Hace solo un mes, el pueblo cubano, oprimido desde hace mucho tiempo, se levantó en un desafío histórico al brutal régimen de la isla. El mundo vio imágenes vívidas de cubanos saliendo a las calles para pedir el fin de la dictadura. Y gracias a las redes sociales, el mundo fue testigo de la salvaje represión del régimen y del valor del pueblo cubano. Luego, una semana después, todo se oscureció y el mundo siguió adelante.
¿Qué pasó?
El régimen de Castro-Díaz-Canel cortó el acceso a Internet, encarceló a cientos de manifestantes, envió a su infame policía secreta a por otros, y retuvo alimentos, atención médica y otros elementos esenciales de las mismas personas que se supone que deben proteger. Cuando la comunidad internacional no protestó, el régimen supo que tenía vía libre para continuar sus décadas de abusos.
Desde el momento en que estallaron las protestas espontáneas el 11 de julio, los asesores del presidente Biden a favor del compromiso oscilaron entre el silencio y los mensajes confusos, antes de pasar a las sanciones simbólicas y a la simpatía absoluta por el brutal régimen. La comunidad internacional no actuó mejor, limitándose a hacer la vista gorda.
Pero esto es lo que la administración Biden, las élites internacionales y los dictadores cubanos no entienden: No se puede volver al statu quo anterior al 11 de julio.
El régimen espera que los cubanos se cansen y se cansen, dejando que la pesada carga de décadas de opresión apague su esperanza. No hay forma de que el régimen que gobierna Cuba pueda atender los reclamos de su pueblo, porque si bien las protestas pueden deberse en parte a la crisis del COVID, los cubanos exigen un cambio político, libertades básicas y el fin del sistema dictatorial.
Son las mismas personas que fueron adoctrinadas desde su nacimiento por el régimen castrista. Se trata de un cambio notable, que pone de manifiesto el fracaso fundamental de la llamada revolución castrista. De hecho, es difícil exagerar el rechazo cultural de la revolución comunista.
Basta con tomar el himno informal de los manifestantes cubanos, una canción llamada “Patria y Vida”, que significa “patria y vida”. Creado por los afrocubanos, este nuevo lema es una contradicción directa con el “Patria o Muerte” del régimen, que significa “patria o muerte”.
Las pruebas del deseo de cambio del pueblo cubano están por todas partes.
Muchos artistas, poetas, compositores, escritores, actores y músicos se manifiestan contra el régimen, privando a la dictadura de legitimidad cultural. Y los afrocubanos, una comunidad marginada durante mucho tiempo en la isla, están cada vez más y más desafiantes en la vanguardia.
El único camino para el régimen de Castro-Díaz-Canel es la opresión brutal, facilitada, por desgracia, por la indiferencia estadounidense y mundial. Otros hombres fuertes de países como Rusia, China y Venezuela están ansiosos por lanzar un salvavidas al régimen. Nicolás Maduro necesita una Cuba estable para seguir apuntalando su propio gobierno ilegítimo, mientras que Vladimir Putin y Xi Jinping quieren desesperadamente un régimen antiestadounidense leal a ellos a solo 90 millas de la costa de Estados Unidos.
No hay duda de que tenemos que apoyar al pueblo cubano. La estrategia es de sentido común y directa; de hecho, he esbozado el camino a seguir en múltiples ocasiones durante el último mes.
En primer lugar, tenemos que ayudar a conseguir el acceso a Internet en la isla. Aunque el acceso por VPN es bueno, no es suficiente para superar los cortes de servicio. Estados Unidos tiene los recursos y las tecnologías para llevar Internet sin censura al pueblo cubano. Durante el gobierno de Trump se hicieron esfuerzos para hacer exactamente eso, pero el gobierno de Biden no ha hecho nada con esos planes.
En segundo lugar, el presidente Biden debe utilizar sus décadas de experiencia en política exterior para involucrar a nuestros aliados y organizaciones internacionales. El silencio de las Naciones Unidas y de la Organización de Estados Americanos es asombroso. Mientras tanto, naciones como México y España parecen deseosas de dar un apoyo tácito e incluso material a los Castro-Díaz-Canel.
En tercer lugar, el gobierno de Biden debe coordinar los esfuerzos humanitarios, incluidos los envíos de alimentos y medicinas, con organizaciones e individuos de confianza dentro de la isla. Hacerlo ayudará a sostener al pueblo cubano, que corre el riesgo de morir de hambre y de enfermedades tratables. Pero es fundamental que esta ayuda no caiga en manos del régimen, ya que éste se atribuirá el mérito de haber conseguido la ayuda o la utilizará para coaccionar su cumplimiento.
Desgraciadamente, el presidente Biden y su administración están adoptando el enfoque totalmente opuesto. Al tiempo que imponen sanciones a los individuos ya sancionados, la administración también habla de permitir que fluyan más remesas a las manos de la dictadura. Hacer esto seguramente estabilizaría el régimen tambaleante, pero sería una bofetada desmoralizadora para los manifestantes.
Es hora de que Estados Unidos y el mundo elijan: ¿Apoyarán activamente al pueblo cubano que reclama los derechos y libertades que Dios le ha dado, o ayudarán a estabilizar el régimen de Castro-Díaz-Canel?
No hay una tercera vía ni un término medio.