Hamás está intentando -y puede que lo consiga- arrastrar a Israel a un conflicto en múltiples frentes, con el Monte del Templo como detonante, exactamente igual que en abril de 2021. Esta vez, como en ocasiones anteriores, el grito es el moderno libelo de sangre de que “Al-Aqsa está bajo amenaza”. Desde hace más de una semana, Hamás y la Autoridad Palestina han estado difundiendo en Internet historias sobre la realización de un sacrificio ritual de Pascua en el Monte del Templo este año.
Están mintiendo a sabiendas ahora, como lo hicieron en el pasado. Conocen la historia del Monte del Templo en los últimos 55 años. Saben que Israel nunca ha permitido que se lleve a cabo tal ritual. Además, a través de una serie de canales, incluidos los jordanos, egipcios y estadounidenses, los palestinos -los musulmanes radicales entre ellos- han recibido la aclaración de que este año tampoco se permitirá la celebración de dicho ritual.
Pero Hamás y los suyos decidieron ignorar esto y prender fuego al Monte del Templo porque una conflagración así -preparada para atraer una vez más a los árabes israelíes y echar gasolina al ya ardiente fuego del terrorismo- les conviene en este momento.
La policía ha sido hasta ahora gentil, proponiendo inicialmente que los funcionarios del Waqf trataran de dispersar ellos mismos a los alborotadores. Esto fue un error. Aunque quisiera -y no quiere-, el Waqf es incapaz de enfrentarse a Hamás. Algunos altos funcionarios del Waqf estaban y quizás siguen estando vinculados a Hamás.
Los preparativos para los disturbios y los enfrentamientos, los mayores que se han visto desde la “Operación Guardián de los Muros” de las FDI en la Franja de Gaza el pasado mes de mayo, empezaron el jueves por la noche y se llevaron a cabo al aire libre. Las reservas de piedras, botellas y explosivos deberían haber sido confiscadas en el momento en que empezaron a acumularse, y los alborotadores deberían haber sido sacados del Monte del Templo antes, y no después, de que empezaran los disturbios.
Pero es difícil comportarse correctamente cuando el ministro de Seguridad Pública es el laborista Omer Barlev, y el Partido Ra’am de los Hermanos Musulmanes, cuyos miembros se han identificado repetidamente con el peor de nuestros enemigos, es socio de la coalición. Vergonzosamente, sólo horas después de que se lanzaran las piedras contra el Muro de las Lamentaciones se tomó finalmente la decisión de actuar con más fuerza.
Como siempre que se trata del Monte del Templo, Jordania ha jugado un doble juego. Esta vez, Israel se desvivió por coordinarse con el Reino Hachemita. El primer ministro israelí, Naftali Bennett, el ministro de Asuntos Exteriores, Yair Lapid, y el ministro de Defensa, Benny Gantz, hablaron con el rey Abdalá II y su pueblo antes de que comenzara el Ramadán. Se pidió a los jordanos que se aseguraran de que no hubiera barricadas nocturnas dentro de la mezquita. Lo consiguieron durante algunas noches, pero fracasaron el jueves por la noche.
Los jordanos saben muy bien quién está detrás de los disturbios en el Monte del Templo. Saben que Israel hizo todo lo posible para evitar los sucesos que se están produciendo ahora, pero “debe” culparnos cuando se trata de Al-Aqsa para evitar los disturbios internos en el reino, que tanto él como Israel consideran el guardián de los lugares sagrados musulmanes de Jerusalén.
Israel no invadió Al-Aqsa, como afirman los mentirosos de Ra’am, Hamás, la Lista Árabe Conjunta y la Autoridad Palestina. Actuó como un país respetuoso de la ley y tomó lo que parece haber sido una acción excesivamente sensible contra los alborotadores que, por millonésima vez, convirtieron el tercer lugar más sagrado del Islam y el más sagrado del judaísmo en un arma con la que destruir lo que queda de la frágil coexistencia entre judíos y árabes, los hijos de Abraham nuestro antepasado y los habitantes de esta tierra.
Debemos hacer todo lo que esté en nuestras manos para que su nefasto plan fracase, y evitar así que se repitan los disturbios presenciados en ciudades mixtas judeo-árabes el año pasado. También debemos decir la verdad judía e israelí sobre el Monte del Templo, un lugar donde los cambios centrales y existenciales del statu quo a lo largo de los años han sido realizados por el lado musulmán y no por el judío. Un lugar en el que las mentiras en serie de que Al-Aqsa está amenazada lo han convertido en una cinta transportadora de ataques terroristas, al tiempo que han adornado el nombre de Alá en vano y han profanado la santidad del Islam y del judaísmo.