El principal logro del tratado de paz entre Israel y Sudán no es bilateral, sino regional: Otro país ha dejado el ciclo de conflicto y deja de servir como un semillero de actividad política y de seguridad anti-israelí.
A diferencia de los acuerdos de paz con los Emiratos Árabes Unidos y Bahrein, el tratado con Sudán tiene poco que ofrecer desde el punto de vista económico. Sudán no tiene nada que exportar a Israel, y dadas las arcas del Estado de Jartum, es dudoso que pueda importar mucho de Israel.
No cabe duda de que se vislumbran en el horizonte algunos acuerdos comerciales, en su mayoría relacionados con tecnologías israelíes en los ámbitos del agua, la agricultura y la alimentación, que contribuirán a que Sudán entre en el siglo XXI, pero es probable que el comercio general entre los dos países siga siendo en pequeña escala.
El acuerdo de paz con Sudán, sin embargo, ofrece a Israel tres beneficios igualmente importantes.
En primer lugar, desde el punto de vista diplomático, significa que otro país que antes era hostil a Israel lo reconoce ahora y establece plenos vínculos diplomáticos y comerciales con él. Esto va más allá de la mera importancia declarativa, y significa que un país menos votará contra Israel en las organizaciones y foros internacionales, y ya no se sumará a los esfuerzos por imponer boicots o sanciones al Estado judío.
En segundo lugar, desde el punto de vista árabe-musulmán, el acuerdo significa que se ha hecho otra abolladura en el muro de la oposición que Israel enfrenta en el mundo árabe. Sudán, donde en 1967 la Liga Árabe declaró infamemente su política de los “Tres Nos” -no al reconocimiento, no a la negociación y no a la paz- se ha convertido ahora en la quinta nación árabe que reconoce a Israel, y al hacerlo ha echado aún más por tierra la noción de que todo progreso entre el mundo árabe e Israel está inextricablemente vinculado a la cuestión palestina.
Y por último, pero no por ello menos importante, está la cuestión de la seguridad. No en vano Sudán fue incluido en la lista de los Estados Unidos de Estados patrocinadores del terrorismo: hay más de unos pocos grupos terroristas que llaman a Sudán su hogar, y Jartum mantiene estrechos vínculos con Irán.
Los barcos iraníes atracaban regularmente en Puerto Sudán en ruta para entregar cualquier cosa, desde cohetes y morteros hasta misiles antitanque, explosivos y armas a Hezbolá en el Líbano y Hamás y la Jihad Islámica Palestina en la Franja de Gaza.
Según los informes de los medios de comunicación extranjeros, Israel ha frustrado en varias ocasiones estos esfuerzos de contrabando, principalmente eliminando estas entregas en el mar.
Esta actividad ha reducido considerablemente el alcance del terrorismo procedente de Sudán, pero ahora parece que el nuevo acuerdo permitirá reforzar aún más el control sobre cualquier actividad terrorista en suelo sudanés.
Así pues, este acuerdo asesta un golpe importante a las organizaciones terroristas, y especialmente a su principal patrocinador, Irán, que sin duda está preocupado por el creciente número de rutas de contrabando que se están acordonando, así como por el creciente número de países musulmanes que están optando por buscar la paz con Israel.
Sin duda, Teherán abrirá nuevas rutas de contrabando para seguir ayudando a sus apoderados en el Líbano y Gaza, y los ayatolás sin duda harán lo que puedan para presionar a los dirigentes árabes para que no sigan los pasos de los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein y Sudán.
Entre bastidores se está librando una batalla diplomática por las lealtades de Qatar: Estados Unidos e Israel están tratando de mediar en el acercamiento entre Qatar y Arabia Saudita en un esfuerzo por alejar a Doha del eje islamista radical encabezado por Turquía.
Si estos esfuerzos resultan efectivos, los Estados radicales estarán más aislados que nunca y el Medio Oriente estará muy claramente dividido entre los “buenos” y los “malos”.
Yoav Limor es un veterano periodista israelí y columnista de Israel Hayom.