El regocijo podía oírse hasta la Universidad de Birzeit: el público fue informado de que el primer ministro Naftali Bennett, que ostenta el vergonzoso título de “primer ministro que menos tiempo ha estado en el cargo”, dimitiría pronto y regresaría a su casa de Ra’anana (renovada con el dinero de los contribuyentes).
Pero la complacencia utópica e infantil del bando nacional no tardó en asomar la cabeza. Volvieron las declaraciones sobre un “¡gobierno de derechas!”: Algunos, en las redes sociales y en diversos paneles, discutían si el líder de Otmza Yehudit, Itamar Ben Gvir, se convertiría pronto en ministro del Interior o de Asuntos de la Diáspora, mientras que otros se alegraban de que “el sistema de justicia no estará bajo control”. Los más reservados se alegraban de pensar en proyectos de construcción en Judea y Samaria, con permisos que seguramente llegarán en cuanto la derecha ideológica liderada por el Likud gane las elecciones.
Pero en esos dos gloriosos días, dos cosas se deslizaron bajo el radar del júbilo. En primer lugar, el mensaje de todos los miembros de la coalición de izquierdas en la Knesset, encabezados por el ministro de Asuntos Exteriores, Yair Lapid, advirtiendo de que si bien el “gobierno de Netanyahu” ya no es un peligro para la democracia, ha surgido uno mucho más peligroso: la coalición “Netanyahu-Ben Gvir”. ¿Creías que el gobierno de Netanyahu era malo? Pronto llegarás a echarlo de menos, porque el gobierno Netanyahu-Ben Gvir será el infierno en la tierra.
Tal conexión hace que parezca que la elección es entre el bien y un monstruo de dos cabezas. Olvidemos el hecho de que la actual coalición incluye a orgullosos partidarios de los terroristas, lo único que hizo Ben Gvir fue robar el emblema de un coche y distribuir algunos folletos… Hace treinta años.
Lo segundo que pasó desapercibido fueron los mensajes indirectos que el ministro de Defensa, Benny Gantz transmitió al Likud. En resumen, nunca se sentará con Netanyahu y Ben Gvir. O tal vez lo haga.
La campaña de la izquierda es inútil. Una simple mirada a la historia de Netanyahu mostrará que no tiene el menor interés en tener a Ben Gvir en la coalición. Históricamente, Netanyahu siempre se ha esforzado por conseguir gobiernos de centro, y siempre -incluso con victorias arrolladoras- se ha asegurado de llamar primero a los partidos de izquierda para que se unan a la coalición, poniendo en peligro a sus aliados. Eso es un hecho.
En mi opinión, un gobierno de unidad encabezado por Netanyahu es mejor que uno dirigido por Bennett, porque no dependerá de los terroristas.
Miembros honestos del Likud como Galit Distel-Atbaryan y Yariv Levin han dejado claro que la historia será diferente esta vez, y espero que tengan razón. Pero, aun así, a menos que se demuestre lo contrario, esto es lo máximo que puede soportar la derecha en Israel: funcionarios elegidos que mintieron o funcionarios elegidos que no se apoyarán en los terroristas. Es triste, pero es lo que hay.