Israel tiene un problema. Parte de la compenetración diplomática y militar que construyeron el ex presidente Donald Trump y el ex primer ministro Benjamin Netanyahu está siendo atacada.
Es cierto que a veces quien aprieta el gatillo es un houthi -como en el ataque con misiles a los Emiratos Árabes Unidos durante una visita del presidente Isaac Herzog- o un iraní, o un libanés, o un miembro del ISIS.
Sin embargo, el principal responsable de este descalabro es la administración Biden, que ha adoptado un apaciguamiento en todos los frentes.
Washington eliminó a los rebeldes Houthi de su lista de organizaciones terroristas, siendo ahora Arabia Saudí el malo de la película, y el genocida Irán se ha convertido en el objetivo de un cortejo desesperado. El Israel de Netanyahu era el hierro del halcón estadounidense en la región, pero ahora está tratando de fortalecer el sistema que la administración Biden está socavando.
Afortunadamente para Israel, Herzog fue elegido presidente. Estaba claro de antemano que tendría que ser una figura destacada en la política exterior israelí, aunque no sea una parte oficial de su función. Mientras el primer ministro Naftali Bennett da vueltas y el ministro de Asuntos Exteriores Yair Lapid hace promesas a diestro y siniestro, Herzog y su esposa Michal van por el buen camino.
La visita presidencial indica a los EAU que Israel se mantiene firme en su compromiso. Apenas ha pasado una semana desde que el actual gobierno asumió su cargo sin que algún legislador israelí visite el Estado del Golfo.
El enfoque conciliador de Estados Unidos, que permitió la agresión rusa en Ucrania, es también la causa de las tensiones en Oriente Medio. Al igual que en el caso de los Houthis, Washington ya no se opone al préstamo de cinco mil millones de dólares del Fondo Monetario Internacional a Irán.
Del mismo modo, el año pasado, el secretario de Estado Antony Blinken eliminó las sanciones impuestas anteriormente por los presidentes Obama y Trump a Nord Stream 2, el gasoducto entre Rusia y Alemania que discurre por el fondo marino del Báltico, y a su director ejecutivo Matthias Warnig. Tales acciones son percibidas por los líderes -el presidente ruso Vladimir Putin y el presidente iraní Ebrahim Raisi- como un incentivo para continuar con nuevas demandas, así como con la agresión.
Al ver que Estados Unidos no puede centrarse en dos puntos calientes al mismo tiempo, es probable que aumenten las tensiones en Oriente Medio. Sin embargo, hay que tener en cuenta que, a pesar de las conversaciones para mejorar los lazos con Egipto, las visitas presidenciales o incluso la diplomacia activa en El Cairo están lejos de concretarse.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, debería dirigir sus señales de búsqueda de una mejora de los lazos con Israel a Herzog. Una reunión entre ellos sería un acontecimiento muy bienvenido, pero que Israel no debería estar demasiado ansioso por organizar. Quizá sea mejor que Israel dé a Grecia y Chipre la misma seguridad que da a los EAU.