Después de que Ebrahim Raisi, un juez de línea dura, consiguiera la victoria en las elecciones presidenciales iraníes de este mes, ¿cuáles serán las implicaciones para las relaciones de Teherán con Rusia? Entre los expertos, hay dos posturas principales. En primer lugar, que Rusia e Irán continuarán con su fuerte y estratégico alineamiento. Esta opinión ha sido expresada por Araik Stepanyan, miembro del presídium de la Academia de Problemas Geopolíticos, quien declaró a la cadena rusa RT: “Rusia siempre ha tenido relaciones favorables con Irán, especialmente con su parte conservadora. Los países resuelven tradicionalmente las cuestiones bilaterales de forma constructiva, mediante el diálogo y las concesiones mutuas. Durante muchos años, Irán no ha emprendido ninguna acción agresiva contra la URSS y Rusia”.
La segunda postura, sostenida por Guy Burton, del Vesalius College de Bruselas, sostiene que, a pesar de las colaboraciones sobre Siria y los suministros de defensa, hay factores que frenan las relaciones entre ambos países. Uno de ellos es el deseo de Rusia de evitar que Irán obtenga armas nucleares. Otro factor es la vigilancia mutua. Teherán desconfía de las ambiciones rusas en la región desde los tiempos del Imperio Ruso y la Unión Soviética, y es poco probable que esto cambie con Raisi.
Lo que sí podemos afirmar es que la dinámica de las relaciones entre Irán y Rusia se alterará bajo el liderazgo de Raisi, principalmente debido al factor estadounidense. Las relaciones entre ambos se han basado habitualmente en una percepción compartida de la amenaza que representa Estados Unidos. La suposición natural es que, dado que Raisi es una figura conservadora que ya está sometida a sanciones estadounidenses por abusos de los derechos humanos, el tono de Irán hacia Occidente se endurecerá. Esto, a su vez, debería promover una cooperación más estrecha con Rusia. Sin embargo, este escenario debe equilibrarse con una dinámica geopolítica más amplia.
Durante una entrevista con Andrew Parasiliti, Fyodor Lukyanov, presidente del Consejo de Política Exterior y de Defensa de Moscú, declaró: “La relación de Rusia con Irán no debe verse a través del prisma de las relaciones rusas con Estados Unidos. Tiene mucho menos que ver con EE.UU. y con la posición de EE.UU. de hace 10 años, cuando las sanciones a Irán y las negociaciones en torno al programa nuclear eran una parte importante del llamado ‘reset’ entre Rusia y EE.UU., lanzado por el presidente (Barack) Obama. En aquel momento, Irán era un elemento muy importante de esta relación; ya no es así”.
Resumió su posición con la idea de que “Irán está cambiando, y los intereses iraníes no deben ser vistos necesariamente como intereses rusos. No están enfrentados, pero simplemente son diferentes”. Esto parece ser un esfuerzo por dejar mucha flexibilidad en los movimientos de Rusia de cara al futuro, donde hay que equilibrar diferentes prioridades y relaciones.
Los intereses rusos e iraníes se solapan ciertamente en varias áreas, incluida Siria. Aunque ambos Estados apoyan a Bashar Assad, también tienen puntos de vista diferentes sobre la gobernanza siria tras el conflicto, la construcción del Estado y la reforma militar. La diplomacia rusa se concentra en encontrar un equilibrio con todas las partes de la región, lo que se ha traducido en una estrecha colaboración con otros actores regionales, incluidos los Estados del Consejo de Cooperación del Golfo e Israel. Un efecto secundario de esto ha sido un creciente nivel de desconfianza por parte de Irán.
Rusia sigue reconociendo a Irán como un actor importante en la región de Oriente Medio y el Norte de África (y también en el Cáucaso Sur y el Mar Caspio). Sin embargo, con el tiempo ha ido estableciendo relaciones igualmente importantes con los competidores regionales de Irán. Además, la firma de una declaración presidencial conjunta entre Estados Unidos y Rusia sobre estabilidad estratégica -resultado de la cumbre de Ginebra entre Joe Biden y Vladimir Putin- significa que Moscú desempeñará un papel importante en las conversaciones de Viena para reactivar el acuerdo nuclear con Irán. Esto supone un golpe a la colaboración ruso-iraní, ya que Teherán está desesperado por que se levanten las sanciones en su contra. Sin embargo, el acuerdo nuclear se considera en general una prioridad mucho mayor para Biden y Estados Unidos que para Putin y Rusia, por lo que la participación en las conversaciones puede no conducir a una ruptura con Irán; es seguro que las relaciones pragmáticas continuarán, aunque quizás con la importancia de Irán algo disminuida.
Si Moscú y Teherán reducen sus “relaciones especiales” bajo el mandato de Raisi, el factor estadounidense podría acercar a China a Irán. Estos dos Estados ya han firmado una amplia asociación económica y de seguridad que allana el camino para miles de millones de dólares de inversiones chinas en energía y otros sectores. A cambio, China se asegura un comerciante regular de petróleo. El documento también se ha descrito como una profundización de la cooperación militar, lo que podría dar a China un punto de apoyo en una región que ha sido una preocupación estratégica de Estados Unidos durante décadas.
Por último, otro posible reto para las relaciones entre Rusia e Irán es la influencia iraní en las cuestiones internas de Rusia, ya que, bajo un liderazgo conservador de Raisi, el tono ideológico puede ser una prioridad para las políticas exteriores de Irán. Ahmed Yarlykapov, del Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú, hizo una notable presentación en la conferencia organizada por la Universidad de Oxford en marzo, titulada “Rusia y el mundo musulmán”, en la que ilustró la creciente influencia de Irán en el Cáucaso Norte. Compartió algunos resultados de su trabajo de campo, ilustrando la variedad de puntos en los que Moscú tendrá que evaluar su relación con un Irán liderado por Raisi, siendo un enfoque pragmático y multifacético la forma más probable de las cosas por venir.