Imagínese este escenario: un comunista, Zohran Mamdani, como alcalde de Nueva York, y un presunto adicto al crack, Hunter Biden, como presidente de los Estados Unidos. No se trata de una exageración, dada la decadencia del mundo actual. Zohran ya ha recorrido más de la mitad del camino. ¿Y Hunter?
Personas con cierta seriedad afirman que tiene una posibilidad real en 2028, precisamente porque se muestra auténtico. Si eso es lo único que se necesita, entonces no importa lo más mínimo su presunta implicación en negocios turbios junto a su padre.
Además, ya tiene un nombre reconocido y, aunque esté asociado al escándalo y la degradación, la fama le otorga una ventaja inmediata frente a cualquier rival que deba comenzar desde cero.
En lo que a mí respecta, salvo que surja otra figura de peso como Donald Trump, considero que debemos prepararnos para un eventual presidente Hunter Biden, mientras tanto Zohran asfixia a la ciudad de Nueva York.
Nunca volverá a existir otro Donald Trump. Es una lástima. Fue beneficioso para Estados Unidos, para Israel y para el mundo. Conviene valorar lo que representó mientras duró. Conviene prepararse para lo que vendrá después.
Mientras tanto, sigo recibiendo correos de activistas de izquierda en Israel que insisten: Bibi debe marcharse. Afirman que está cometiendo crímenes de guerra en Gaza. Sostienen que Gaza ha quedado destruida por su culpa. Que hay niños muriendo de hambre mientras él ordena a las FDI continuar con los combates.
Hay algo de verdad en ello. Gaza está devastada, y llegó a ese estado cuando Hamás, con el respaldo de muchos “civiles inocentes”, creyó que podía perpetrar una masacre contra israelíes que retrocediera a la humanidad a la barbarie: mujeres violadas y quemadas, bebés partidos por la mitad, todo convertido en una fiesta macabra, una carnicería tan atroz que resulta inconcebible.
El 7 de octubre de 2023 fue un acontecimiento de proporciones bíblicas. Bibi lo comprendió desde el primer instante, y por eso decidió responder conforme a los parámetros bíblicos.
Tal como lo establece la Biblia: borrar del mapa a Amalec. Se trata de un mandato bíblico. Bibi lo toma con absoluta seriedad. Por eso afirma estar cumpliendo la voluntad de Dios.
Usted podrá objetar que no es un hombre religioso. Yo afirmo que lo es. No usa kipá, pero conoce extensos pasajes de la Torá en hebreo original y puede citarlos de memoria. Conoce la Biblia. Es un hombre de la Biblia. Cuando se presenta ante el Congreso de los Estados Unidos, suele llevar algún objeto arqueológico que se remonta a la época del rey David.
Con ello recuerda a Estados Unidos, y al mundo entero, que se considera sucesor del rey David, al igual que todo Israel, tres veces santo, según proclamó el profeta en un momento de claridad divina.
El rey David es el héroe supremo de Bibi. Es el referente con el cual mide el liderazgo judío. Por eso no se detendrá hasta sentir que Israel ha sido plenamente vengado. No se dejará presionar. Y sabe, con base en la Biblia, que no debe rendirse ni temblar ante el enemigo, ya sea en el plano militar o en el político. No cederá ante la ONU, la Unión Europea ni la Corte de La Haya.
¿Se pregunta por qué tantos presidentes estadounidenses y secretarios de Estado le mostraron antipatía? Porque nunca accedió a ceder. Todos pretendían que se sometiera a la solución de dos Estados. Le ofrecían amistad a cambio de concesiones. Imagínese el nivel de presión. Pero Bibi no aceptó.
Trump defendió el lema “América primero”. Bibi hizo lo propio con “Israel primero”. Juntos forman un equipo imbatible. Así lograron ese golpe coordinado contra las instalaciones nucleares de Irán. Israel inició la operación. Estados Unidos la concluyó con brillantez.
Bajo el liderazgo de Bibi, más que nunca, Israel sigue siendo esa pequeña nación capaz de resistir. Trump lo respeta. Trump respeta la fortaleza. Trump desearía que la guerra terminara, pero comprende la necesidad de Bibi de concluir la misión. Para Estados Unidos, una Israel fuerte resulta esencial.
Bibi es beneficioso para Israel. Bibi es beneficioso para Estados Unidos. Después de Trump, ya sabemos qué nos espera. En cuanto a Bibi, ¿cuándo volverá a surgir alguien como él?
¿Arrancarán sus sucesores todo lo que él sembró?