El sesgo anti Israel y el antisemitismo no son nada nuevo en las Naciones Unidas. Sin embargo, un nuevo informe en el que se culpa a Israel de ser la causa fundamental del conflicto en Oriente Medio no sólo es prejuicioso, sino pernicioso, diferente y tendrá consecuencias duraderas para Israel y Estados Unidos.
La Comisión Internacional Independiente de Investigación sobre el Territorio Palestino Ocupado, incluido el este de Jerusalén, e Israel (o simplemente COI) fue creada por el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (CDH) tras el conflicto de mayo de 2021 entre Israel y Hamás, una organización terrorista designada por Estados Unidos.
La indignación internacional fue inmediata, pero no dirigida a Hamás, que había iniciado la violencia. En su lugar, las acusaciones de crímenes de guerra israelíes se extendieron por las ondas, incluso por parte de Human Rights Watch y otros.
Estas acusaciones son infundadas. Según una evaluación llevada a cabo por generales, almirantes y asesores jurídicos militares retirados de Estados Unidos en nombre del Instituto Judío para la Seguridad Nacional de América (JINSA), las “operaciones militares israelíes cumplieron [el derecho de los conflictos armados] y aplicaron sistemáticamente precauciones para mitigar el riesgo civil, algunas de ellas superiores a las aplicadas en recientes operaciones de combate de Estados Unidos”.
Sin embargo, el CDHNU asignó a Navi Pillay, antigua Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos durante el infame Informe Goldstone, la presidencia de la Comisión que investiga a Israel y le otorgó un peligroso mandato distinto al de anteriores organismos de este tipo.
En primer lugar, la COI está encargada de investigar las violaciones del derecho internacional fuera de un marco temporal específico. Por ejemplo, una Comisión similar convocada tras el conflicto entre Israel y Hamás de 2014 examinó únicamente la duración de los combates. La COI de 2021, en cambio, investiga todas las presuntas violaciones “hasta el 13 de abril de 2021 y desde entonces”.
Además, la Comisión tiene el mandato más amplio de la historia. La COI no se limita a incidentes específicos, como las acciones realizadas por ambos bandos durante el conflicto de mayo de 2021. Más bien, esta COI tiene el mandato de “todas las causas subyacentes de las tensiones recurrentes, la inestabilidad y la prolongación del conflicto” en los territorios palestinos e Israel. Con este poder, la COI, en su primer informe, no sólo acusa a Israel de crímenes de guerra, sino que, a través de una serie de contorsiones legales y fácticas, afirma que Israel también es responsable de los crímenes de guerra de Hamás.
El COI señala brevemente que el lanzamiento indiscriminado de cohetes por parte de Hamás contra civiles israelíes es una violación del derecho internacional. Sin embargo, asigna la culpabilidad de la violencia de Hamás a Israel, evaluando que “poner fin a la ocupación de tierras por parte de Israel… sigue siendo esencial para acabar con el persistente ciclo de violencia”. Lo absurdo de esta afirmación se revela por el hecho de que Israel se retiró de la Franja de Gaza hace exactamente quince años. El único grupo que ocupa ahora ese territorio es Hamás.
Por último, el COI no tiene fecha de caducidad. Cada año, el COI difundirá acusaciones legales infundadas contra Israel. Para colmo de males, los contribuyentes estadounidenses pagarán la factura de este ataque legal contra un socio vital de Estados Unidos. Con dieciocho empleados y un presupuesto de 4,2 millones de dólares en 2022, los estadounidenses pagarán aproximadamente un millón de dólares anuales para apoyar al COI.
Sin embargo, lo que hace que el amplio mandato del COI sea tan peligroso es que su poder no se limita únicamente a los informes. Puede montar una campaña informativa, política y legal para deslegitimar a Israel. Sus conclusiones serán compartidas con la Asamblea General de la ONU y sometidas a votación. Las “pruebas” que recopile pueden enviarse a la Corte Penal Internacional y utilizarse para abrir procedimientos contra Israel, sus dirigentes y sus oficiales militares, a pesar de que Israel no acepte la jurisdicción de la CPI.
Por su parte, el gobierno de Biden se opone firmemente a la creación de la Comisión y a su informe, afirmando que “representa un enfoque unilateral y parcial que no contribuye a avanzar en las perspectivas de paz”. Además, un grupo interregional, que incluye el 47% de los miembros del CDH, firmó una declaración en la que se objeta a la Comisión por su “escrutinio desproporcionado” de Israel. El Congreso también ha intervenido mediante cartas, artículos de opinión y legislación.
Estas objeciones no son suficientes.
Estados Unidos debe trabajar con socios afines para defender a Israel cuando la Asamblea General de la ONU examine el informe de la Comisión en septiembre. El presidente Biden debería nombrar a representantes del Congreso en la Asamblea General de la ONU que hagan del informe de la COI una prioridad absoluta. Estos delegados deberían hacer un seguimiento enérgico del informe, colaborando con la Misión de Estados Unidos ante las Naciones Unidas e instando a los países a rechazar el informe.
Además, Estados Unidos debería invitar a los países que firmaron la declaración del CDH a que se unan a la campaña estadounidense contra la COI, asegurándose de que seguirán oponiéndose al informe Nueva York, así como de que otros países se sumen a la campaña.
Por último, el presidente Biden debería organizar un acto de alto nivel para celebrar las oportunidades que ofrecen los Acuerdos de Abraham y el éxito que supone para la región la normalización de las relaciones con Israel. La administración debería dejar claro que la COI no tiene ningún peso cuando se enfrenta a la unidad histórica en una región conocida por sus divisiones.
La administración Biden prometió reafirmar los compromisos de Estados Unidos con sus socios y reforzar las organizaciones internacionales. A menos que actúe con decisión contra el COI -una organización de la ONU que gasta fondos estadounidenses para deslegitimar a uno de los socios más cercanos de Estados Unidos- estos dos objetivos seguirán siendo incompatibles entre sí.