En los próximos meses, se dará a conocer un informe del gobierno que marcará un hito histórico en cómo el Estado de Israel se relaciona con personas con raíces judías.
Compilado por un comité especial establecido por el Ministerio de Asuntos de la Diáspora, se dice que el documento recomienda una serie de medidas encaminadas a fortalecer el vínculo entre el Estado judío y millones de descendientes de judíos de todo el mundo que ya no son considerados judíos.
Como alguien que ha dedicado los últimos 15 años a promover precisamente esta idea a través de Shavei Israel, la organización que presido, estoy convencido de que estamos en la cúspide de un momento decisivo en la historia judía, que anunciará el regreso de innumerables almas otrora declaradas perdidas a nuestro pueblo.
De hecho, en las últimas dos décadas, un creciente número de individuos y comunidades de todo el mundo han estado abrazando su conexión histórica con el pueblo judío de una forma u otra.
Algunos son impulsados por una curiosidad intelectual o emocional, otros buscan sustento espiritual, significado cultural o un sentido de identidad.
Pero sea cual sea la motivación, este fenómeno se extiende a través de los océanos y continentes, inspirando a todos, desde profesores en Portugal hasta campesinos en el Perú, a explorar una pregunta simple pero profunda: ¿Qué significa que sus ancestros fueron judíos?. En Polonia, por ejemplo, hay decenas de miles de polacos con raíces judías que se enfrentan a esta cuestión.
Después del Holocausto, muchos judíos en Polonia optaron por ocultar su judaísmo a causa del sufrimiento que habían soportado bajo el nazismo, seguido de olas de opresión antisemita bajo el comunismo.
Además, durante la ocupación alemana, miles de niños judíos fueron puestos en adopción con vecinos o instituciones polacas y crecieron ostensiblemente como católicos polacos.
Desde la caída de la Cortina de Hierro, un número creciente de descendientes de estos “judíos ocultos”, cuyas raíces judías se remontan solo dos, tres o cuatro generaciones, han comenzado a explorar su herencia y a regresar al pueblo judío.
Además, en todo el mundo de habla hispana y portuguesa, hay un número incalculable de Bnei Anusim, a quien los historiadores se refieren con el término derogatorio, “Marranos”, cuyos antepasados judíos ibéricos se vieron obligados a convertirse al catolicismo en los siglos XIV y XV.
Muchos continuaron aferrándose a su identidad y fe judías en secreto, transmitiéndola a través de las generaciones, y en los últimos años, un gran número de Bnei Anusim en España, Portugal, Sicilia y América Central y del Sur han comenzado a volver a sus raíces, abrazando la fe de sus antepasados y buscando reunirse con el pueblo judío.
Hay otras comunidades también, que van desde los 7.000 Bnei Menashe del noreste de la India, que son descendientes de una tribu perdida de Israel, a los 15.000 judíos subbotnik de la antigua Unión Soviética, que son descendientes de campesinos rusos que se convirtieron al judaísmo dos siglos antes.
Estos grupos han estado, en su mayor parte, en la periferia de la vida judía organizada, frecuentemente ignorada o desatendidas por Israel y las principales comunidades judías.
Es hora de que esto cambie. Desvalorizar tales grupos no es solo un grave error estratégico e histórico, sino que contraviene los valores judíos y el ethos sionista sobre los que se fundó Israel.
En mis viajes a varias comunidades lejanas, lo he visto una y otra vez: en el momento en que alguien descubre o redescubre sus raíces judías, puede tener un efecto transformador sobre cómo se relacionan con Israel y el pueblo judío.
Algunos optan por regresar formalmente al judaísmo, fortaleciéndonos así demográficamente. Otros desarrollan una mayor afinidad por Israel y las causas judías, incluso si no regresan al redil judío, haciéndolos más solidarios y comprensivos con nuestro pueblo.
Tenemos una responsabilidad hacia estas comunidades e individuos, muchos de cuyos antepasados fueron arrancados de nosotros contra su voluntad, para extenderles una mano y darles la bienvenida de nuevo.
Y eso es lo que hace tan importante la próxima publicación del informe del Ministerio de Asuntos de la Diáspora.
Por primera vez, el gobierno de Israel propondrá una serie concertada de pasos para comprometerse con los descendientes de judíos.
El ministro de Asuntos de la Diáspora, Naftali Bennett, el director general del Ministerio, Dvir Kahane, y el Dr. Ofir Haivry, que encabezó el comité que redactó el informe, merecen elogios por su valor y su visión al abordar esta importante cuestión.
El hecho de que el Estado de Israel lo esté haciendo enviará un poderoso mensaje a los descendientes de judíos de todo el mundo, invirtiendo décadas en las que se les prestó poca atención.
Y les proporcionará más estímulo y apoyo en el viaje de descubrimiento que muchos han emprendido.
Francamente, se lo debemos a ellos y a nosotros mismos, el retorno de nuestros hermanos judíos perdidos. Hacer esto fortalecerá a nuestro pueblo demográficamente y espiritualmente, cuantitativa y cualitativamente. Es una situación de ganar y ganar para todos los interesados, así que ¡manos a la obra!.
El destino judío está llamando y hay mucho por hacer.
El escritor sirvió como asesor del primer ministro Benjamin Netanyahu y es el fundador y presidente de Shavei Israel (www.shavei.org), que ayuda a las tribus perdidas y las comunidades judías ocultas a regresar al pueblo judío e Israel.