Israel reconoció la independencia de Azerbaiyán en 1992, convirtiéndolo en el primer país mayoritariamente no musulmán en hacerlo, y desde entonces los lazos entre ambas naciones no han hecho más que estrecharse.
Tanto Israel como Azerbaiyán salen ganando con esta relación. Azerbaiyán se ha convertido en un proveedor clave de petróleo y gas para Israel, y los envíos de armas israelíes al país han supuesto miles de millones de dólares. Las inversiones en empresas conjuntas en sectores como la agricultura, las tecnologías de la información y la industria manufacturera han sido rentables para ambas partes.
La asociación entre Israel y Azerbaiyán es muy importante tanto desde el punto de vista de la seguridad como geoestratégico. Con la ayuda de la inteligencia israelí, Azerbaiyán ha podido acabar con los grupos islamistas que suponen un desafío para el gobierno del presidente Ilham Aliyev. A cambio, Azerbaiyán ha ofrecido una base logística y un apoyo fundamental a los intentos de Israel de oponerse al desarrollo de armas nucleares por parte de Irán. La propaganda iraní, que pinta a Israel como enemigo del Islam y del mundo musulmán, sufre un daño significativo como resultado de esta asociación.
A las comunidades política, diplomática y de inteligencia de Israel les gusta alabar los beneficios de esta relación bilateral, pero también deben ser conscientes de los posibles peligros. Estos son el resultado del actual desacuerdo de Armenia y Azerbaiyán sobre el territorio de Nagorno-Karabaj. Ambos países tienen profundos vínculos emocionales e históricos con estas montañas, lo que ha dado lugar a acalorados debates.
El ejército armenio se impuso en la batalla a principios de la década de 1990, lo que le permitió hacerse con el control total de la disputada zona de Nagorno Karabaj. Para contrarrestarlo, en 2020 Azerbaiyán llevó a cabo un ataque militar masivo, ayudado por armamento israelí y turco, y recuperó una parte considerable de Nagorno-Karabaj. Aunque la participación rusa ayudó a poner fin a los combates, el resultado ha enfurecido a los armenios y a la diáspora armenia mundial. Las tensiones han aumentado por las promesas del presidente Aliyev de reconquistar y limpiar étnicamente toda la región en disputa y adquirir tierras armenias fronterizas con Irán.
La reputación de Israel y sus intereses regionales están en juego a la luz de estos acontecimientos. Los esfuerzos de los activistas armenios (y árabes palestinos) por llamar la atención sobre la participación de Israel en la destrucción de antiguas ciudades y lugares cristianos pueden dañar la reputación de Israel entre sus más fervientes partidarios. Las imágenes de escuelas, monasterios e iglesias cristianas bombardeados en el Cáucaso podrían dañar el buen nombre de Israel, y los cristianos evangélicos son un aliado importante para el Estado judío. Especialmente si el conocimiento de que los misiles y aviones no tripulados israelíes fueron responsables de la mayor parte de la devastación se antepone a los pasajes emotivos.
Además, la posición de Irán como actor diplomático y fuerza estabilizadora en el Cáucaso se ve reforzada por el respaldo incondicional de Israel a Azerbaiyán. Mientras Rusia desvía su atención hacia Ucrania, Irán interviene para salvaguardar los intereses cristianos en Armenia.
Para Francia, donde existe una minoría armenia considerable (más de 600.000 personas), la posición de Irán es especialmente esencial en los ámbitos cultural, político y diplomático. El antiguo protegido cristiano de Francia en el Cáucaso está asediado por fuerzas azerbaiyanas y turcas, y el presidente Macron no puede permitirse otro conflicto en el que se le acuse de no hacer lo suficiente para salvaguardar el carácter cristiano de Francia.
En tercer lugar, el respaldo de Israel a una dictadura con bajas puntuaciones en los índices internacionales de libertad humana y democracia suscita preocupación debido a las denuncias de violaciones de derechos humanos en Azerbaiyán. Al igual que los anteriores vínculos de Israel con gobiernos opresivos en Irán y Sudáfrica, el suministro de armamento y tecnología utilizados para aplastar la disidencia y castigar a los rivales políticos podría provocar la ira de los azerbaiyanos de a pie.
Por todo ello, es prudente que Israel adopte una postura diplomática más matizada hacia Azerbaiyán. Aunque en privado y en público se oponga a una solución militar al conflicto de Nagorno-Karabaj, Israel debería mantener su apoyo a las aspiraciones territoriales de Azerbaiyán.
Estados Unidos, Francia, Turquía y Rusia podrían enviar funcionarios a una cumbre de paz en Jerusalén que Israel organizaría si invitara a los presidentes de Armenia y Azerbaiyán. Una iniciativa de este tipo demostraría la seriedad de Israel a la hora de mediar en un acuerdo justo, reforzaría la paz y la estabilidad regionales y marginaría a Irán.
La importancia histórica y simbólica de Jerusalén para las tres religiones abrahámicas la convierte en un destino perfecto para una conferencia de paz internacional, y brindaría a Israel la oportunidad de aumentar su estatus mundial y su influencia en la zona, acogiendo allí la reunión.
Para servir mejor a los intereses de Israel a medio y largo plazo, los responsables políticos israelíes deben reevaluar y ajustar su actual enfoque sobre el Cáucaso.