Teólogos, historiadores, sociólogos e investigadores de la música, han tratado de explicar el caso singular, de un pueblo que después de haber tenido durante algún tiempo, una inigualable prosperidad, su primer código de leyes y ética, fue oprimido y sometido a persecución durante dos siglos, hasta que encontró el camino de retorno hacia la antigua tierra de Israel.
En siglos posteriores, la ley y la música, fueron los campos tradicionalmente cultivados por los judíos y no es de extrañar que sobresalieran en estas profesiones, cuando la civilización europea les permitió tomar parte de la vida pública y social.
El amor judío a la música y un talento musical específico, parecen probados desde las primeras páginas del Génesis, donde la invención de la música se sitúa en la 7a. generación, hasta los siglos de alto desarrollo cultural europeo, cuando del seno del judaísmo salieron geniales creadores e intérpretes de gran música. Mas no siempre es fácil distinguir a los judíos en sus obras generales de arte; en el caso de compositores emancipados, es bastante difícil.
Otros factores dificultan también la labor de la musicología judía. La prohibición de los estudios científicos, por parte de las autoridades rabínicas, principalmente en los primeros períodos y en la esfera de la Europa Oriental, impidió un examen imparcial de las fuentes bíblicas y la notación de las melodías reales.
La prohibición de abstenerse de crear imágenes es la causa de que no existan representaciones de instrumentos musicales y ninguna melodía bíblica original. En el antiguo Israel, la primera manifestación musical fue la canción pastoral. Sus patriarcas, sus jueces, sus primeros profetas y reyes, fueron hijos amantes de la tierra. Las palabras y los proverbios, la poesía y el canto de Israel, son testimonio viviente de los orígenes del pueblo. El pastor de entonces llevaba una vida romántica y entonaba melodías con instrumentos rudimentarios.
Este canto espontáneo, pasaría a ser el antecesor de la música sacra judía, de los salmos y las plegarias que han perdurado a través de los siglos. La Biblia nos ofrece el primer testimonio de la trascendencia que tiene la música, representado por la figura del rey David. En la tradición judía, éste es considerado como el primer músico.
Se atribuye al rey David, no solo la organización del servicio musical religioso sino también la invención de diversos instrumentos de cuerda, aliento y percusión. Así en el II, Samuel, 6, se menciona que: David y toda la casa de Israel, danzaban delante del creador, con toda clase de instrumentos de madera de haya, con arpas, salterios, panderos, flautas y címbalos.
Igualmente la Biblia nos ofrece múltiples instancias, de presencia de la música a través de la historia mencionando, la canción de Miriam a Moisés, luego del cruce milagroso del Mar Rojo, relatado en Éxodo, 15. Existen otras referencias bíblicas en Nehemías, 12, que relata el retorno del exilio babilónico y en Reyes, IV, III y 15 y 16 donde se hace mención de los filisteos y el uso de instrumentos musicales.
Durante la destrucción del primero y segundo templo, la música sacramental fue prohibida en señal de duelo. El famoso salmo 137, ilustra el silencio y el pesar del pueblo en el exilio. A partir de entonces, el servicio religioso quedó reducido a las plegarias entonadas por el cantor y la congregación, sin acompañamiento musical.
Hoy en día, en las congregaciones conservadoras y reformistas, se acostumbra acompañar el rezo, con música de órgano. A partir del comienzo de la era común, los salmos y las expresiones musicales judías influenciaron a la liturgia cristiana.
Los cantos primigenios cristianos, tienen su origen en los salmos y cantos sinagogales, recogiendo su estilo recitativo, las formas cadenciales y el empleo de exclamaciones hebreas como «Hossana», «Aleluya», «Adona-i» y «amén», entre otras.
La liturgia hebrea fue fuente de inspiración para nuevas formas de música sacra, como el oratorio, que en ocasiones tiene como protagonistas a conocidos personajes bíblicos como lo son Saúl, Josué, Débora, Sansón y Jefté, cuyos más grandes exponentes son Bach, Handel y Haydn.
Los hebreos, en la antigüedad utilizaban hasta 128 cantores, lo cual nos demuestra claramente que usaron o crearon el canto llamado «antifonario», que consiste en el canto alternado, de dos coros; y el canto «responsarial», que consiste en el canto alternado, entre un solista y el coro; procedimiento que la iglesia católica heredaría posteriormente, dándole un gran esplendor.
Acerca del carácter de la música hebrea, puede decirse que fue grandemente emotiva, llegando según el caso, hasta el éxtasis religioso, hasta el delirio o, a traducir el duelo más patético y hondo.
Han existido grandes compositores judíos, algunos ejemplos son Mendelssohn, cuyo abuelo tradujera la Biblia del hebreo al alemán; Mahler, Meyrbeer, Offenbach (recuerdan el Can Can), Shoenberg, Milkaud, Bloch, Gershwin, Berenstein y Copland.
Entre los intérpretes encontramos a: Arthur Rubinstein, Vladimir Horowitz, Yehudi Menuhin, Itzhak Perelman, Nathan Milstein, Beverly Sills, Jasha Haifetz, Isaac Stern, etc.
La música brilla desde tiempos bíblicos, en el firmamento de la expresión artística judía y ha sido símbolo de fe y renovación para los judíos, en todas las épocas y de armonía, para todos los pueblos de la tierra.
Créditos:
Autor: Sulamita Konigsberg
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