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Por qué un acuerdo total no funcionará en Gaza

28 de julio de 2025
Hamás en Gaza

Una multitud saluda a los terroristas de la Yihad Islámica y Hamás a su llegada para la entrega de rehenes a la Cruz Roja en la ciudad de Jan Yunis, al sur de la Franja de Gaza, el 30 de enero de 2025. (Foto AP/Jehad Alshrafi)

¿Cuál es la diferencia entre Gaza y Líbano? Esta pregunta, que se repite constantemente entre quienes abogan por ceder ante todas las exigencias de Hamás, no apunta a una diferencia geográfica, sino a una disyuntiva política. Si ampliamos un poco su argumento, este se expresaría de la siguiente manera: las FDI llevaron a cabo una operación militar intensa, pero de corta duración en Líbano, eliminaron una cantidad significativa de la capacidad bélica, el armamento y el liderazgo de Hezbolá, y promovieron un alto el fuego tras el cual se retiraron del sur del país. Desde entonces, realizan ocasionalmente operaciones limitadas con el objetivo de impedir que la organización terrorista logre reconstruirse y vuelva a representar una amenaza en la frontera norte de Israel. Si esa estrategia funcionó en Líbano, ¿por qué no replicarla aquí?

El diputado Ram Ben Barak (Yesh Atid) reflejó esta postura cuando, en una entrevista con Radio 103FM, propuso su plan para el día después de la guerra: “Alcanzar ahora un alto el fuego de largo plazo, replegarse al perímetro y liberar a los rehenes, para luego avanzar hacia acuerdos internacionales que instauren un nuevo gobierno en la Franja. Y si Hamás vuelve a levantar la cabeza, reanudaremos los combates”.

Entonces, ¿por qué no? ¿Por qué no aceptar las condiciones de Hamás, replegarse de la Franja, llegar a un acuerdo internacional y volver a combatir si Hamás reaparece? ¿Acaso no es, aparentemente, lo mismo que en Líbano? Para responder a esta pregunta, desglosaremos esa afirmación y luego analizaremos cada una de sus partes.

1. ¿Por qué no aceptar las condiciones de Hamás? En primer lugar, conviene recordar que, además del retiro militar, Hamás plantea otras exigencias para liberar a los rehenes. Entre ellas, la liberación de miles de prisioneros, incluidos, según se informó la semana pasada, algunos de los asesinos que participaron en la masacre del 7 de octubre. Uno de los principales aprendizajes que Israel debe asimilar —y que aún no ha interiorizado— es que, por doloroso que resulte, no se puede liberar a tantos enemigos del Estado que ya demostraron su disposición a asesinar civiles, y no hay ningún motivo para suponer que no lo volverían a hacer. En el peor de los casos, podrían convertirse en terroristas de alto nivel y planear nuevas ofensivas como la del 7 de octubre, tal como ocurrió con Yahya Sinwar, excarcelado en el marco del canje por Gilad Shalit.

Además, el plan de Ben Barak —y de muchos en su campo político— incluye un componente claramente fantasioso: suponen que si Israel acepta las condiciones de Hamás, este accederá a liberar a todos los rehenes. ¿Pero eso es realmente verosímil? A fin de cuentas, como se ha demostrado día tras día desde el 7 de octubre, y con mayor claridad aún desde el inicio de la maniobra terrestre, los rehenes en poder de Hamás —especialmente los que están vivos— son su principal carta en esta guerra. Nada se le compara. Si Hamás ya no los tuviera, y los combates se reanudaran, las FDI tendrían mucha mayor libertad para operar con toda su fuerza. Precisamente por ello, cuesta mucho creer que Hamás acepte liberarlos masivamente. Es más razonable suponer que podría entregar a casi todos, pero reservarse uno o dos como carta de negociación futura.

Entonces, ¿cuál es la diferencia entre Gaza y Líbano? En primer lugar, que Hezbolá no tenía rehenes. Israel no perdió nada al cesar el fuego. De hecho, ni siquiera puede decirse que el fuego realmente cesó por completo hasta hoy.

2. ¿Por qué no retirarse de la Franja? El final del párrafo anterior ofrece ya una buena respuesta. A diferencia de lo ocurrido en Líbano, si Israel aceptara todas las condiciones de Hamás, tendría que replegarse a un “perímetro” —¿pero cuál exactamente? Hamás ha exigido reducirlo, y no hay razón para pensar que no terminaría siendo simbólico o inexistente—, y permitir que se desarrollen procesos de transferencia de poder, sobre los cuales se profundizará más adelante, sin capacidad de intervenir. Este punto es crucial, ya que en todas las negociaciones anteriores Hamás ha exigido garantías internacionales que impidan a Israel hacer exactamente lo que los defensores de este tipo de acuerdos afirman que podrá hacer: reanudar los combates.

En otras palabras, retirarse de la Franja equivaldría a devolver toda esa zona a la penumbra. No se sabría qué sucede allí y, en caso de averiguarlo, no se podría actuar con eficacia. ¿Alguien duda de que lo primero que harían los operativos de Hamás tras salir de los túneles sería ampliar esos mismos túneles hasta recuperar su escala previa a la guerra, esta vez con el conocimiento adquirido en combate? ¿Alguien cree que Hamás no volvería a intentar contrabandear armas por todos los medios? ¿Que no trataría de reconquistar el territorio? ¿Que no comenzaría de inmediato a planear otro 7 de octubre?

Cuando las FDI se retiraron del sur del Líbano, conservaron la capacidad operativa de regresar y atacar en cualquier momento, sin rehenes de por medio, sin garantías externas, y con un gobierno libanés que, al menos en teoría, trata de contener a Hezbolá. Incluso así, no ha sido fácil. ¿Entonces vamos a asumir un escenario mucho más desfavorable con Hamás, después de lo que ha demostrado que puede hacer?

3. ¿Por qué no llegar a un acuerdo internacional? La pregunta, en sí misma, no es problemática. Es probable que, tras la guerra, se establezca algún tipo de arreglo internacional relacionado con Gaza. La cuestión es qué tipo de acuerdo será ese. Incluso los planes más irreales de Trump, como trasladar a los gazatíes a otros países y convertir la Franja en una “riviera del Mediterráneo”, se encuadran técnicamente como acuerdos internacionales. Pero aunque ese escenario fuera factible —y hoy no hay indicios de que lo sea—, Hamás jamás aceptaría un pacto de ese tipo a cambio de liberar a todos los rehenes y dar por finalizada la guerra.

Entonces, ¿qué tipo de acuerdo sí aceptaría Hamás? Con alta probabilidad, uno en el que Catar juegue un papel central, como lo ha hecho durante años en calidad de aliada y patrocinadora. Es de suponer que el actor externo más lejano que se le permitiría entrar en la Franja sería la Autoridad Palestina, quizás tras algún cambio cosmético que la haga más presentable a ojos del mundo. Aun así, si Hamás no es eliminado ni expulsado —como mucho, neutralizado políticamente por un tiempo—, ya sabemos lo que puede suceder. La última vez que la Autoridad Palestina intentó asumir el control en Gaza, sus miembros terminaron siendo arrojados desde los techos. Si bien ya no quedan muchos edificios altos, se puede confiar en que Hamás encontrará la manera de eliminar a sus rivales en cuanto tenga la oportunidad.

Comparemos esto con el caso libanés. Allí, al menos en términos formales, existe un gobierno que cuenta con cierto respaldo occidental y que intenta enfrentar el problema de Hezbolá. El grupo terrorista se mantiene débil tanto en el terreno como en el plano político, mientras Israel procura que no se fortalezca. ¿Se puede esperar lo mismo en un acuerdo internacional que Hamás esté dispuesto a aceptar? Resulta difícil de creer.

4. ¿Por qué no podríamos reanudar los combates? Tomemos algunos ejemplos recientes: la desconexión de Gaza, la operación Plomo Fundido, Pilar Defensivo, Margen Protector, Guardián de los Muros… tras cada una de estas acciones —y muchas más— los líderes israelíes y los comandantes del ejército aseguraron que, si los enemigos en Gaza volvían a representar una amenaza, Israel sabría cómo responder. No por nada la frase “sabremos reanudar los combates” se ha convertido en una parodia. Esta consigna gastada, que aún hoy sigue pronunciándose con solemnidad por antiguos altos cargos, es la marca del demagogo que nos intenta vender hoy una fantasía que pagaremos mañana. No fue cierta entonces, no lo es ahora, y quien promete algo así es, probablemente, un mentiroso o un ingenuo.

¿Por qué no es cierto? Por múltiples razones. Ante todo, porque todo acuerdo para poner fin a la guerra y recuperar a los rehenes incluirá forzosamente garantías que impidan a Israel reanudar las hostilidades en los próximos años. La expresión “sabremos luchar de nuevo” resulta casi irónica en este contexto: puede que sepamos cómo hacerlo, pero no se nos permitirá.

Además de las restricciones legales, está el escenario internacional. ¿Cuándo se considerará que Hamás “vuelve a levantar la cabeza”? ¿Cuando el Shin Bet y los servicios de inteligencia detecten actividad terrorista? No, eso no bastará para justificar ante el mundo una nueva ofensiva. ¿Tal vez si Hamás retoma el control de la Franja? Tampoco, ya que se trata de una organización política. ¿Después del primer cohete disparado desde Gaza? Menos aún: nadie enviaría brigadas enteras a las trampas mortales de Gaza solo por un proyectil improvisado que probablemente será interceptado por la Cúpula de Hierro. ¿Y si cometen un atentado? Se responderá con un bombardeo puntual, tal vez se elimine a un dirigente. Y así sucesivamente.

La mayoría de los países tardaron entre una semana y dos meses, después de la masacre, en pasar del respaldo a Israel a los llamados al cese del fuego. ¿Qué posibilidades habría, tras casi dos años, de que Israel —incluso bajo una presidencia como la de Trump— lograra reanudar la guerra sin enfrentar condenas unánimes, e incluso sanciones efectivas?

Retirarse de la Franja significa eso: retirarse. No se podrá volver, al menos no en el futuro inmediato, casi sin importar lo que haga Hamás. Y si los terroristas de Gaza cometen algo tan grave que obligue a las FDI a entrar de nuevo con blindados y tanques, eso significará enviar a los soldados a los mismos barrios, calles estrechas y túneles que ya fueron conquistados y limpiados repetidamente, a un altísimo costo humano.

También en este aspecto, la diferencia es clara: en Líbano se reanudaron los combates apenas días después del alto el fuego. Si no se completa la misión en Gaza antes de acordar un cese definitivo, el problema solo se agravará hasta volverse intolerable. Con todo el respeto, compasión y solidaridad hacia las familias de los rehenes, ¿realmente eso sería preferible a las alternativas?

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