La isla de Guam se convirtió recientemente en el tema del intercambio acalorado entre Corea del Norte y los Estados Unidos de América. El líder norcoreano Kim Jong-un amenazó con atacar a las fuerzas estadounidenses estacionadas allí, lo que llevó al presidente estadounidense, Donald Trump, a responder el viernes que el ejército estadounidense está “en posición y cargado”.
Trump también dijo que “si algo le sucede a Guam, habrá grandes problemas en Corea del Norte”.
Pocas personas son conscientes de que la pequeña isla, que fue dada a los EE.UU. por España en 1898 bajo el Tratado de París, puede presumir además de por las playas encantadoras y la sede de la Marina de EE.UU. y la Fuerza Aérea. Guam también tiene un poco de judeidad incrustada en su herencia americana y militar.
El hombre que recibió a Guam e inició su única relación con los EE.UU. fue el comandante de la marina de guerra judío estadounidense Edward Taussig. Nacido en St. Louis Missouri en 1847, Edward Taussig eligió una carrera en la Armada de los Estados Unidos e inspiró a sus hijos a hacer lo mismo, llevando a las próximas tres generaciones de Taussig a alistarse en la marina.
La marina de guerra de los EEUU honró a Taussig y a su hijo Joseph nombrando al destructor de USS Joseph K. Taussig en honor al hijo y al destructor de USS Taussig en honor al padre.
Guam fue conquistada por los japoneses en la Segunda Guerra Mundial y fue retomada por los Estados Unidos en la batalla de Guam en 1944. La batalla intensa y sangrienta cobró la vida de 18.000 soldados japoneses y 1.800 soldados estadounidenses. Algunas de las tropas estadounidenses que sobrevivieron a la batalla se quedaron para servir en Guam. Durante una festiva comida de Rosh Hashana (Año Nuevo judío) celebrada en 1945, algunos de los 1.500 soldados judíos estadounidenses que sumergieron la manzana tradicional en miel por un dulce año nuevo recordaron la amargura y lo cruenta de esa batalla.
Guam también puede sentirse orgullosa de otro detalle menor; En 1972, el sargento Shoichi Yokoi fue descubierto en las selvas de Guam, convirtiéndolo en uno de los últimos soldados japoneses que se negaron a rendirse y se resistieron, prefiriendo una vida de aislamiento a deponer las armas.
Cuando regresó a Japón, Yokoi fue entrevistado por la radio de Tokio y dijo: “Es con mucha vergüenza que regreso”.
El dicho lo convirtió en un héroe instantáneo y un símbolo de los antiguos valores militares japoneses. Él falleció en 1997.