El martes, comandos israelíes colocaron minas lapa en un carguero iraní en el Mar Rojo, el MV Saviz, que al parecer era una base de avanzada encubierta para el Cuerpo de Guardias Revolucionarios Islámicos del régimen.
Según el Instituto Naval de los Estados Unidos, el Saviz, que apenas había movido su posición durante tres años, podría haber sido utilizado para alimentar con información a Irán y a sus apoderados Hutíes en Yemen con fines nefastos, incluyendo numerosos ataques a buques marítimos en la zona.
El barco solo sufrió daños leves en la explosión, y no hubo víctimas. El hecho más interesante fue que Israel notificó a Estados Unidos que era responsable. Esto indicaba que el ataque era un mensaje a la administración Biden de que, si Estados Unidos no detiene a Irán en su camino, Israel está preparado para atacarlo por su cuenta.
Este mensaje se consideró necesario debido a la intensa alarma que produce el hecho de que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, parece estar decidido a dar poder a Irán y a otros malignos en Oriente Medio.
En particular, está decidido a reincorporarse al acuerdo nuclear de 2015, que permitiría a Irán desarrollar armas nucleares con solo un breve retraso y con el levantamiento de las sanciones, lo que canaliza miles de millones de dólares hacia el terrorismo contra Israel y Occidente.
La administración había insistido en que Irán debía cumplir las condiciones del acuerdo antes de que se levantaran las sanciones. Sin embargo, el miércoles, el Departamento de Estado de EE.UU. dijo que levantaría las sanciones que eran “inconsistentes” con el acuerdo de 2015 para “volver a cumplir”.
Esta semana, cuando los diplomáticos estadounidenses se sentaron con los intermediarios iraníes para iniciar las negociaciones sobre un acuerdo renovado, los iraníes, como era de esperar, se jactaron de haber conseguido la victoria.
Con la misma malevolencia, el gobierno de Biden también anunció esta semana que reanudará la financiación de los palestinos en Judea, Samaria y Gaza por valor de 235 millones de dólares, así como la entrega de 150 millones de dólares a la Agencia de la ONU para la Ayuda y las Obras.
La ayuda a ambos había sido detenida por el anterior presidente de Estados Unidos, Donald Trump, debido al apoyo de los palestinos al terrorismo y al papel maligno de la UNRWA en la perpetuación de la guerra contra Israel mediante la creación del estatus único de “refugiado” palestino.
Sin embargo, tanto el régimen iraní como el palestino han respondido a los gestos de “buena voluntad” de Biden insultando repetidamente a Estados Unidos o atacando a los aliados estadounidenses en el Golfo.
Cuantos más edulcorantes ofrece Estados Unidos a estos regímenes, más muestran su desprecio y, por tanto, lo debilitan aún más demostrando su ineficacia ante el mundo. Y cuanto más humillan a Estados Unidos, más les ofrece.
O bien el gobierno de Biden está tan cegado por la romantización izquierdista del mundo en desarrollo que es incapaz de comprender la locura de todo esto, o bien estos tormentosos acontecimientos son lo que realmente quiere.
Después de todo, varios de sus funcionarios tienen un historial de extrema hostilidad hacia Israel. Y eso es un marcador casi infalible de resentimiento o agresión hacia Occidente, de cuyos intereses en la región Israel es el más importante defensor y garante.
En cualquier caso, la gente que piensa así está tan decidida a no reconocer nunca la amenaza real que se cierne sobre Occidente que, en su lugar, utiliza a Israel y al pueblo judío como chivos expiatorios.
Por lo tanto, como era de esperar, estas personas han acusado a Israel de agresión al atacar el Saviz, ignorando el hecho de que su presencia en el Mar Rojo fue un acto agresivo contra Israel y los intereses occidentales.
El ataque de Israel al barco también envió un mensaje al mundo árabe. Éste está atónito por el hecho de que Estados Unidos esté ahora encerrado en una espiral mortal de apaciguamiento y agresión con el enemigo iraní de los árabes.
Mucho peor aún ha sido el potencial acuerdo de cambio de juego alcanzado entre Irán y China. Esto socavará cualquier sanción contra Irán y fortalecerá a estos dos enemigos del mundo libre en su objetivo de restarle poder a Estados Unidos y poner a Occidente de rodillas.
Biden debería haber respondido diciendo a China que debe elegir entre comerciar con Irán o con Estados Unidos. Pero en lugar de ello, su administración está adoptando su habitual estrategia deshonesta de adoptar posturas duras contra los Estados delincuentes mientras no toma ninguna medida significativa contra ellos.
Las implicaciones para Occidente del acuerdo entre Irán y China son obviamente aterradoras. Pero también hacen que algunos observadores se pregunten si estamos a punto de asistir a un cambio de poder global de Estados Unidos a Israel.
A primera vista, esto es absurdo. Uno podría suponer que el diminuto y asediado Israel no podría asumir el papel del Poderoso Estados Unidos en el liderazgo del mundo libre. Sin embargo, una vez que se mira el panorama más amplio, no es tan descabellado.
Israel es ahora una superpotencia militar. Cuenta con el ejército más avanzado del mundo desde el punto de vista tecnológico y es uno de los principales exportadores de armas. Su legendaria actuación militar y de seguridad se debe a su cultura de riesgo, creatividad y pensamiento innovador, características que no comparte ningún otro país.
Además, hace tiempo que parece que, dadas las tendencias culturales lemming de Occidente, Israel puede convertirse en el “último hombre en pie” en la defensa de los valores occidentales.
La sociedad estadounidense se está fracturando y puede que ya sea irreparable. Los demócratas y el resto de la élite liberal están bombeando sin piedad el mensaje con el que se está adoctrinando a innumerables niños y estudiantes: que los blancos son racistas, que Estados Unidos nació en pecado y que es fundamentalmente tan malvado que debe transformarse por completo.
Enfrentados a los que piensan así hay millones de otros estadounidenses que perciben que su país y su cultura están siendo destruidos, y cuya ira como resultado está en punto de ebullición. El resultado probable es la profundización de las divisiones, el aumento de la violencia y -si el estado de California es una guía para el gobierno demócrata- la intolerancia dogmática, la miseria pública y la incompetencia administrativa.
Europa occidental no está en mejores condiciones, con países que se rinden constantemente a la intimidación islamista y a la invasión cultural. La debacle de las vacunas de la Unión Europea ilustra su combinación definitoria de tendencias dictatoriales, parálisis centralizadora e inutilidad para defender los intereses fundamentales de los pueblos.
El apaciguamiento es un síntoma de profunda desmoralización cultural, provocada por la pérdida de la autoestima nacional y de la fe en el futuro. Este proceso ha estado ocurriendo en Occidente desde que el Holocausto transmitió el devastador mensaje de que había algo podrido en el corazón mismo de la alta cultura occidental.
La prueba más importante de esta desmoralización es la tasa de natalidad en América y Europa, que está por debajo o apenas alcanza el ritmo de reproducción de la población autóctona. En otras palabras, Occidente se está extinguiendo literalmente.
Por el contrario, Israel está emergiendo de la pandemia a un ritmo que bate al mundo: su economía es fuerte y resistente y, sobre todo, su tasa de natalidad es saludable y elevada.
Esto se debe a que Israel realmente cree en sí mismo. Por supuesto, tiene una cultura política ridículamente disfuncional, ilustrada una vez más por el bloqueo postelectoral y la ausencia de un gobierno que funcione. También está desfigurado por profundas divisiones sociales entre las comunidades seculares y religiosas, y por elementos subversivos que consideran la idea misma de un Estado judío como un anatema.
Pero la gran mayoría del público israelí entiende que su valor fundamental es la preservación de la vida y la libertad y hacer el bien en el mundo. Es una sociedad construida sobre la redención y la esperanza, y en dramático contraste con la espiral de muerte que se apodera de Estados Unidos y Europa, está implacablemente centrada en su supervivencia.
El mundo árabe ha comprendido que todo esto tiene un valor incalculable, no solo para Israel, sino también para él mismo. Ve que Israel realmente elimina a sus enemigos. Cada vez se da más cuenta de que el país con más posibilidades de defender los intereses árabes contra Irán no es Estados Unidos, sino Israel, el nuevo e improbable aliado de los árabes.
A medida que Estados Unidos se tambalea y las sociedades occidentales se desmoronan, ¿podría ser éste el siglo de Israel?