya bases militares en el sur de Siria.
Al mismo tiempo, Moscú y las capitales del Golfo Árabe han ido profundizando sus relaciones socioeconómicas. No menos importante, los dirigentes del Golfo Árabe perciben la profundización de las relaciones árabe-rusas como un contrapeso a la cooperación estratégica entre el Irán y Rusia. En octubre, durante su primera visita a Arabia Saudita y a los Emiratos Árabes Unidos desde 2007, Putin subrayó su deseo de mejorar las relaciones con el Golfo Árabe calmando su temor a una alianza entre el Irán y Rusia contra el Golfo Árabe. “Construimos relaciones bilaterales que se basan en las tendencias positivas generadas por nuestros contactos; no construimos alianzas contra nadie”, dijo. Por otra parte, Omán, Kuwait e Irak se han posicionado, con algunas variaciones, a igual distancia de Estados Unidos por un lado y de Irán y Rusia por otro. De manera ominosa, Irak ha pedido la retirada de las tropas de EE.UU. en Irak tras el asesinato estadounidense del Mayor General iraní Qassem Soleimani.
Sin duda, Rusia está intentando tener voz en el reajuste geopolítico de Oriente Medio, provocado por la inestabilidad, el sectarismo y la rivalidad entre Irán y Arabia Saudita. Ha sido capaz de apoyar simultáneamente a las partes en conflicto y proyectarse como una fuerza de estabilidad. A cambio, ha sido capaz de exigir concesiones militares y políticas. No cabe duda de que su intento es parte integrante de su estrategia mundial para frenar el poder hegemónico de los Estados Unidos asegurándose un papel mundial indispensable y una esfera de influencia, sobre todo en el Oriente Medio. Hasta ahora, ha tenido éxito en parte porque Washington no ha podido llevar a cabo una estrategia integral que aproveche el poder compuesto de sus aliados. La política de máxima presión de la administración Trump sobre Irán es un ejemplo de ello, ya que la mayoría de los aliados de los Estados Unidos, por diferentes razones, no han seguido la línea de la política estadounidense sobre Irán.
Más específicamente, Washington ha actuado más como juez que como superpotencia en la supervisión de una región análoga a un peligroso patio de recreo en el que los actores estatales se han comportado indisciplinadamente como niños. Uno podría invocar con seguridad el legendario proverbio árabe: “El juez de los niños se ha ahorcado”. No es de extrañar entonces, que Rusia haya hecho incursiones en el Medio Oriente a expensas del poderío de los Estados Unidos.