La calumnia del hambre volvió a cobrar fuerza la semana pasada, justo cuando Hamás hizo fracasar las últimas negociaciones de alto el fuego, lo que aseguró que los medios internacionales se concentraran en denunciar presuntas atrocidades israelíes en lugar de responsabilizar a Hamás por prolongar la guerra.
Según la propaganda, los noventa millones de comidas gratuitas —dos millones diarias— distribuidas en las últimas semanas por la Fundación Humanitaria de Gaza (GHF, por sus siglas en inglés) habrían dejado a la población aún más hambrienta. Mientras tanto, las Naciones Unidas mantienen su propia ayuda en estado de descomposición dentro de Gaza en lugar de intentar alimentar a las personas a las que afirman querer asistir.
El mito de la hambruna es tan falso ahora como cuando Tom Fletcher, director de OCHA, aseguró sin pruebas que catorce mil bebés morirían de inanición en Gaza en 48 horas. Transcurrido ese plazo, no se registró ninguna muerte por esa causa. Sin embargo, la verdad no tuvo relevancia frente a la mentira que Fletcher difundió en nombre de las Naciones Unidas y de Hamás.
Las acciones de la ONU a lo largo de la guerra han demostrado de manera concluyente que nunca ha mostrado interés por alimentar a la población civil de Gaza, sino exclusivamente por abastecer a los terroristas y líderes de Hamás.
Desde el inicio, la ONU ignoró deliberadamente el saqueo de ayuda humanitaria por parte de Hamás. No actuó cuando, en los años previos a la masacre del 7 de octubre, Hamás utilizó esa ayuda para construir una red de túneles más extensa que el metro de Londres. Tampoco intervino cuando los camiones de ayuda fueron saqueados y los alimentos, robados. Permaneció inactiva incluso después de que Hamás tomara el control de la UNRWA, convirtiéndola de facto en una filial del propio grupo terrorista.
Desde el 7 de octubre, la ayuda ha inundado Gaza. Hamás se apropió del dinero, accedió primero a los suministros y alimentos, y la ONU lo permitió y hizo todo lo posible por garantizar que los líderes y combatientes de Hamás recibieran sus raciones antes que la población civil. Simultáneamente, obstaculizó cualquier entrega de ayuda que lograra eludir a Hamás.
Esta conducta resume la guerra declarada por la ONU contra la GHF. Al impedir que la ayuda llegue primero a Hamás, la fundación limita la capacidad del grupo para abastecer a sus fuerzas y financiar su maquinaria de guerra mediante la reventa de ayuda a precios desorbitados, a pesar de que se trata de recursos gratuitos. Tras el inicio de las operaciones de la GHF, muchos gazatíes manifestaron sorpresa al descubrir que la ayuda podía ser gratuita, luego de año y medio pagando a Hamás por la ayuda proporcionada por la ONU.
Tal como informó el Washington Post este mes, citando testimonios de gazatíes que se atrevieron a denunciar a Hamás, durante las primeras etapas de la guerra el grupo obtenía ingresos mediante impuestos a envíos comerciales y confiscaciones de ayuda humanitaria. Un gazatí que trabajó en los cruces fronterizos relató que agentes de Hamás vestidos de civil supervisaban sistemáticamente la carga de bienes en el cruce de Rafah —antes de su cierre el año pasado— y en el de Kerem Shalom, a pesar de estar bajo control de las FDI. También inspeccionaban almacenes y mercados.
Según un contratista gazatí que trabajó en los pasos fronterizos durante la guerra, Hamás obtenía “ganancias especialmente de la ayuda que no les costaba nada, pero por la cual inflaban los precios”. Durante casi dos años, afirmó, presenció cómo Hamás exigía rutinariamente 20.000 séqueles (unos 6.000 dólares) a comerciantes locales, bajo amenaza de confiscar sus camiones si se negaban a pagar. Recordó que funcionarios del gobierno liderado por Hamás le advirtieron en varias ocasiones que lo matarían o lo acusarían de colaborador de Israel si no acataba sus exigencias de desviar la ayuda. Dijo que se negó, pero añadió que conocía al menos a dos conductores de camiones de ayuda que fueron asesinados por Hamás por negarse a pagar.
El saqueo continúa. Ayer, las FDI publicaron imágenes de terroristas de Hamás robando un camión con ayuda humanitaria el 25 de julio. También difundieron fotografías recientes que muestran a miembros de Hamás comiendo carne fresca, verduras, huevos duros y pastel.
El teniente coronel Avichay Adraee, portavoz en árabe de las FDI, declaró: “¿Hambre? Solo en las pantallas y con fines propagandísticos. En la realidad, los túneles están llenos de comida y los almacenes, repletos para sus familias. Las verdaderas víctimas en Gaza deben buscar migajas. La organización terrorista roba la ayuda, se sacia y luego derrama lágrimas de cocodrilo ante las cámaras”.
Mientras tanto, la ONU se niega a recoger y distribuir los 950 camiones con ayuda acumulados en el cruce de Kerem Shalom, debido a las restricciones diseñadas para evitar que esa ayuda caiga en manos de Hamás. El corresponsal de Fox News, Trey Yingst —uno de los más críticos con Israel dentro de su red— informó que las FDI ofrecieron cinco rutas distintas para que la ONU distribuyera esa ayuda. La ONU rechazó todas.
La GHF también ofreció transportar gratuitamente la ayuda de la ONU, pero el organismo volvió a rechazar la propuesta, porque su objetivo no consiste en alimentar a los gazatíes.
El argumento que supuestamente justifica la negativa de la ONU a impedir que Hamás robe la ayuda es la necesidad de respetar el principio de “neutralidad”, como si conservar una postura neutral ante una organización terrorista genocida que comete asesinatos masivos y violaciones sistemáticas tuviera algún valor ético o legal.
Lejos de la neutralidad, la ONU —que emplea a miembros de Hamás y permite que ese grupo gestione sus escuelas— respalda las ambiciones genocidas de Hamás. Si la ONU pudiera decidir, Hamás tendría libertad para ejecutar todos los “7 de octubre” necesarios hasta lograr su objetivo de exterminar a la población israelí. Altos funcionarios del organismo, como Francesca Albanese y los integrantes de la Comisión de Investigación del Consejo de Derechos Humanos contra Israel —cuyos líderes han dimitido recientemente— han afirmado abiertamente que Israel no tiene derecho a defenderse de Hamás, postura que legitima el genocidio que el grupo terrorista intenta consumar.
Ese respaldo abierto explica por qué la ONU rechaza cualquier método que permita alimentar a los gazatíes sin que Hamás reciba primero su parte.
Alimentar a Hamás es el objetivo, no alimentar a la población.
Financiar la maquinaria bélica de Hamás es el objetivo, no poner fin a la guerra.
Asesinar a la población de Israel es el objetivo, no garantizar una vida digna para los gazatíes.
Un estudio reciente, publicado por Eitan Fischberger, demostró de manera concluyente que Israel ha proporcionado más ayuda y alimentos por habitante a Gaza que cualquier otro país a una población enemiga en toda la historia de la guerra moderna. Desde el inicio de la guerra, han ingresado a Gaza 381 kilos de alimentos anuales por persona gracias a Israel. En comparación, durante el asedio de Sarajevo en los años noventa, la ayuda que la ONU entregó a la población sitiada alcanzó solo 130 kilos de alimentos por habitante al año, un tercio del volumen recibido por los gazatíes.
El experto militar John Spencer también ha confirmado estos datos, afirmando: “No existe ningún precedente histórico de una fuerza militar que haya proporcionado un nivel de ayuda directa a una población enemiga equiparable al que Israel ha ofrecido a Gaza”.
Los hechos no tienen peso para quienes propagan el odio contra Israel. Las mentiras se difunden como un virus, siempre con el mismo propósito: justificar y facilitar un nuevo Holocausto. La ONU se ha convertido en el eje de esa campaña de falsedades y ha abandonado a las personas que dice proteger —los civiles gazatíes— para continuar alimentando los intentos genocidas de Hamás. Se niega a entregar ayuda a la población si no puede beneficiar primero al grupo terrorista.
Alimentar a Hamás es su prioridad.
Gary Willig es redactor veterano del equipo de noticias de Arutz Sheva.