La semana pasada, algunos medios de comunicación sacaron a la luz los detalles de una investigación que muestra cómo la administración Obama, con disimulo y secreto, esgrimiendo la excusa de proteger el acuerdo nuclear con Irán, impidió la continuación y posibles logros de la llamada “Operación Casandra”, dedicada a desmantelar las redes de terrorismo dirigidas por Hezbolá, y financiadas por el narcotráfico y lavado de dinero.
Mientras un equipo multidisciplinario agrupado por la Drug Enforcement Administration, DEA, realizaba una ardua labor, los Departamentos de Justicia y Tesoro de EEUU obstaculizaron estos esfuerzos, según dicen, para complacer a la teocracia iraní durante las conversaciones entre el grupo 5+1 (los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU sumada Alemania), e Irán, que culminaron en la firma del acuerdo.
Tal vez, el anhelo de las potencias mundiales de apaciguar a Irán haya tenido una buena intención: posponer la disposición de armas atómicas; y, una segunda razón podría ser que, para ese entonces, Irán combatiría a ISIS. Sin embargo, la experiencia histórica nos enseña que los ablandamientos no son provechosos y como lo advirtió Netanyahu, lo pactado con el régimen de los ayatollas no es suficiente para detener sus ambiciones nucleares. Así, concertaron un programa de inspecciones elemental y de fácil burla. Además, hay aspectos primordiales que no fueron tomados en cuenta, entre ellos el proyecto misilístico iraní.
Las potencias acordaron limitar el programa nuclear de Irán a cambio del levantamiento de las sanciones de la ONU, las cuales estaban resultando en el debilitamiento de su economía, al punto que el régimen aceptó negociar. Sin embargo, según Teherán, en los años que duró la negociación, EEUU les devolvió más de $10 mil millones que estaban retenidos. Llama la atención esa presteza de Obama por conseguir un mal convenio.
Los descubrimientos de estos hechos que se efectuaron de forma sigilosa, debieron suscitar un gran escándalo en el mundo político y la sociedad norteamericana, pero no han ido más allá de la publicación en determinados medios. Lo cierto es que no pareciera que estas “inocentadas” que ponen en peligro la seguridad de EEUU y podrían constituir delitos, tengan mayores repercusiones.
Por: BEATRIZ W. DE RITTIGSTEIN | bea.rwz@gmail.com