En los últimos años, he documentado la mala praxis periodística del New York Times, especialmente en lo que respecta a su cobertura sesgada de las hostilidades en Gaza. En ocasiones, el “Grey Lady” recurrió a estadísticas poco confiables proporcionadas por Hamás y las Naciones Unidas, publicó fotografías falsas o incluso difundió mentiras flagrantes.
Sin embargo, el diario ha emprendido recientemente una campaña política y difamatoria contra el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, elegido democráticamente.
Netanyahu no “prolongó la guerra en Gaza” para “sobrevivir y prosperar”, como afirman los periodistas Ronen Bergman y Patrick Kingsley. La acusación resulta absurda, si no directamente calumniosa: sostener que Netanyahu “prosperó” al enviar soldados israelíes al combate y a la muerte, o al dejar a rehenes israelíes expuestos a un prolongado cautiverio, o incluso a la ejecución a manos de Hamás, carece de fundamento.