En un lapso de 48 horas, Israel eliminó a todo el alto mando militar de la Yihad Islámica Palestina en Gaza.
El sábado por la noche, las FDI mataron a Khaled Mansour, el comandante de la región sur de la Yihad Islámica Palestina, en un ataque preciso, tras la salva inicial del viernes que eliminó a Tayseer Jabari, el comandante de la región norte del grupo. También fueron eliminados otros comandantes de campo y células terroristas.
Como jefe de la Dirección de Inteligencia Militar de las FDI, me familiaricé con estos dos terroristas sanguinarios que planeaban ataques asesinos contra los israelíes. El mundo es realmente un lugar mejor ahora que se han ido. En muchos sentidos, la eliminación de Mansour es incluso más significativa que la de Jabari, ya que es uno de los comandantes más importantes y de mayor rango de la organización. A lo largo de su carrera terrorista, ayudó a encabezar la capacidad de lanzamiento de cohetes de la PIJ, fue responsable de sus operaciones y fue la figura dominante detrás del ataque que se planeó a lo largo de la frontera de Gaza en los últimos días.
La capacidad de amplificar la presión y de coger al enemigo por sorpresa cada día, incluso cuando sabe que vas a venir, es la clave para construir la disuasión. Más allá del impresionante logro táctico, merece la pena examinar los aspectos más generales de la operación. En primer lugar, sin embargo, debemos mantener las cosas en perspectiva: se trataba de una operación limitada contra una organización relativamente débil, probablemente la más débil de nuestros enemigos. La operación no pretendía cambiar fundamentalmente la realidad de Gaza, que seguirá planteando un reto en el futuro.
La reciente serie de acontecimientos comenzó cuando la PIJ respondió a la detención de un miembro de alto rango en Yenín preparándose para disparar misiles antitanque contra los israelíes en las comunidades de la zona de Gaza. La respuesta inicial y necesaria de Israel, consistente en imponer límites al transporte civil en la zona, animó a la PIJ a elevar sus exigencias hasta el punto de establecer una nueva ecuación, según la cual las actividades de las FDI en Judea y Samaria provocarían una respuesta desde Gaza.
Este pecado de arrogancia es lo que condujo a la ofensiva contra la PIJ, porque esa ecuación es inaceptable e intolerable desde el punto de vista de Israel. Parece que los objetivos de Israel en la operación «Rompiendo el alba» eran frustrar el ataque planeado, impedir fundamentalmente una ecuación que vincule Judea y Samaria con Gaza, y aumentar la disuasión contra PIJ. Aparte del primer objetivo -que se logró claramente al arrasar la cadena de mando de la PIJ, el conjunto de antitanques y otros objetivos militares- el éxito de los otros dos se juzgará en el futuro. A la luz del duro golpe sufrido por la PIJ, es seguro asumir que se lograron.
Los próximos días pondrán a prueba la conservación de los logros de Israel. Hay que tener en cuenta, en medio del telón de fondo del alto el fuego también, que nada se acaba hasta que se acaba y algo más. Un error, ya sea en defensa o en ataque, es suficiente para cambiar la balanza del éxito. Esta era una razón de sobra desde la perspectiva de los responsables de Israel para concluir la operación lo antes posible.
En cualquier caso, el público israelí debe ahora gestionar sus expectativas: El problema de Gaza no va a ir a ninguna parte y seguirá siendo una espina en nuestro costado durante los próximos años. Nada de lo que ha ocurrido aquí en los últimos días nos acerca a una resolución estratégica en este frente.