La política de la administración Biden de comprometerse con la Autoridad Palestina (AP) y fortalecerla ha sufrido un revés: la mayoría de los árabes palestinos sigue expresando su descontento con la actuación del presidente de la AP, Mahmoud Abbas, y exige su dimisión.
La esperanza de la administración Biden de reactivar el proceso de paz entre Israel y los palestinos también ha sufrido otro golpe: la mayoría de los palestinos sigue oponiéndose a retomar las negociaciones con Israel bajo el liderazgo de Estados Unidos. Además, la mitad del público palestino está a favor de volver a la lucha armada contra Israel.
Además, muchos palestinos no están convencidos de que vayan a beneficiarse de la decisión de la administración Biden de reanudar la ayuda financiera a la AP debido a la corrupción de los dirigentes palestinos.
Las actitudes palestinas se reflejan en los resultados de las encuestas de opinión pública publicadas en los últimos dos meses por el Centro Palestino de Investigación de Políticas y Encuestas.
Los resultados de las encuestas indican que las políticas de la administración Biden hacia los palestinos en particular y el conflicto israelí-palestino en general están alejadas de la realidad.
Al parecer, el gobierno de Biden espera que el compromiso con Abbas debilite a Hamás y a otros extremistas palestinos y envalentone a los palestinos “moderados” que están dispuestos a hacer la paz con Israel y a renunciar a la violencia.
Sin embargo, los resultados de las encuestas muestran que el público palestino se está moviendo precisamente en la dirección opuesta: hacia un mayor extremismo y desilusión con el liderazgo de la AP.
Los crecientes sentimientos antiisraelíes entre los palestinos son principalmente el resultado de décadas de adoctrinamiento e incitación contra Israel en los medios de comunicación palestinos, las mezquitas, las escuelas y la retórica de los líderes palestinos.
La encuesta más reciente, publicada el 27 de octubre, reveló que en los últimos seis meses se ha producido un descenso significativo de la popularidad de Abbas y su facción gobernante, Al Fatah. Los encuestadores atribuyen este descenso a una serie de acontecimientos, como la decisión de Abbas de suspender las elecciones generales de la Autoridad Palestina, la última guerra de mayo entre Israel y Hamás, y el asesinato del activista anticorrupción Nizar Banat, a manos de agentes de seguridad de la AP que lo golpearon hasta la muerte en junio.
Según el sondeo, el descontento con la actuación de Abbas se sitúa en el 71% y cerca del 74% quiere que dimita.
Si se celebraran hoy nuevas elecciones presidenciales, según el sondeo, la mayoría de los palestinos votaría por el líder de Hamás, Ismail Haniyeh, o por el operativo de Al Fatah encarcelado Marwan Barghouti, que actualmente cumple cinco cadenas perpetuas en prisión por su papel en ataques terroristas letales contra israelíes.
Los que quieren ver a Haniyeh como su presidente apoyan la carta de Hamás, que llama abiertamente a la jihad (guerra santa) contra Israel.
La versión más reciente, supuestamente moderada, de la carta de Hamás de 1988, considera el “problema de Palestina” como una cuestión religiosa-política musulmana, y el conflicto israelí-palestino como un enfrentamiento entre el islam y los judíos “infieles”. “Palestina” se presenta como tierra islámica sagrada y está estrictamente prohibido ceder un centímetro de ella porque nadie tiene autoridad para hacerlo.
Aun así, el segundo párrafo de la carta revisada de Hamás afirma: “Israel existirá y seguirá existiendo hasta que el islam lo borre, como borró a otros antes”.
El artículo 7 dice:
“El Movimiento de Resistencia Islámica aspira a hacer realidad la promesa de alá, sin importar el tiempo que le lleve. El profeta, la oración y la paz de alá sean con él, dice: ‘La hora del juicio no llegará hasta que los musulmanes luchen contra los judíos y los maten, de modo que los judíos se escondan detrás de los árboles y las piedras, y cada árbol y cada piedra diga: ‘Oh musulmán, oh siervo de alá, hay un judío detrás de mí, ven y mátalo’”.
El artículo 11 de los estatutos de Hamás dice:
“La Resistencia Islámica [Hamás] cree que la tierra de Palestina ha sido un Waqf islámico a lo largo de las generaciones y hasta el Día de la Resurrección; nadie puede renunciar a ella ni a una parte de ella, ni abandonarla”.
Artículo 13:
“No hay solución al problema palestino sino mediante la jihad. Las iniciativas, propuestas y conferencias internacionales no son más que una pérdida de tiempo, un ejercicio de inutilidad”.
Artículo 14:
“Es necesario inculcar el espíritu de la jihad en el corazón de la nación para que se enfrente a los enemigos y se una a las filas de los combatientes. Es necesario inculcar en las mentes de las generaciones musulmanas que el problema palestino es un problema religioso, y debe ser tratado sobre esta base”.
Una encuesta anterior realizada por el mismo centro en septiembre reveló que el 45% de los palestinos cree que Hamás es más merecedor de representar y liderar al pueblo palestino, mientras que solo el 19% cree que Abbas y Fatah lo son.
Barghouti, por su parte, es popular entre los palestinos porque se le considera más extremista que Abbas, y porque fue acusado por un tribunal israelí de 26 cargos de asesinato e intento de asesinato. En 2014, Barghouti llamó desde su celda a lanzar una tercera intifada (levantamiento) contra Israel. También instó a los dirigentes de la AP a poner fin inmediatamente a la coordinación de seguridad con Israel.
Haniyeh y Barghouti son populares entre los palestinos porque cada uno de ellos ha pasado por cárceles israelíes. Abbas, en cambio, no ha pasado ni un solo día en una prisión israelí, lo que constituye una de las razones por las que inspira menos respeto a su pueblo.
En el mundo de los palestinos, los que asesinan a los judíos o están comprometidos con la eliminación de Israel son los candidatos más adecuados para la presidencia.
Otro resultado interesante, aunque no sorprendente, de la encuesta: la mitad del público palestino calificó de muy mala la situación de los derechos humanos y la democracia bajo la AP.
En cuanto al proceso de paz con Israel, el 68% de los palestinos dijo que se oponía a una vuelta a las negociaciones con Israel dirigidas por Estados Unidos bajo la administración de Biden.
Según la encuesta de septiembre, el 83% de los palestinos cree que hay corrupción en las instituciones de la Autoridad Palestina. Esta cifra debería servir de luz roja a la administración Biden tras su decisión de restablecer la ayuda financiera a la AP.
Cuando los palestinos hablan de la corrupción rampante, están enviando una advertencia a la administración Biden y a otros donantes occidentales para que no derramen dinero sobre los líderes palestinos de forma incondicional, sin transparencia ni responsabilidad.
El 18 de octubre, Abbas decidió formar un “Comité Nacional para la Reforma” en un intento de persuadir a los palestinos y a los donantes internacionales de que se toma en serio la lucha contra la corrupción financiera y administrativa en la AP. Algunos palestinos, sin embargo, no se creen la estratagema de Abbas. En respuesta a la decisión de Abbas, la Coalición Palestina por la Rendición de Cuentas y la Integridad (AMAN) dijo:
“La AP necesita urgentemente una reforma estructural seria, especialmente teniendo en cuenta la interrupción de la transición pacífica del poder y de las elecciones, que sirven como mecanismo democrático para acceder al poder… La práctica gubernamental se ve empañada por la escasa transparencia, participación e integridad. Aunque tiene una gran influencia en el sistema político, la supervisión formal del poder ejecutivo se ha debilitado…”.
“También se han planteado objeciones contra las prácticas opresivas, incluidas las medidas calificadas de infracción de las libertades públicas y los derechos fundamentales. En combinación con la actual división política interna palestina (entre Al Fatah y Hamás), esta situación ha provocado, en consecuencia, un continuo deterioro de la integridad del gobierno y un rápido deslizamiento hacia un sistema político totalitario y autoritario”.
La política de fortalecer a Abbas y a la AP es probablemente buena a corto plazo. Es buena mientras la AP siga gestionando los asuntos cotidianos de los palestinos (los israelíes no quieren volver a los días en que tenían que gestionar las escuelas y los hospitales de los palestinos en Cisjordania y la Franja de Gaza) y lleve a cabo la coordinación de la seguridad con Israel, impidiendo así que Hamás se haga con el control de Cisjordania.
Sin embargo, a largo plazo, esta política no va a cambiar los sentimientos de la población palestina.
Los millones de dólares que la administración Biden está vertiendo sobre los palestinos no los hará más moderados ni los animará a abandonar la violencia y el terrorismo. Sólo hay una manera de desradicalizar a los palestinos: detener la actual campaña para deslegitimar a Israel y demonizar a los judíos. Es la catastrófica incapacidad de hacer que Abbas y la AP rindan cuentas por su incitación contra Israel y por su corrupción lo que está envalentonando a Hamás y a otros que buscan destruir a Israel.