Siempre que termine la guerra en la Franja de Gaza, y sea cual sea la circunstancia en la que ocurra, debe concluir con una victoria israelí. Y en este caso, la victoria no consiste en la destrucción del territorio, ni en el exterminio de los líderes de Hamás, ni en el regreso de los rehenes. La victoria radica en la anexión de una parte del suelo de la Franja por parte del Estado judío.
Esta afirmación obedece a varios factores.
En primer lugar, para los árabes y musulmanes, la tierra posee el valor más alto. La tierra y el honor son inseparables: perder tierra equivale a deshonra, y toda la responsabilidad recae sobre quienes condenaron a los fieles a esa deshonra; es decir, Hamás.