Tras años de rechazar a Bashar Assad mientras su despótico régimen luchaba por su supervivencia a lo largo de la sangrienta guerra civil de Siria, los países árabes suníes han lanzado recientemente una campaña para cortejar al dictador sirio con el objetivo de abrir una brecha entre su gobierno y el eje iraní.
Como parte de este esfuerzo, Jordania levantó su boicot de casi 10 años a Siria cuando el rey Abdullah habló por teléfono con Assad, una medida que parecía inimaginable hace unos años. El miércoles, el ministro de Asuntos Exteriores de los EAU, el jeque Abdullah bin Zayed, se reunió con Assad en su palacio presidencial de Damasco.
Mientras que el gobierno de Biden echó humo sobre la reunión y el reconocimiento de facto de Abu Dhabi de un régimen marginado por Washington, los EAU insisten en que esta campaña diplomática es propicia para la estabilidad regional. También Egipto ha tendido recientemente la mano al régimen sirio. Parece, por tanto, que los países suníes moderados de la región están dispuestos a dialogar con Damasco, y que su condición previa para hacerlo podría muy bien ser minimizar la presencia de Irán o eliminarla por completo del país devastado por la guerra.
Un nuevo indicio de esta nueva dirección se produjo el miércoles cuando los medios de comunicación saudíes informaron de una creciente ruptura entre el régimen de Assad e Irán. Según los informes, Assad estaba implicado en la expulsión del país del comandante iraní de la Fuerza Quds, Jawad Ghafari.
Al Arabiya citó a una “fuente bien informada” que decía que Assad y otros altos funcionarios sirios habían expresado su indignación por la “excesiva actividad” de las milicias proiraníes en el país, probablemente relacionada con su acción militar contra Estados Unidos e Israel, y que las acciones de Ghafari representaban una violación de la soberanía siria.
La fuente dentro del régimen sirio también dijo al diario Al Hadath que Ghafari había admitido el estacionamiento de armas y personal en zonas explícitamente designadas como prohibidas por el régimen, información que cobra sentido en el contexto de los recientes ataques aéreos en el país atribuidos a Israel.
La fuente también dijo a los periódicos saudíes que Ghafari había aprobado una serie de ataques militares contra Estados Unidos e Israel sin la aprobación del régimen de Damasco. Además, reveló la fuente, los sirios estaban indignados porque Ghafari también había burlado los mecanismos sirios para crear un mercado negro que competía con la economía siria, explotando los recursos naturales del país y su crisis económica para su beneficio personal mientras evadía el pago de impuestos al Estado sirio.
Es difícil verificar estas afirmaciones -que obviamente emanan de los pasillos del poder en Riad- debido a la naturaleza clandestina de la participación de Irán en Siria y a las aprensiones del régimen de Assad por revelar al mundo la discordia con su viejo aliado.
Sin embargo, incluso Siria parece haber aumentado en los últimos meses su recelo ante las actividades de Irán en el sur y el este del país, que están fuera de control y corren el riesgo de enredar al régimen -fatigado por años de guerra y luchando para hacer frente a las sanciones estadounidenses- en más batallas que no desea.
Con todo, sigue siendo difícil creer que el régimen de Assad vaya a romper su alianza con Irán -que lo salvó del olvido a manos de los rebeldes suníes- por culpa de promesas abstractas. Incluso ahora, después de que el régimen haya logrado la victoria militar en la mayor parte del país, la ayuda militar y material que proporciona Irán sigue siendo fundamental para la supervivencia del régimen. Sólo un retorno sin precedentes, que tendría que incluir el consentimiento de Rusia, podría apartar a Damasco y desalojar a Irán de Siria.