La reciente Estrategia Nacional contra el Antisemitismo presentada por la administración de Estados Unidos ha desatado un amplio descontento entre diversas agrupaciones y voceros judíos que respaldan incondicionalmente a Israel y defienden la dignidad del pueblo judío. Aseguran que la nueva estrategia ha disminuido la importancia de la definición de antisemitismo propuesta por la IHRA, la cual es reconocida a nivel global.
Esta definición sugiere como ejemplos de actos antisemitas la negación del derecho de autodeterminación del pueblo judío al considerar a Israel como un “proyecto racista”; la imposición de un doble estándar a Israel, demandando de este un comportamiento no esperado ni exigido a otros países; la comparación de las políticas israelíes con las políticas nazis y el atribuir a los judíos la “responsabilidad colectiva” por las acciones de Israel.
Algunos grupos de ideología izquierdista rechazan esta definición, ya que incluye la condena a cualquier demonización de Israel, práctica que consideran esencial en su retórica.
La estrategia propuesta por Biden, en lugar de abogar por la IHRA como referencia principal, menciona que esta es solo una de las diversas interpretaciones de antisemitismo existentes, incluyendo también la Definición de Jerusalén y el documento Nexus de la Universidad de California, ambos acogidos con beneplácito e incluidos en su estrategia.
Estas alternativas, sin embargo, fueron concebidas con el propósito de contrarrestar la definición de la IHRA, protegiendo a aquellos que critican al sionismo e Israel. Por lo tanto, estas interpretaciones no combaten el antisemitismo, sino que pueden favorecerlo. Al respaldarlas, la administración Biden estaría incurriendo en la misma actitud.
La definición de antisemitismo propuesta por la IHRA, pese a ser considerada insuficiente por algunos, es vista por muchos como la mejor alternativa actual en la lucha contra el creciente odio hacia los judíos. No obstante, ha llevado a los defensores del pueblo judío a un callejón sin salida.
La adopción de esta definición no resolvería automáticamente el problema del menosprecio hacia Israel. El antisemitismo no es una cuestión de definiciones ambiguas y debatibles, sino de aquellos individuos que persisten en atacar a los judíos y demonizar a Israel. Aquellos que se resisten a aceptar la IHRA lo hacen precisamente porque desean continuar denigrando a Israel y provocando al pueblo judío.
A pesar de que la definición de antisemitismo de la IHRA está respaldada por el Departamento de Estado de Estados Unidos, este organismo se ha visto marcado por un trato desigual hacia Israel, llegando a criticar fuertemente a este país mientras aprueba e incluso fomenta la incitación y el terrorismo palestino árabe.
El gobierno de Biden se encuentra en una posición complicada para enfrentar el antisemitismo, ya que el mismo gobierno, sus líderes del Partido Demócrata y el sector progresista al que pertenecen, son parte del problema.
Gran parte del odio actual hacia los judíos proviene de musulmanes, activistas radicales negros y la izquierda. Los demócratas y el mundo progresista rehúsan reconocer este hecho, insistiendo en que el antisemitismo es producto principalmente de la extrema derecha y los supremacistas blancos.
Como resultado, la estrategia de Biden no menciona el antisemitismo musulmán o negro, centrando su atención en listar a los musulmanes y los activistas negros como víctimas de la intolerancia supremacista blanca. Aunque es cierto que son víctimas, también comparten un enemigo común con los supremacistas blancos: el fanatismo contra los judíos.
El documento de Biden, en lugar de resaltar las particularidades del antisemitismo, lo engloba con otras formas de intolerancia, incluyendo en este grupo la “islamofobia”, término erróneamente utilizado para describir a quien critica a la comunidad musulmana por su odio hacia los judíos u otras transgresiones.
Al ponerse de lado de los adversarios musulmanes del pueblo judío y de Occidente, los autores de la estrategia llegaron a consultar al Consejo de Relaciones Islámicas Americanas (CAIR), una entidad que promueve el antisionismo y el odio hacia Israel, y que fue co-conspirador no imputado en el juicio por financiamiento de terrorismo de la Fundación Tierra Santa en 2009.
En 2021, la directora de CAIR en San Francisco, Zahra Billoo, afirmó ante Musulmanes Estadounidenses por Palestina que “las organizaciones sionistas”, “las sinagogas sionistas” y los grupos estudiantiles Hillel eran “sus enemigos”, asegurando que estos “los traicionarían en cualquier momento, y con frecuencia lo hacen a sus espaldas”.
De este modo, en lugar de erigirse en un muro contra el antisemitismo, la administración de Biden está dando mayor poder a quienes practican el antisemitismo.