El brote del coronavirus en Estados Unidos parece haber redirigido casi todos los esfuerzos de la administración Trump para luchar contra el virus mortal, mientras que ha dejado en un segundo plano otros asuntos como la crisis humanitaria en Venezuela.
Venezuela, como la mayoría de los países, está lidiando con la pandemia y la administración Trump se mantiene firme con las sanciones que impuso al régimen de Maduro, incluso cuando las Naciones Unidas han señalado que les gustaría ver que esas sanciones se suavicen o se eliminen.
El alivio de esas sanciones no va a suceder hasta que Maduro esté fuera de la oficina por temor a que el dinero o la ayuda al régimen de Maduro solo llene los bolsillos de los más leales a él.
Otro gran problema es la economía venezolana. La otrora poderosa nación productora de petróleo ha sido puesta de rodillas.
Los rusos y los chinos, junto con Irán, han invadido Venezuela a instancias de Maduro, y el propio Maduro ha anclado la economía de su nación en el comercio de drogas.
El presidente ruso Vladimir Putin se ha convertido en el sultán petrolero de facto de Venezuela, y si el gobierno de Trump decide no renovar las licencias de las restantes compañías petroleras estadounidenses que aún operan en Venezuela para seguir haciéndolo, Putin obtendrá el control total de la industria petrolera.
Con Rusia ya poseyendo 2 millones de acres netos de los campos petroleros de Venezuela, el control absoluto de Putin de la industria petrolera de Venezuela plantea una amenaza de seguridad nacional para los Estados Unidos.
Putin y Maduro
Putin ha sido el aliado más fuerte y consistente de Maduro, proporcionando apoyo financiero, militar y estratégico, incluyendo formas de violar las sanciones de Estados Unidos a través del gigante petrolero ruso, Rosneft.
El 28 de marzo, Rosneft anunció que estaba moviendo sus activos venezolanos a una entidad propiedad del gobierno ruso. Aunque ni Rosneft ni el gobierno ruso identificaría la empresa gubernamental que tendría los activos de Rosneft en la antigua Venezuela, Reuters confirmó más tarde que Roszarubezhneft era el comprador.
El movimiento de Rosneft es un esfuerzo calculado para permitir que Rusia continúe participando sin obstáculos en la industria del petróleo y el gas de Venezuela y siga apoyando a Maduro y sus compinches.
Este movimiento lateral de Putin también podría indicar que los contratistas militares privados rusos están tomando riesgos aún mayores para asegurar el control ruso sobre los suministros de petróleo en los países desestabilizados, como Venezuela.
Los días están contados
La reciente acusación de la administración Trump al dictador venezolano Nicolás Maduro y a varios de sus secuaces por tráfico de drogas fue bien recibida por muchos legisladores como el senador de Florida Rick Scott (R), quien ha encabezado los esfuerzos para amonestar a Maduro como un matón asesino y para presionar al gobierno federal para que imponga más sanciones al régimen de Maduro.
En respuesta a la petición de The Floridian de comentar los recientes acontecimientos en Venezuela, la oficina del Senador Scott respondió que el senador de primer año estaba “alentado por las sanciones de la administración Trump contra el régimen de Maduro y para hacerle “responsable de sus crímenes y del genocidio que está cometiendo contra el pueblo de Venezuela”.