Israel contra Irán. Una batalla que el mundo entero sabía que llegaría desde hace 20 años, una batalla que se volvió inevitable en el momento en que el entonces presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad abandonó toda pretensión de moderación y comenzó a pedir abiertamente la aniquilación de Israel en el escenario mundial. Pero nadie esperaba que se desarrollara de esta manera.
El golpe que Israel asestó en las primeras horas de la mañana del viernes pasará a la historia como uno de los mayores —si no el mayor— ataques preventivos en la historia militar, rivalizando o superando los primeros disparos de la Guerra de los Seis Días hace casi 60 años. Las instalaciones nucleares iraníes fueron atacadas, científicos nucleares fueron asesinados y altos líderes militares fueron eliminados. En una sola noche, el poder militar de Irán fue diezmado y sus ambiciones nucleares retrocedieron al menos un año.
Este ataque fue completamente necesario y justificado. Según la inteligencia estadounidense e israelí, Irán había enriquecido suficiente uranio para fabricar casi diez bombas nucleares y estaba acercándose al punto de no retorno. Cualquier demora adicional podría haber conducido a una catástrofe global y al ascenso del principal patrocinador y difusor del terrorismo mundial al estatus de potencia nuclear.
El peligro no radicaba únicamente en que Irán pudiera colocar ojivas nucleares en los misiles balísticos que ha lanzado contra Israel, aunque ese peligro era grande. No hay forma de prever qué harían los ayatolás con un arsenal nuclear. Ciertamente, usarían su amenaza nuclear para subyugar al resto de Oriente Medio, de la misma manera que han subyugado a Siria, Líbano, Gaza y Yemen durante el último medio siglo.
Otros países, como Arabia Saudí, se verían obligados a desarrollar sus propios programas de armas nucleares para contrarrestar a Irán, lo que desencadenaría una peligrosa carrera armamentística nuclear y una proliferación en todo Oriente Medio. La Tercera Guerra Mundial estaría a un solo error de cálculo en un Oriente Medio lleno de armas nucleares.
Dada la historia de Irán en el terrorismo internacional —asesinando disidentes en ciudades europeas, haciendo explotar un centro comunitario judío en Sudamérica, intentando asesinar a un embajador extranjero en suelo estadounidense y conspirando para asesinar a varios exfuncionarios estadounidenses, incluido el entonces candidato y actual presidente Donald Trump—, existía un peligro real de que Irán entregara un dispositivo nuclear rudimentario a un grupo terrorista proxy para detonarlo en las calles de una gran ciudad occidental como París, Londres, Nueva York o Washington.
Como dijo el presidente Trump a The Atlantic durante el fin de semana: “No puedes tener paz si Irán tiene un arma nuclear”.
Sin embargo, la necesidad de una operación no garantiza su éxito en la ejecución. Durante décadas, muchos han dudado de la capacidad de Israel para atacar el programa de armas nucleares de Irán de la misma manera que atacó el de Irak en 1981 y el de Siria en 2007. La distancia, de unos 3.200 kilómetros, se consideraba demasiado grande. A diferencia de Irak y Siria, las instalaciones nucleares de Irán están dispersas y algunas de las más importantes están protegidas bajo tierra. e irán es un enemigo más poderoso y peligroso que Irak y Siria en su momento.
Afortunadamente para el mundo, las fuerzas de seguridad de Israel estuvieron a la altura del desafío. El Mossad se infiltró en Teherán y estableció una fábrica de drones en el propio Irán. La inteligencia israelí penetró en el ejército iraní de manera asombrosa. E Israel creó una ventana de oportunidad al destruir la mayoría de los sistemas de defensa antiaérea de Irán en respuesta al masivo ataque con misiles balísticos de Irán en octubre de 2024.
La Fuerza Aérea Israelí (IAF) logró rápidamente la superioridad aérea total en los cielos de Irán, lo que le permitió actuar con impunidad. Los cazas israelíes se reabastecieron de combustible en el aire mientras aún estaban en Irán, continuando con los ataques a objetivos nucleares y militares días después de los primeros golpes. Irán también estaba fabricando sus propios misiles balísticos, con el objetivo de producir 300 al mes, en un sitio que Israel destruyó.
La estrategia de Irán dependía de sus proxies terroristas, principalmente Hamás y Hezbolá. Esas organizaciones terroristas debían bombardear Israel con decenas de miles de cohetes y drones en caso de un ataque israelí contra el programa de armas nucleares de Irán. Ese plan se arruinó cuando Hamás cometió la masacre del 7 de octubre y Hezbolá lanzó miles de ataques durante el año siguiente contra Israel, lo que llevó a Israel a retaliar y debilitar a ambas organizaciones.
Hamás en Gaza ha disparado algunos cohetes simbólicos, mientras que lo que queda de Hezbolá, la joya de la corona de los esfuerzos de Irán para extender su influencia y poder por la región y el mundo a través de sus proxies, anunció que no participará en la guerra entre Israel y sus amos iraníes.
Como Morgoth, el principal villano del universo de la Tierra Media de J.R.R. Tolkien y el amo original del villano de El Señor de los Anillos, Sauron, Irán desperdició sus recursos extendiendo su influencia por la región a través de sus subordinados, empoderándolos a expensas de sí mismo. Armó a Hezbolá, Hamás, los hutíes y otros grupos terroristas, y les proporcionó miles de millones de dólares que podrían haber servido para fortalecer su propio ejército y construir su economía. Su verdadero poder y peligro se extendía a través de sus proxies, y cuando esos proxies fueron destruidos, Irán se reveló como un tigre de papel cuya única esperanza de restaurar su poder era obtener armas nucleares, al igual que los dragones voladores fueron la última esperanza de Morgoth cuando sus sirvientes fueron destruidos. El mal se destruyó a sí mismo.
Estados Unidos ya se ha beneficiado enormemente de los ataques de Israel contra Irán. Una de las críticas al presidente Trump desde que asumió el cargo hace medio año es que amenaza, pero siempre retrocede, como en sus anuncios de aranceles a muchos países. Irán ciertamente pensó que todas las amenazas y advertencias de Trump sobre su programa de armas nucleares no eran más que fanfarronadas.
Pero Israel ha demostrado que Trump no estaba fanfarroneando. Al actuar sobre las amenazas de Trump, al atacar el día 61 después de que Trump diera a Irán 60 días para cumplir con sus demandas, Israel mantuvo la credibilidad de Estados Unidos en el escenario mundial, sin que Estados Unidos tuviera que mover un dedo o involucrarse militarmente. Y al apoyar a Israel en este conflicto con Irán, Estados Unidos ha reforzado aún más su credibilidad y ha demostrado al mundo por qué ser su amigo y aliado sigue siendo tan importante.
Israel ha pagado un precio terrible por estos logros. Irán es débil e incapaz de ganar este conflicto, pero aún puede disparar cientos de misiles balísticos contra Israel. Hasta ahora, 24 personas han muerto en ataques directos en ciudades y pueblos israelíes, y cientos han resultado heridas; aunque la mayoría de las víctimas eran personas que no estaban en habitaciones seguras o refugios, entre los muertos hay niños, y un hombre árabe israelí en Tamra ha perdido a su esposa y a sus tres hijas. Estas pérdidas son increíblemente dolorosas para toda la nación. Es difícil no llorar al escuchar a Raja Khatib describir cómo su hija mayor, Shada, estudiaba derecho en la Universidad de Haifa y cómo su hija menor, Hala, estaba solo en octavo grado.
Y, sin embargo, los israelíes saben que podría haber sido mucho peor. Irán podría haber lanzado miles de misiles balísticos en lugar de cientos. Podría haber hecho que Hamás y Hezbolá lanzaran decenas de miles de cohetes al mismo tiempo que sus ataques con misiles. Podría haber tenido ojivas nucleares en sus misiles, matando a 2.4 millones de personas en lugar de 24. Con la destrucción de Hamás y Hezbolá y la decisión de enfrentarse a Irán ahora y no esperar a que tuviera diez veces más misiles balísticos, algunos equipados con ojivas nucleares, Israel ha evitado esos escenarios de pesadilla y ha cumplido con la promesa de “nunca más”.
El trabajo aún no está terminado. La instalación nuclear en Fordow, escondida bajo una montaña, aún no ha sido atacada. Mientras la instalación de Fordow permanezca y los ayatolás sigan en el poder, la amenaza de un Irán nuclear no habrá sido completamente eliminada. Israel no posee las bombas antibúnker necesarias para destruir esa instalación. Tampoco ha atacado a los ayatolás mismos, la fuente de la amenaza de un holocausto nuclear.
Así como habría sido un desperdicio terminar las luchas contra Hamás y Hezbolá antes de la eliminación de sus liderazgos y el debilitamiento de sus ejércitos, sería un desperdicio terminar la Operación León Naciente mientras una instalación nuclear aún exista en Irán y aquellos que lideran el plan para destruir a Israel sigan en el poder.
Solo podemos rezar para que haya un plan para lidiar con Fordow y que haya un plan para evitar que los ayatolás vuelvan a amenazar a Israel, Oriente Medio y el mundo, ya sea mediante la reconstrucción de sus proxies terroristas o con armas nucleares. Si Irán se convierte en la nación pacífica que sus 90 millones de ciudadanos desean que sea, los próximos tres cuartos del siglo XXI serán mucho más pacíficos para el mundo entero de lo que han sido los últimos 25 años.