Aprendí dos cosas viendo a la gimnasta rítmica Linoy Ashram recibir su medalla de oro. De repente me di cuenta de lo que sienten los que ven las competiciones, incluida la que yo participé, en casa. La emoción era inmensa. Admito que, a veces, me sentí más nervioso que durante mi propia actuación, hasta el punto de que contuve la respiración mientras esperaba conocer la puntuación de la gimnasta rusa Dina Averina y el color de la medalla de Ashram.
La otra cosa que aprendí viendo las competiciones del sábado es que el trabajo duro da resultados. Aunque Rusia ha dominado el campo de Ashram, fue una gimnasta israelí la que nos emocionó a nosotros y a todo el país, llenando de alegría a los israelíes y demostrando que el cielo es el límite.
Desde el momento en que la puntuación final determinó que Ashram se llevaría a casa la medalla de oro, la alegría que se apoderó de mí no conoció límites. Felicito a Ashram por su logro. Me alegro mucho por ella y por su entrenadora, Ayelet Zussman, cuyo papel, junto con el de la Federación Israelí de Gimnasia, ha sido el de pasar de cero medallas a dos -ambas de oro- en los Juegos Olímpicos de Tokio. Es difícil describir con palabras lo que este logro significa para la federación. ¿Quién iba a pensar que Israel ganaría dos medallas de oro?
Espero que Ashram disfrute de la medalla y de todo lo que conlleva. Después de haber tenido la oportunidad de conocerla mucho mejor tras pasar tiempo con ella en las ruedas de prensa y en el gimnasio el año pasado, el hecho de que sea ella quien se lleve el oro a casa me hace especialmente feliz. Supongo y espero que la gimnasia israelí aproveche al máximo estas dos medallas y que esto sea solo el principio de una larga tradición de grandes logros en la gimnasia a escala mundial.