Dicen que para hacer la paz se necesitan dos, pero para comenzar una guerra basta uno solo. Israel ha demostrado que esa frase no es cierta. Hamás hizo todo lo posible para comenzar una guerra, pero Israel no cayó en el juego.
Hamás disparó cerca de 500 cohetes a los pueblos fronterizos, y también un mortero que destruyó un ómnibus del cual habían bajado soldados pocos minutos antes. Durante los últimos dos días los habitantes del sur de Israel, cuyos pueblos están a algunos kilómetros de Gaza, vivieron una pesadilla, corriendo a los refugios antibombas cuando la alarma les daba unos cuantos segundos para ponerse a salvo.
La respuesta de Israel a la agresión de Hamás fue bombardear varios edificios vacíos en Gaza, y luego aceptar el cese de fuego ofrecido por Hamás.
Para entender la agresividad de Hamás, cuya intención de provocar una guerra, si hubiese tenido éxito, habría concluido con la muerte de cientos de palestinos, recordemos la película, “El rugido del ratón”, estrenada en 1955, donde actuó el extraordinario Peter Sellers. El Ducado de Gran Fenwick, una pequeña nación de pocos kilómetros cuadrados, estaba en una pésima situación económica. El Primer Ministro del ducado decidió declarar guerra a los Estados Unidos, para, después de ser derrotados, recibir millones de dólares, al igual que Estados Unidos, con el Plan Marshall, lo hizo con Europa, después de la Segunda Guerra Mundial.
La política de Peter Sellers en la película es, básicamente, la misma de Hamás. Los dirigentes de la organización terrorista, aunque los obsesiona el odio a Israel, no son tan ilusos como para creer que pueden derrotar a Israel en una guerra, pero saben muy bien que, cuando el conflicto termine en una tregua, luego de haberles costado la vida a cientos de palestinos el mundo condenará a Israel y exigirá que haga concesiones a Hamás, aparte de que la organización terrorista recibirá cientos de millones de dólares de países cuya generosidad es igualada por su ingenuidad, dinero que les servirá para fabricar nuevos cohetes, cavar nuevos túneles y, “last but not least” aumentar la riqueza privada de los líderes. Para Hamás una guerra con Israel es “a win win situation”. Si matan a un número de israelíes, lo considerarían un gran logro. Si mueren cientos de palestinos, (precio que Hamás considera barato y que vale la pena), el mundo acusará a Israel de reacción desproporcionada.
Muchos se preguntan si la estrategia de Netanyahu está basada en la doctrina del Nuevo Testamento de dar la mejilla izquierda a quien te ha bofeteado la mejilla derecha (Mateo, capítulo 5, verso 39). No es así. La estrategia del Primer Ministro no está inspirada por Jesús sino por Julio César que dijo “Divide et impera” (Divide y Vencerás) cuyo objetivo es mantener la separación entre Gaza y la Autoridad Palestina, conservando la independencia de facto de Gaza, factor que impide la creación de un Estado palestino independiente, que constituiría un peligro mucho mayor que lo que es Gaza hoy.
Israel ha evitado esta guerra, no porque el Primer Ministro sea pacifista, sino porque una victoria total, incluyendo la eliminación de Hamás significaría que Israel nuevamente debe asumir la responsabilidad sobre dos millones de palestinos, lo cual fue el motivo principal de la retirada unilateral de Gaza realizada por el Primer Ministro Sharon en agosto del 2005.
Es una tragedia que los heroicos y sufridos habitantes de los pueblos fronterizos, cuyos hijos están creciendo traumatizados por los cohetes, sean los que pagan el precio por esta situación a la que el gobierno no encuentra solución.