Un nuevo informe del Foro de Medio Oriente (MEF), una organización internacional sunita con capítulos en Estados Unidos, Reino Unido y docenas de países de Europa y Oriente Medio, revela conexiones no solo con la Hermandad Musulmana y las ONG afiliadas a Hamás, sino también con organizaciones jomeinista chiítas, informa Irina Tsukerman en The Herald Report. «Independientemente de la división histórica entre sunitas y chiíes o el derramamiento de sangre sectario en Siria», escribe, «los islamistas de todas las tendencias están teniendo cada vez más una causa común«.
Un ejemplo destacado que cita Tsukerman es Essam El-Hadad, cofundador de la franquicia Islamic Relief y anteriormente asesor sénior de política exterior de Mohamed Morsi, el ex presidente egipcio de la Hermandad Musulmana. «Haddad ayudó a construir los vínculos de Egipto con Irán. Se reunió con Qasem Soleimani, jefe de espías iraní y jefe de la Fuerza Al Quds del régimen, según el Times, para “asesorar al Gobierno sobre la construcción de su propio aparato de seguridad e inteligencia, independientemente de los servicios de inteligencia nacionales”.
Posteriormente, Morsi recibió al entonces presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad; y El-Haddad, junto con otros representantes de la Hermandad Musulmana, viajaron a Irán.
«En ese momento, estas conexiones eran desconcertantes. Los combatientes del Hezbolá y los rebeldes sunitas (incluidos los afiliados de la Hermandad Musulmana) respaldados por Irán estaban atrapados en una batalla intra-islamista en Siria que parecía estar afectando las relaciones en otros lugares. Los frentes de la Hermandad Musulmana en su mayoría dejaron de participar en el Día de Al Quds, patrocinado por Irán, es una marcha anual en ciudades de América del Norte y Europa en apoyo de Hezbolá y la futura «liberación» de Jerusalén.
«Ahora parece que las diferencias entre sunitas y chiítas islámicas sobre Siria no hicieron que rompieran los vínculos de recaudación de fondos ni pusieran fin a la coordinación política en Occidente», dice el periódico.
Tsukerman concluye su informe diciendo que «aunque los islamistas sunitas y chiítas han prometido su lealtad a los actores estatales y no estatales con teologías, historias y objetivos divergentes, en última instancia ambos grupos están impregnados de un celo revolucionario, apoyan a los terroristas e ideólogos jihadistas, y están dispuestos a unir fuerzas para dañar a Estados Unidos, Israel y los Gobiernos estables de Oriente Medio y África, utilizan organizaciones benéficas para realizar campañas políticas conjuntas, se alinean con izquierdistas radicales y presionan al Gobierno de los Estados Unidos, beneficiando a actores extranjeros, todo a costa de Intereses de seguridad nacional de Estados Unidos».