Los líderes occidentales y rusos lanzaron mensajes contradictorios en África, mientras siguen compitiendo por el apoyo internacional tras cinco meses de guerra en Ucrania.
El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, se embarcó esta semana en un viaje a cuatro países: Etiopía, Egipto, Uganda y la República Democrática del Congo. El mensaje de Lavrov se centró en gran parte en contrarrestar la acusación occidental de que Moscú ha convertido en armas los problemas de inseguridad alimentaria exacerbados por la invasión rusa de Ucrania. “La propaganda occidental y ucraniana que acusa a Rusia de supuestamente ‘exportar el hambre’ carece de todo fundamento”, escribió la semana pasada en una carta dirigida a los periódicos de los países africanos, culpando en cambio al “Occidente colectivo” de años de mala gestión económica que se remontan a las consecuencias financieras mundiales de la pandemia del Covid-19. “Rusia seguirá cumpliendo de buena fe sus obligaciones según los contratos internacionales en materia de exportación de alimentos, fertilizantes, energía y otros bienes vitales para África. Rusia está tomando todas las medidas para lograrlo”, escribió Lavrov.
Las naciones africanas han sido de las más afectadas por la guerra entre Rusia y Ucrania, que en conjunto producían más del 40% del suministro de trigo del continente. Lavrov reconoció que “la situación en Ucrania afectó negativamente a los mercados de alimentos”, pero insistió en que esto “no se debió a la operación especial rusa, sino a la reacción absolutamente inadecuada de Occidente, que anunció sanciones”. Los líderes africanos, acuciados por la creciente preocupación por la escasez de alimentos, acogieron con satisfacción el reciente acuerdo a cuatro bandas entre Turquía, Rusia, Ucrania y las Naciones Unidas para desbloquear las exportaciones de grano de los puertos ucranianos del Mar Negro.
El Kremlin quiso aprovechar la buena voluntad ganada por la Unión Soviética en África durante la Guerra Fría, y Lavrov recordó a su audiencia africana que Rusia, en contraste con grandes franjas de Europa Occidental, no está “manchada por los sangrientos crímenes del colonialismo”.
Lavrov reiteró la postura de Moscú de que Occidente desempeña un papel inapropiado en ciertas instituciones multilaterales, argumentando que el segundo y el tercer mundo deberían tener más voz. “Confirmamos nuestras posiciones en lo que respecta a la reforma del Consejo de Seguridad de la ONU”, dijo en Uganda. “El principal problema es la infrarrepresentación en el Consejo de Seguridad de los Estados en desarrollo y la única solución a este problema es una mayor representación de los países asiáticos, africanos y latinoamericanos”.
Al igual que una parte importante del mundo no occidental, muchos países africanos se han resistido a la presión de Estados Unidos y Europa para que adopten una postura firme contra la invasión rusa de Ucrania. “No creemos en ser enemigos del enemigo de alguien”, dijo el presidente de Uganda, Yoweri Museveni, durante una conferencia de prensa con Lavrov, afirmando la posición establecida de neutralidad de su país en el conflicto de Ucrania.
El Kremlin ha subrayado que no espera que ningún país africano adopte una posición explícitamente prorrusa, sino que ha expresado su apoyo a lo que Lavrov describió como el rumbo “independiente” de África. “Apreciamos la considerada posición africana en cuanto a la situación en Ucrania y sus alrededores”, escribió. “Aunque sin precedentes por su escala, la presión del más allá no ha llevado a nuestros amigos a unirse a las sanciones antirrusas. Una trayectoria tan independiente merece un profundo respeto”.
El presidente francés Emmanuel Macron, cuyo viaje a Camerún coincidió con la gira africana de Lavrov, lanzó un mensaje muy contrastado. “He visto demasiada hipocresía, sobre todo en el continente africano y -lo digo con mucha calma- con algunos que no lo llaman guerra cuando lo es y dicen que no saben quién la empezó porque tienen presiones diplomáticas”, dijo. El presidente francés se burló de la autoidentificación de Rusia como aliada de las causas anticolonialistas, enmarcándola en cambio como “una de las últimas potencias imperiales y coloniales” que actualmente está librando una brutal guerra de subyugación contra su vecino. El desafío de Macron a África se hace eco de la posición adoptada por otros gobiernos occidentales, en particular la administración Biden, de que el resto del mundo debe articular una posición inequívoca sobre la guerra de Ucrania.
La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, tiene previsto visitar Ghana y Uganda la próxima semana. Se espera que Thomas-Greenfield hable de cuestiones de seguridad alimentaria, así como de “la importancia de unas instituciones democráticas fuertes e inclusivas, el respeto de los derechos humanos y la promoción de la paz, la estabilidad y el crecimiento económico”, según un comunicado emitido por la misión de Estados Unidos ante la ONU. Al viaje de Thomas-Greenfield le seguirá en breve la visita del Secretario de Estado estadounidense Antony Blinken a Sudáfrica, Congo y Ruanda.
Blinken, que mantuvo una llamada telefónica con Lavrov el viernes para discutir un posible acuerdo de intercambio de prisioneros para la liberación de dos estadounidenses detenidos en Rusia, dejó de lado el bombardeo diplomático de Lavrov a principios de esta semana. “Lo que veo es un juego desesperado de defensa para tratar de justificar de alguna manera ante el mundo las acciones que Rusia ha tomado”, dijo, según la AP. “De alguna manera, tratando de justificar lo que es injustificable”.
La racha de visitas diplomáticas de alto nivel a África pone de relieve la intensificación de las posturas geopolíticas entre Rusia y Occidente, mientras la guerra en Ucrania entra en su sexto mes. Moscú ha tratado de demostrar mediante una serie de contactos diplomáticos en Asia Central, Oriente Medio y África que la campaña occidental para aislarla ha fracasado. Occidente, por su parte, sigue presentando a Rusia como un Estado paria aislado que está librando una guerra de agresión perdida, al tiempo que está paralizado por un régimen de sanciones debilitante.